Editorial

El debate de la consolación

La candidata de Sumar no pudo desprenderse de su actual realidad, la que le sitúa como vicepresidenta del actual gobierno de coalición y, por lo tanto, corresponsable de la gestión pública desarrollada en los últimos cuatro años.

El plató de RTVE donde tendrá lugar el debate ya está preparado para el mismo
El plató de RTVE donde tendrá lugar el debate ya está preparado para el mismoRTVE

Salvo alguna hipérbole algo fuera de lugar, como tildar de «modelo que mata a la gente» las propuestas de un adversario político, Santiago Abascal, perfectamente encuadrado en el sistema democrático, o propagar que una victoria del centro derecha español supondrá nada menos que un retroceso al franquismo, podría decirse que el debate en RTVE, –que podemos calificar como de «consolación», una vez que el candidato del Partido Popular, favorito en las encuestas y avalado en mayo por los resultados de las elecciones municipales y autonómicas renunció a participar–, transcurrió por los derroteros previstos pero no sería exacto.

No sólo porque la cantada estrategia de tratar a Santiago Abascal como si fuera el representante político y personal de Alberto Núñez Feijóo hizo agua en cuanto el líder de Vox se asentó en un discurso nítido, muy poco coincidente con el de los populares, sino porque la candidata de Sumar no pudo desprenderse de su actual realidad, la que le sitúa como vicepresidenta del actual gobierno de coalición y, por lo tanto, corresponsable de la gestión pública desarrollada en los últimos cuatro años.

Y, si bien, intentó diferenciar algunas de sus propuestas de las del candidato socialista, su jefe en el Consejo de Ministros, poniendo mayor acento en las medidas intervencionistas en las grandes empresas, a las que trató como oligopolios, la condescendencia y simpatía en el trato a su rival en las urnas por parte de Pedro Sánchez explican los malos resultados que las encuestas demoscópicas, salvo el inefable CIS de Tezanos, atribuyen a la formación que quiere representar a la izquierda radical y antisistema española.

Dicho de otra forma, Yolanda Díaz perdió la oportunidad de captar votos a la izquierda del PSOE y, a nuestro juicio, llevó a los espectadores del debate la sensación de que estaban ante un retorno de la vieja Izquierda Unida. Hasta qué punto se producirá un trasvase de voto significativo desde la desmantelada Unidas Podemos a los socialistas se verá el próximo domingo, pero no es en absoluto descartable una desmovilización mayor de la izquierda radical.

Por último, destacar que Pedro Sánchez mantuvo un mejor tono en el debate, especialmente en la forma, porque no ahorró insultos graves «a las derechas», pero que faltó un elemento político fundamental, la posición de primera mano de los jefes de fila de los partidos nacionalistas, sin cuya contribución parece difícil que Pedro Sánchez pueda repetir mandato en La Moncloa. Escuchamos, pues, lo ya mil veces oído al candidato socialista a lo largo de la campaña electoral y de sus previas intervenciones televisivas, pero –y ahí se demuestra que Alberto Núñez Feijóo tenía razón al ausentarse del debate– nos faltaron las respuestas de los candidatos gubernamentales a las inequívocas reclamaciones expresadas por los independentistas.