Automoción

Suecia declara la guerra a Tesla en defensa del modelo laboral nórdico

La negativa de Musk a firmar un convenio laboral con sus 127 trabajadores suecos genera una huelga de solidaridad que impide la venta de sus automóviles eléctricos

Sindicalistas de IF Metall protestan frente a un centro de Tesla en Segeltorp, al sur de Estocolmo
Sindicalistas de IF Metall protestan frente a un centro de Tesla en Segeltorp, al sur de EstocolmoAFP

David contra Goliat. O cómo 130 trabajadores de diez talleres de Tesla repartidos por siete ciudades de Suecia mantienen un pulso a Elon Musk para firmar un convenio colectivo. Marco de relaciones laborales del que disfruta el 90% de trabajadores suecos.

Todo comenzó el 27 de octubre, cuando el todopoderoso sindicato metalúrgico If Metall, que cuenta con 300.000 afiliados, inició una huelga tras años de infructuosas negociaciones con la multinacional texana de automóviles eléctricos, que mantiene sin convenio a sus 127.000 empleados en todo el mundo.

Tesla Suecia «se ha negado a firmar un convenio colectivo y viola los principios básicos del mercado laboral sueco», justificó el sindicato, al tiempo que pedía la solidaridad de los consumidores. «Estamos haciendo esto por el bien de nuestros miembros, para garantizar que tengan condiciones de trabajo seguras».

Si bien Tesla no cuenta con fábricas en suelo sueco, sí dispone de talleres para atender a los clientes de sus 50.000 automóviles matriculados. Unos servicios que pronto la empresa ya no pudo prestar ante la huelga de solidaridad a la que se sumó una decena de sindicatos. Desde los operarios que pintaban los coches o el servicio de limpieza hasta los estibadores, que se negaron a descargar los contenedores de Tesla en los cuatro mayores puertos suecos.

Sin embargo, la gota que agotó la paciencia del dueño de X (antiguo Twitter) fue el Sindicato Sueco de Empleados de Servicios y Comunicaciones, que representa a los trabajadores postales, que el 20 de noviembre se negaron a entregar las matrículas a los nuevos propietarios de un Tesla, tal y como obliga la Agencia Suecia de Transportes.

La estrategia de la compañía de introducir sus vehículos por vía terrestre a través de Noruega y Dinamarca también fracasó por la solidaridad de los sindicatos de transportes de los vecinos países nórdicos.

«Eso es una locura», escribió Musk en su red social antes de ordenar a sus abogados que presentaran una demanda contra la Agencia Sueca de Transportes y la empresa de correos Postnord, que pertenece a los Estados sueco y danés. La negativa a la entrega de las matrículas «constituye un ataque discriminatorio ilegal dirigido a Tesla», se lee en el escrito presentado ante la Fiscalía.

Inicialmente, la compañía automovilística tuvo cierto éxito con sus demandas, ya que un tribunal de distrito independiente emitió un fallo provisional la semana pasada según el cual la Agencia de Transporte debería permitir a Tesla recoger las placas directamente del fabricante.

Sin embargo, el fallo fue apelado y el tribunal de apelaciones suspendió el martes la decisión del tribunal de distrito. «Se requieren condiciones muy específicas para tomar tal decisión y ese requisito no se cumple», explicó el juez Patrik Alm del tribunal de distrito de Solna, al norte de Estocolmo.

En Suecia, no existe, como en España, un salario mínimo, sino una consolidada tradición de que sindicatos y patronal pacten periódicamente los sueldos de los trabajadores en cada sector económico. Como resultado, en el país nórdico son escasas las huelgas en comparación con el sur de Europa.

De ahí que cuando un sindicato sueco llama a la huelga como última salida, lo haga decidido a no ceder hasta conseguir su objetivo. En el caso de Tesla, la batalla por sus «sólo» 130 trabajadores simboliza la defensa del modelo laboral nórdico frente al desregulado de EE UU. «Creo que esto es una especie de choque entre la cultura sueca o europea y la forma estadounidense de hacer negocios», explica a la agencia France Presse Marie Nilsson, directora de IF Metall.

Hasta ahora, tras un mes y medio de conflicto, la huelga no parece haber perjudicado tanto a Tesla, que, según la prensa económica sueca, habría logrado matricular pese a todo un millar de automóviles. De ahí que no se pueda prever cuánto durará la guerra entre los sindicatos y la multinacional.

Amazon, que tampoco mantiene bajo un convenio a sus trabajadores, optó como solución recurrir a subcontratas para operar en Suecia. En el caso de Tesla, sólo Musk sabe hasta dónde está dispuesto a ceder para mantener el mercado sueco. Mientras, IF Metall atesora en sus arcas 10.000 millones de coronas (1.000 millones de euros) de las cuotas de sus afiliados, cantidad con la que podría financiar una huelga de esta magnitud 500 años.

Toys R Us cedió

Menos de un año después de que Toys R Us abriera en 1995 sus primeros locales en Estocolmo, Gotemburgo y Malmö, el sindicato Handels de trabajadores de tiendas ordenó a sus afiliados hacer huelga para impulsar un convenio colectivo.

Otros sindicatos se sumaron a huelgas de solidaridad. Como resultado, Toys R Us de repente no pudo recibir nada en sus oficinas, recoger sus residuos o incluso realizar transacciones financieras a través de su banco. Tras unos tres meses, Toys R US firmó el primer convenio colectivo de la empresa antes de vender todas sus tiendas en Suecia a la danesa Top-Toy.