Opinión

Lecciones de la opa fallida del BBVA sobre el Sabadell

Una opa no se gana solo con argumentos financieros, requiere también un relato convincente sobre el valor añadido de la integración. Y ese relato nunca llegó

BILBAO, 17/10/2025.- Logo de la entidad bancaria del BBVA, donde ha fracasado en su opa al Banco Sabadell y no ha obtenido ni el 26 % del capital de la entidad, según han informado a EFE fuentes cercanas al proceso, con lo que el grupo bancario vasco pone punto y final en su intento de hacerse con el control de la entidad catalana. EFE/Luis Tejido
El BBVA fracasa en su opa al Sabadell y no obtiene ni el 26% del capitalLUIS TEJIDOAgencia EFE

El BBVA ha fracasado en su intento de absorber al Banco Sabadell. Y conviene decirlo con claridad: ha fracasado tanto en la estrategia como en la ejecución. Lo que pretendía ser una operación emblemática para crear el segundo gran banco español por activos ha terminado en un fiasco que deja tocada la reputación corporativa del propio BBVA. No porque el Sabadell sea una joya estratégica insustituible, sino porque la oferta –concebida con prisas, comunicada con torpeza y tramitada con lentitud– se ha estrellado contra la doble pared de la indecisión regulatoria y del rechazo accionarial.

Es cierto que el marco institucional español tampoco ha ayudado. La ley de las opa es un ejemplo paradigmático de cómo la burocracia puede estrangular una operación empresarial. Carlos Torres tiene razón cuando señala que el Real Decreto que regula las ofertas públicas necesita un «refresco». Un procedimiento tan opaco, tan farragoso y tan dependiente de interpretaciones cambiantes por parte de los supervisores introduce una dosis de incertidumbre que disuade a cualquiera. La CNMC tardó meses en autorizar un movimiento que, en otros países, se habría resuelto en semanas. Y esa lentitud pesa: los mercados castigan el tiempo muerto y los accionistas desconfían de las operaciones que se eternizan.

Ahora bien, la crítica al marco regulatorio no exime al BBVA de su propia responsabilidad. Su dirección subestimó la resistencia del Sabadell, sobrestimó la receptividad de los fondos institucionales y minusvaloró los riesgos reputacionales de un asalto hostil. Una opa no se gana solo con argumentos financieros, requiere también un relato convincente sobre el valor añadido de la integración. Y ese relato nunca llegó.

En términos estructurales, la fusión podía tener sentido global: el sistema bancario europeo es diminuto frente a los gigantes estadounidenses y chinos. Sin fusiones transfronterizas o domésticas de gran tamaño, Europa seguirá condenada a la irrelevancia financiera. Pero, en el plano nacional, la operación habría agravado otro problema: la excesiva concentración del mercado bancario español, fruto no de la competencia, sino de las barreras regulatorias que impiden la entrada de nuevos actores. Si el mercado no puede respirar, no es por exceso de bancos, sino por exceso de reglas.

Con todo, la última palabra ha sido la de los accionistas del Sabadell. Y su decisión debe respetarse sin matices. Son ellos, y no el Estado ni el BBVA, quienes poseen la empresa. Han elegido conservarla. Y en un mercado libre, la voluntad de los propietarios es la única soberanía que cuenta.