Perfil

César Alierta, el aragonés errante y con rasmia que convirtió una empresa de telefonía en un gigante global

El expresidente de Telefónica, fallecido a los 78 años, será recordado por el salto que dio la "teleco" con él al frente y por la privatización de Tabacalera

El presidente de Telefónica, César Alierta
El presidente de Telefónica, César Aliertalarazon

 César Alierta Izuel formaba parte de un numeroso grupo de aragoneses, unos famosos y otros anónimos, de una diáspora más o menos controlada. Hombres y mujeres errantes, enraizados con su tierra, a la que siempre volvían, pero de la que también salieron para triunfar o para llevar una vida mejor. Y algunos, pasado el tiempo fueron reconocidos y admirados como profetas en su tierra. César Alierta era, por este orden, aragonés, de Zaragoza y amigo de sus amigos y, si eran de Zaragoza, mejor. Pero por encima de todo eso, siempre estuvo su mujer, Ana Cristina Placer, fallecida en 2015, y cuya desaparición le marcó el resto de sus días. Ahora, él mismo acaba de marcharse, para siempre, con la tristeza de no haber podido contemplar el ascenso de su equipo el Real Zaragoza a la primera división, de donde, como decía con frecuencia, “nunca debió salir”. La afición a los colores era asunto de herencia familiar. Su padre, César Alierta Perela, fue alcalde de Zaragoza en los años sesenta y también presidente del Zaragoza de 1952 a 1959, cuando su hijo, nacido en 1945 todavía era un niño y quedó atrapado por la magia del fútbol y el cariño a unos colores, hasta el punto de que encabezó un grupo de inversores para garantizar la supervivencia del club maño, del que sería el principal accionista hasta 2022, cuando el grupo Mas se hizo con la mayoría de las acciones del club.

César Alierta fue durante muchos años un personaje fundamental en el escenario económico –y de manera indirecta en el político- español. Estudió derecho en Zaragoza y en 1970, casi como un pionero, Administración de Empresas en la Columbia Business School de Nueva York. Trabajó unos años en el desaparecido Banco Urquijo. Pronto, con la rasmia propia de su tierra, fue un pionero y fundó una de las primeras compañías españolas orientadas la negocio bursátil, entendido como un todo. Eran las épocas, como recordaba a veces con ironía, en las que “teníamos que hacer los cálculos a mano, no como ahora que cualquiera con una hoja de cálculo se apaña”. Beta Capital fue la avanzadilla de una buena parte del negocio de asesoría e intermediación bursátil, quizá lo más parecido –sin serlo porque la legislación lo impedía- a un banco de inversión. Alierta había descubierto aquel mundo en Estados Unidos y solo era cuestión de tiempo que lo trasladara a España. A finales de los años ochenta y noventa participó en algunas de las principales operaciones empresariales y financieras que hubo en España, desde las inversiones de KIO (Kuwait Investment Officed) hasta las primeras fusiones bancarias.

César Alierta, muy amigo de Manuel Pizarro, otro aragonés, tan errante, tan ilustre y con tanta rasmia como él, tuvo una gran relación con José María Aznar. Cuando el PP ganó las elecciones de 1996, Tabacalera era una empresa pública. Aznar lo puso al frente de ella con el objetivo de que abordara la privatización, como experto en los mercados, algo que hizo para luego fusionar la compañía con la francesa Seita, pero con control español. El año 2000 fue el del gran cambio para Alierta, cuando sustituyó a Juan Villalonga en la presidencia de Telefónica y en la que permaneció hasta 2016. Si se suman sus años de consejero, desde 1997 y luego hasta 2017, estuvo en la operadora española 20 años, más si se suma su vinculación posterior a través de la Fundación.

Convivió con gobiernos del PP y del PSOE y todos le respetaron e incluso, como impulsor del Consejo Empresarial para la Competitividad, lideró a empresarios y banqueros en los tiempos en los que la CEOE estuvo desdibujada. Alierta será recordado por muchas cosas, pero pasará a la intrahistoria de la empresa española por haber convertido a Telefónica en una auténtica multinacional española del sector de las telecomunicaciones, líder en España y en la mayoría de los países de Iberoamérica y con presencia notable en Europa. Quizá lo más importante radique en que Alierta recibió una empresa de telefonía y él la convirtió en un gran operador global de comunicaciones, pionero en la implantación de nuevas tecnologías. España, por ejemplo, tiene una de las más extensas y rápidas redes de fibra óptica de todo el mundo que, originariamente fue impulsada por Telefónica –y que sus competidores tuvieron que emular para no verse relegados- por un empeño del propio Alierta. Quizá no fuera un experto en los detalles tecnológicos, pero siempre tuvo el olfato para las cuestiones estratégicas y la rasmia necesaria –incluso en contra de opiniones autorizadas- para desarrollarlas.

Ahora, en el último viaje de alguien siempre errante, volverá como hacía con frecuencia, aunque ahora será ya para siempre y para estar donde quería, también con esa fuerte voluntad de obtener un objetivo y tener la energía para conseguirlo. No hay otra manera de explicar qué es la rasmia con palabras, pero en Aragón, que es lo que le hubiera importado a Alierta, nadie tiene que explicarlo y muchos tampoco son capaces de hacerlo. La rasmia es la rasmia y César Alierta, que disfrutará también desde el más allá cuando el Zaragoza vuelva a primera división, siempre estuvo sobrado de ella