Editorial
Casado ha hecho lo que había que hacer
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, tomó ayer la única decisión razonable en política, que no es otra que el respeto a la letra y el espíritu de las normas que rigen cualquier organización que se precie. En la formación popular corresponde a la Junta Directiva Nacional, como máximo órgano de gobierno entre congresos, tomar una decisión de tanta trascendencia como sería un adelanto del Congreso, descartado el relevo del presidente del partido, que, no lo olvidemos, fue elegido hace cuatro años por el voto reglado y cuantificado de la mayoría de los militantes en unas primarias a doble vuelta con todas las garantías. Lo que, dicho sea de paso, dota a su presidencia de una legitimidad democrática de mayor entidad que, por ejemplo, una manifestación callejera o el supuesto frente de barones alarmados por la deriva de la situación.
Se argüirá que Pablo Casado sólo busca ganar tiempo, pero, de ser cierto, estaríamos hablando de una semana escasa, objetivo que se antoja bastante modesto para la entidad del desafío que enfrenta. Por ello, y sin entrar en conjeturas y banderías, que nada aportan, que sea la Junta Directiva Nacional quien tenga la última palabra sobre el procedimiento a seguir debe ser entendida, incluso, por quienes se han resuelto en la oposición frontal a su presidente, como una muestra de respeto a su partido y a sus militantes, cuyos derechos, en caso contrario, quedarían al albur de esa combinación diabólica para la salud de la democracia que son las redes sociales y las movilizaciones populares.
En ese sentido, convendría recordar a todas las personas concernidas en la resolución de la crisis que vive el PP las virtudes de acogerse al principio de precaución, que no obliga al silencio, pero que sí interpela frente actitudes que sólo causan más daño al partido que dicen defender. Ciertamente, todo el perjuicio que se podía hacer ya se ha hecho, pero, al menos, se trata de evitar un desgarro mayor, que sería de imposible sutura en el corto tiempo. Sobran, pues, las palabras gruesas, pero, también, las habituales operaciones intoxicadoras que no hacen más que enrarecer el ambiente. No en vano, hasta la celebración del próximo Congreso, si, como parece, se convoca, transcurrirá un período frenético para el conjunto de la familia popular. Sus dirigentes pueden emplearlas para tratar de apaciguar las cosas, sin por ello renunciar a sus posiciones de partida, o para atacarse a dentelladas. No creemos, sinceramente, que esto último sea lo que desean los votantes del PP o que convenga a los intereses generales de España.
Porque, no lo olvidemos, hablamos de la formación que tiene la responsabilidad y está llamada a liderar el cambio político y a reconducir la tremenda deriva económica y social que ha impuesto al conjunto de la nación el actual gobierno de coalición de socialistas y comunistas que preside Pedro Sánchez.
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