Editoriales

Que nadie se engañe, Feijóo es un duro rival

El nuevo presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, consiguió ayer, en Sevilla, dos de sus tres grandes objetivos. Primero, una elección plebiscitaria que no dejara dudas en el aire sobre la fortaleza interna de su liderazgo. Segundo, la reconstrucción de la unidad del partido –menos gravemente afectada de lo que les gustaría a sus rivales–, con una nueva ejecutiva con perfiles perfectamente adaptados a la cultura política de la formación, lo que debe despejar inquietudes entre sus principales barones, y que, además, reivindica su trayectoria histórica.

Feijóo encara a partir de ahora su tercer objetivo, desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa, sin duda, el más difícil, pero en absoluto imposible, puesto que el nuevo líder popular cuenta con varias bazas que pueden decantar las urnas a su favor y que no sólo tienen que ver con el desgaste del actual gobierno de coalición social comunista, sino con la propia personalidad del candidato. En efecto, nos hallamos ante un político avezado, de larga trayectoria, pero que ha podido mantenerse al margen del enfrentamiento dialéctico descarnado, fruto indeseable del resurgimiento de un populismo sectario entre la izquierda, que ha convertido las instituciones en campo de batalla partidario, en el que cualquier acuerdo se interpreta como mera cesión al adversario.

Así, Feijóo llega en un momento de hartazgo de una opinión pública cansada de tremendismos, de agendas supuestamente históricas de cambio social y que, asolada por una crisis económica que se le ha ido de las manos al Ejecutivo, demanda buena gestión pública y capacidad de acuerdos en procura del interés general. Y, como no podía ser de otra forma, todo ello estuvo explícito en el discurso que el presidente popular pronunció en la capital andaluza. Moderación, mano tendida al PSOE en los pactos de Estado, alejamiento de las posturas radicales, disposición al diálogo, defensa cerrada del modelo autonómico y reivindicación del europeísmo. Pero convendría que nadie se engañara, porque, más allá de las buenas formas, Núñez Feijóo planteó unas líneas de acción política que, en estos tiempos líquidos, resuenan con indubitada firmeza. No hay acuerdo posible con los nacionalistas fuera de la Constitución, no hay acuerdo posible con el Gobierno mientras mantenga la alianza con la izquierda comunista, no hay acuerdo posible con las actuales políticas económicas y fiscales, no hay acuerdo posible si no se camina hacia el equilibrio de las cuentas públicas, no hay acuerdo posible cuando los intereses de España no concuerdan con los del Gobierno.

Feijóo ofrece, pues, una receta que, sin duda, aceptarían muchos españoles que hoy se encuentran a la izquierda del Partido Popular, seguro de que a su derecha, hay una opción consolidada, mayor o menor, a la que no pretende cortejar ni demonizar.