Editorial

El caso del espionaje deviene en un vodevil

Ayer, el Gobierno tuvo que recurrir a la asistencia de las formaciones de la oposición del centro derecha para tumbar una comisión de investigación delirante propuesta, precisamente, por los partidos que componen la llamada mayoría de la investidura, entre los que se encontraba, nada menos, que Unidas Podemos, su socio en el Gabinete y, según los usos políticos convencionales, que, al parecer, ya no rigen en España, corresponsables en la gestión ejecutiva.

Sin embargo, es sólo una parte, y no la más llamativa, del vodevil en que ha devenido el proclamado «ejercicio de transparencia» por parte del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, de quien dependía en primer término la protección de la seguridad de las comunicaciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, circunstancia por la que prefieren pasar de puntillas todos los portavoces gubernamentales, que han dirigido con indisimulado entusiasmo todos los focos hacia el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Y lo han hecho, sin duda, desde la plena conciencia de que el servicio de contraespionaje, por su propia naturaleza, ni puede defenderse ni puede facilitar información sensible alguna, por ejemplo, la que se refiere al período más intenso de nuestra última crisis política con Marruecos, que coincide con las fechas en que se llevaron a cabo las intrusiones en los móviles de Pedro Sánchez y de la ministra de Defensa, Margarita Robles. En cualquier caso, como pondrá de manifiesto la investigación judicial abierta por la Audiencia Nacional, a menos que se produjera un insólito reconocimiento de parte, el sistema utilizado, Pegasus, no deja rastro y hace imposible averiguar con la debida certidumbre la identidad de los autores.

Y, aquí, nos encontramos con la otra parte del confuso vodevil, por cuanto el Gobierno insiste en que se enteró del espionaje el pasado domingo, es decir, más de un año después de producido, lo que debió provocar en La Moncloa un arrebato, próximo al paroxismo, de necesidad de transparencia, que llevó al ministro Bolaños a convocar una rueda de Prensa a las siete de la mañana del día siguiente. Sinceramente, no hay por dónde cogerlo.

Ni siquiera, en la interpretación de una estrategia de cortina de humo para tapar el escándalo organizado por los nacionalistas catalanes a cuenta del supuesto espionaje sufrido por sus líderes. Por cierto, simplicísima estrategia, que rayaría en la torpeza, y que no tendría mayores consecuencias si no fuera porque ha puesto en la picota a nuestros servicios nacionales de inteligencia cuando se aproxima una reunión de capital importancia, como es la cumbre de la OTAN en Madrid, en la que, entre otros asuntos, se va a tratar de las líneas de actuación frente a una potencia nuclear como Rusia, en apoyo de Ucrania. Esperemos que, en su próxima comparecencia ante el Congreso, Pedro Sánchez aclare toda esta insólita peripecia.