Editoriales
Los equilibrios en el alambre del PSOE
El espaldarazo a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de sus principales socios de investidura, incluido, el PNV, debía haber proporcionado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un período de mayor tranquilidad política, ya sin los sobresaltos inherentes a una negociación de tanto calado como la que suponen las cuentas públicas, pero, por lo sucedido en las dos últimas semanas, no parece que haya sido así. Y no sólo porque su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, haya vuelto a traer al primer plano las sombras de la gestión gubernamental de la pandemia, rápidamente aprovechadas, como no podía ser de otra forma, por los partidos de la oposición, sino porque entre los socios nacionalistas, especialmente, desde ERC, han surgido denuncias de presuntos incumplimientos de los compromisos presupuestarios, algunas en tono muy agrio, que llegaron a pillar a contrapié a los equipos de La Moncloa.
Ciertamente, es insólito que un Gobierno que ha dado por cerrado el principal acuerdo del ejercicio, los PGE, se vea ante la amenaza de una enmienda a la totalidad en el Senado, pero no es posible obviar que cuando en el juego de equilibrios entran los nacionalismos, enfrentados a sus propias contradicciones, cualquier gobernante español acaba transitando por un alambre. Por supuesto, no es cuestión de teorizar sobre el presunto interés que tendrían los distintos socios de Pedro Sánchez en que se cumpla la legislatura, aunque sólo sea porque cada formación afronta circunstancias propias, pero sí de señalar el riesgo que asumen el Gobierno y el PSOE de sufrir un desgaste mayor ante una opinión pública que comprueba cómo, una vez más, hay un trato más favorable, al menos, en apariencia, para las comunidades donde los partidos nacionalistas son decisivos en el sostenimiento del Ejecutivo y, además, presionan un cambio constitucional que la mayoría no desea.
Con un factor añadido, que la recuperación económica no está resultando ser la marcha triunfal que anunciaba la propaganda gubernamental. Al contrario, vuelven a surgir amenazas en el horizonte, como una sexta ola grave de la pandemia, la crisis de suministros o el retorno a un escenario inflacionario que lleven a la revisión de las cifras de crecimiento y, por lo tanto, a un ajuste a la baja de los ingresos del Estado. En ese caso, no es ni mucho menos seguro que los actuales socios, en especial Unidas Podemos, cierren filas con el partido socialista. Es cierto, que la izquierda más radical necesita tiempo para proceder a una reorganización que se presenta complicada, más aún si cabe, cuando la pretensión última, como reconoció la propia Yolanda Díaz, es ampliar su espacio político a costa del PSOE, pero esa misma tensión interna corre el riesgo de trasladarse a la acción de gobierno, pues no hay que olvidar que están en el calendario reformas de calado como las pensiones o la laboral.
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