Editorial

No habrá consulta, denos tiempo

Fracasará cualquier pretensión de hacer saltar las costuras constitucionales

Haría bien el portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián, en creer al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando afirma que no habrá referéndum de independencia en Cataluña, aunque sólo sea porque los hechos, pese al ruido de fondo declarativo, le avalan, por lo menos a día de hoy. En efecto, no ha existido actuación gubernamental alguna, no puede haberla, que haya traspasado el marco jurídico constitucional, por más que algunas intenciones políticas en el orden legislativo, como el cambio de las reglas de juego en la elección del Consejo General del Poder Judicial, rayaran peligrosamente los límites jurisdiccionales.

Igualmente, se podrá estar de acuerdo o no con la concesión de los indultos a los líderes separatistas condenados por sedición, pero se trataba de una potestad del Ejecutivo respaldada por las leyes vigentes y, por lo tanto, absolutamente legal. Que los argumentos de La Moncloa para justificar la adopción de la medida de gracia no fueran, precisamente, los más idóneos para defender la dignidad del tribunal sentenciador no atañe al fundamento de la cuestión. De ahí que tengamos que colegir que ni hay referéndum de autodeterminación de Cataluña ni podrá haberlo, al menos, mientras esté vigente la Constitución y se mantengan los principios del Estado de derecho que conforman la democracia española. Cualquier pretensión por parte de los partidos nacionalistas catalanes de hacer saltar las costuras constitucionales mediante la presión sobre la estabilidad de la legislatura está condenada al fracaso de antemano.

Dicho esto, conviene advertir al Gobierno contra la tentación de buscar una solución a la, a nuestro juicio, improbable retirada del apoyo parlamentario de ERC, mediante la opción de ofrecer una revisión del Estatuto de autonomía de Cataluña, que tendría que ser refrendado, porque ni siquiera con la inclusión de los artículos que ya fueron anuladas por el Tribunal Constitucional, y que volverían a serlo, se podrían dar por colmadas las demandas de las formaciones independentistas, que vienen advirtiendo contra la persistencia en la vía autonomista. Lleva, al final, a un callejón sin salida y, además, sólo serviría para alimentar la estrategia de la tensión del separatismo. Esto no quiere decir que no exista mucho espacio negociador en los ámbitos económicos sociales que de verdad importan a los ciudadanos de Cataluña y de España. El resto, es un camino a ninguna parte.