Opinión

Gambito de dama Calviño

Todo apunta a que Sánchez apuesta por colocar a Calviño al frente del Banco Europeo de Inversiones, una fuente más que considerable de recursos en una legislatura en la que España estará obligada a cuadrar las ahora muy deficitarias cuentas

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, durante la inauguración del "XL Seminario de la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE)", incluido en la programación de los cursos de verano la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en el Palacio de La Magdalena en Santander.
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos en funciones, Nadia CalviñoPedro Puente HoyosAgencia EFE

John D.Rockefeller (1839-1937), el protocapistalista en el imaginario de tantos, del que Nadia Calviño parece ser discípula, al menos parcial, afirmaba que «a menos que creáis en vosotros, nadie lo hará; este es el consejo que conduce al éxito». La vicepresidenta primera en funciones, nada más ser nominada, acaso por sorpresa, para candidata a presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI), ha explicado que «sólo la candidatura con mi nombre tenía máximas opciones». Nadie dudaba de su autoestima, sobre todo los integrantes de sus equipos pero, por si acaso, ahí queda eso. La decisión de Pedro Sánchez de postular a su «vice» para el BCI es todo un «gambito de dama», una muy famosa apertura de ajedrez, con múltiples variantes, en la que las blancas parecen sacrificar un peón, porque si las negras optan por capturarlo se quedan en una posición estratégica de desventaja. El inquilino de la Moncloa, en este caso, parece estar dispuesto a prescindir de su voz europea –la que le ha cosechado su buena fama y cimentado sus relaciones con Ursula von der Leyen– y a tener que buscar recambio para un puesto tan delicado en el Gobierno.

Todo apunta a que Sánchez apuesta por colocar –otra cosa es que lo consiga– a Calviño al frente del BEI, una fuente más que considerable de recursos en una legislatura en la que España estará obligada a cuadrar las ahora muy deficitarias cuentas, algo que al Gobierno Frankenstein II o al cuadrado le resultará muy complicado ante la heterogeneidad de sus apoyos. La jugada de Sánchez, el gambito, es hábil porque aspira a que lo que tenga que ajustar por una parte, le llegue por otra, en este caso por intercesión de Calviño que, además, estaría encantada de olvidarse de los problemas domésticos del día a día y de tener que dar la cara en situaciones más que complicadas. Si la apuesta no prospera, el líder del PSOE siempre podrá escudarse en que en la Unión Monetaria hay mayoría de Gobiernos conservadores y que, por eso, su candidata ha sido preterida y, además, entonces le serviría para impulsar otros aspirantes españoles a puestos europeos, como es el caso de Margarita Delgado para el Mecanismo Único de Supervisión. Hay que creer en nosotros como decía Rockefeller.