Editorial

La perdida vocación socialdemócrata

El PSOE no volverá a ser un partido de mayorías si no rectifica el discurso

Pocas veces en la historia del socialismo español, un secretario general del PSOE, como Pedro Sánchez, reunió tanto poder interno y tuvo tanta ascendencia sobre las bases orgánicas del partido. Su última victoria en el bastión andaluz, frente al potente sector que apoyaba a Susana Díaz, demuestra el escaso poder de resistencia de los barones regionales frente a las decisiones de Ferraz, incluso, como ocurrió en Madrid, cuando estas se resuelven en un fiasco.

Así, no se esperan grandes, ni siquiera pequeñas, controversias en la reunión del Comité Federal de hoy, pese a las dudas que viene suscitando la estrategia del partido con respecto a la cuestión del nacionalismo catalán, con especial incidencia en los indultos de los sediciosos, y, también, pese a la sostenida tendencia de las encuestas de opinión, que revelan una fatal pérdida de apoyos electorales en comunidades como Aragón, Andalucía y Castilla-La Mancha, hasta el punto de que en esta última región, el socialista Emiliano García-Page podría perder el Gobierno, incluso, tras haber conseguido la neutralización de la extrema izquierda local, representada por Unidas Podemos. Encuestas, por cierto, que a nivel nacional tampoco se muestran favorables a las posiciones del PSOE, que, de celebrarse hoy las elecciones, podría perder más de un millón de votos con respecto a las de noviembre de 2019, que ya dieron un mal resultado. Para muchos observadores parece evidente que el partido socialista ha perdido su vocación de mayorías, instalado en una «agenda social» demasiado sectorizada, que en ocasiones opera sobre minorías con intereses cruzados, como en el caso de la leyes transgénero, y que difumina los mensajes hasta hacerlos irreconocibles para gran parte de la opinión pública.

Es ahí, en el olvido de que la mayor parte de los votantes de centro izquierda no coinciden en sus postulados con una militancia, por definición, más ideologizada, donde el PSOE puede perderse en el camino hacia la irrelevancia. Ciertamente, la fragmentación del voto de la izquierda, alimentada por el surgimiento de movimientos populistas de carácter neomarxista, está afectando de manera general a la vieja socialdemocracia europea, pero ello no significa que sea una realidad irreversible ni que, al menos, en el caso de España, sea conveniente para la estabilidad institucional y política. Son reflexiones que, mucho nos tememos, no ocuparán casi espacio en el Comité Federal.