Editorial

Desorientada política exterior española

Un encuentro de 45 segundos entre Biden y Sánchez evidencia los errores cometidos

Cuando Donald Trump fue derrotado en las elecciones del 3 de noviembre de 2020 por Joe Biden, el Gobierno español celebró la llegada a la Casa Blanca del candidato demócrata. No sólo festejaron la caída del trumpismo, sino la llegada poco menos que de un aliado político, por lo que pensaron que por compartir el supuesto izquierdismo de Biden las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y España iban a cambiar radicalmente. Como se ha visto después, Washington no ha variado en nada su política exterior en los temas que definen su posición en el mundo –otra cosa es la manera de ejercerla: del unilateralismo al multilateralismo– porque lo fundamental es hacer prevalecer los intereses de EEUU. El «encuentro» de Biden y Sánchez en la cumbre de la OTAN es un capítulo a olvidar que demuestra la insignificancia de nuestra política exterior e influencia en el concierto internacional. En primer lugar, la necesidad del presidente del Gobierno de publicitar su primer encuentro con el mandatario norteamericano como si fuera una reunión bilateral, después de su llegada a la Casa Blanca el pasado 20 de enero –y no haber siquiera hablado por teléfono–, evidencia justamente esa desorientación en la política exterior. En segundo lugar, que esa «toma de contacto» –como la ha definido Sánchez– se produce en un momento en el que ha sido cuestionado uno de los flancos estratégicos de la política internacional española. En concreto, las relaciones con Rabat a cuenta del Sahara, la frivolidad de los ministros izquierdistas del Gobierno de poner en duda las aspiraciones territoriales de Marruecos y, finalmente, la inexplicable torpeza diplomática al acoger al líder del Frente Polisario. Trump marcó la doctrina en torno al Sahara al reconocer la soberanía marroquí y Biden, pese a que la comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, tiene bloqueadas iniciativas en torno a Marruecos. Lo estratégico de esta acción obligará a que España actúe con sentido en los próximos pasos que pueda dar. En política exterior hay que primar la política pragmática de los hechos a los principios ideológicos del izquierdismo, cuyos parámetros se mueven en la vieja dialéctica de las potencias imperialistas frente al tercer mundo, algo que no tiene sentido en un país como España, comprometido con la gobernanza global y la democracia. El Gobierno deberá rehacer su política exterior en muchos aspectos y de este modo actuar según su peso político y económico y papel histórico.