Adiós a Alierta
Alierta, el hombre con una "carraca" de móvil que llevó a Telefónica a los 100.000 millones
Elevó su capitalización con compras globales estratosféricas (Bell South, O2, Vivo y hasta China: la cogió con 68 millones de clientes y la dejó con 322
«Tengo garantizada mi privacidad porque mirad que carraca de móvil tengo». Era 2017 y el entonces presidente de Telefónica, el siempre sarcástico César Alierta, blandía un celular «calibre ladrillo» de los que ya ni los abuelos andaban en plena comparecencia, ya como presidente de la Fundación, en la sede central de la multinacional en el Distrito C, en el madrileño barrio de Las Tablas.
«No es ni Android ni un iPhone», explicaba el bueno de Alierta, para dejar claro que a él no le pillaban ni los Facebook ni los Google o Apple, los grandes «espías» de internet, con los que ya mantenía una pugna que aún sostiene su sucesor.
Con su verbo atropellado, Alierta dejó no solo frases y comparecencias legendarias, sino un ambicioso legado de adquisiciones que siguieron la estela de Juan Villalonga, que en 2000 compró para Terra el portal estadounidense Lycos por nada menos que 229.000 millones de pesetas, una operación de la que tuvo que deshacerse Alierta tras el «crash» de las punto com.
Competencia con Slim
En 2004, realiza su mayor apuesta desde la llegada a la operadora, en julio de 2000. Telefónica Móviles cerró la compra del 100% de las filiales de telefonía móvil de BellSouth en 10 países de Iberoamérica por unos 5.850 millones de dólares (4.731 millones de euros), incluyendo la deuda de 1.500 millones de dólares.
Tras esta operación, Telefónica sumaba 10,5 millones más de clientes en Iberoamérica hasta los 41 millones, disputándole el liderazgo continental nada menos que a la mexicana América Móvil del multimillonario Carlos Slim. El pago, en efectivo, una parte con la caja y otra mediante un préstamo, aseguraba a BellSouth una plusvalía de alrededor de 1.900 millones de dólares (más de 1.500 millones de euros).
En cierta forma, se trataba de una continuación de la política iniciada con la entrada en el mercado mexicano a través de la compra del 65% de la operadora Pegaso, y un resarcimiento del fiasco que supusieron las licencias de telefonía móvil de tercera generación (UMTS) en Europa, por las que desembolsó más de 6.000 millones de euros. Por entonces, el directivo maño se marcaba la meta de contar con 100 millones de clientes en 2004.
Telefónica ganaba músculo con unos activos adquiridos que sumaban en 2003 unos ingresos superiores a los 2.500 millones y un resultado operativo bruto (Ebitda) de 867 millones de dólares. Además, Telefónica Móviles esperaba alcanzar sinergias significativas en las operadoras de Argentina, Chile, Perú y Guatemala, donde ya estaba presente.
O2: Reino Unido y Alemania
Pero no fue su única gran jugada. En octubre de 2005 se anunciaba la mayor operación realizada jamás en el exterior por una empresa española, superando la compra del Abbey National por el Banco Santander: la adquisición de la británica O2 por 17.700 millones de libras, más de 26.000 millones de euros.
Telefónica entraba de lleno en dos de los mayores mercados de móvil de Europa (Alemania y Reino Unido). Alierta destacaba que la operación mejoraba todos los márgenes de la compañía. La operación más importante del sector en Europa desde mayo de 2000, cuando France Télécom decidió la compra de Orange a Vodafone, elevaba a Telefónica al podio global con una capitalización bursátil de 80.000 millones de euros, la tercera mayor de una operadora de telecomunicaciones tras la británica Vodafone y la estadounidense Verizon.
Tras consolidar su posición dominante en Iberoamérica y afianzarse en Europa, Alierta se lanzó en 2009 al mercado asiático con una alianza con China Unicom que incluyó un intercambio accionarial que permitía a Alierta elevar su participación en China Unicom del 5,38% a más del 8%. La jugada asiática no fue redonda, pero sí da una idea una mentalidad agresiva y visionaria.
La misma que le llevó a apostar por Brasil (Vivo, GVT...). Ayer el presidente brasileño, Lula Da Silva, le rindió honores: «Se va un amigo que aprendí a respetar».
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