Editorial
Escalada inevitable y riesgo imprevisible
El espectáculo de la colisión interna en el Gobierno por la entrega de los Leopard nos identifica ante la comunidad internacional como un aliado que no genera confianza
La guerra en Ucrania ha entrado en otra fase, al menos en su alcance geoestratégico y diplomático, y veremos cómo se desarrolla en el plano bélico, después de que finalmente los aliados, encabezados por Alemania, hayan dado luz verde al envío de carros de combate Leopard, tal y como requerían las autoridades de Kiev. Estas han argumentado que la baza de estos modernos blindados era casi la única esperanza y opción de voltear decisivamente la marcha de la contienda a favor de sus intereses y en contra del agresor de Moscú. Ha costado doblegar la resistencia de Berlín, sobre un arma de fabricación y diseño germano, pero Europa y el resto de aliados han hecho valer la presión, especialmente a raíz de que Washington contemplara la posible aportación de los poderosos M1 Abrams, considerados los más letales del mundo. En este complejo laberinto de intereses y complicidades, no igualar el compromiso de Washington en la defensa de la causa de la libertad y la democracia no habría sido lo más inteligente ni responsable. De modo que la guerra está a punto de dar un giro con un nuevo poder ofensivo en el campo de batalla cuando estamos a unos días de que se cumpla el primer año de la invasión de Ucrania por Putin. Como no podía ser de otra manera, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha apresurado a secundar lo decidido por otros como actor de reparto, que no principal, en el contexto mundial. Si hace unos meses los Leopard, que hibernan en instalaciones de Zaragoza, estaban en unas condiciones lamentables y suponían un peligro real para la vida de aquellos que osaran utilizarlos, hoy parecen listos para entrar en combate cuando la operación aliada se concrete. Habrá blindados españoles en Ucrania y sin duda será un salto cualitativo, pero es lo adecuado cuando formas parte de una organización como la OTAN y estás convencido de que el país agredido está en su derecho de expulsar al agresor y de no someterse frente a quien ha violado todo el derecho internacional y ha sido culpable de la muerte de decenas de miles de personas y de la ruina del país. Otra cosa será que los planes discurran conforme a lo previsto y que el optimismo que prende en las cancillerías occidentales sobre un revés decisivo para Moscú se haga realidad. Ese sería un futuro deseable, pero poco realista. Somos escépticos sobre el éxito inmediato de ese elemento determinante llamado Leopard y de nuevo tenemos la percepción de que se infravalora la fuerza militar rusa y el poder y la voluntad de resistencia y destrucción de un autócrata como Putin. El tiempo dictará sentencia, pero la escalada bélica que se cierne sobre Europa era tan inevitable como peligrosa. Muy diferente, en lo doméstico, es el papelón sonrojante y reincidente de la coalición en el poder. El espectáculo de la colisión interna por la entrega de los Leopard, con las consabidas críticas de Unidas Podemos, siempre en el papel falsario de pacifista de salón, nos identifica ante la comunidad internacional como un aliado menor que no genera confianza.
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