Jorge Vilches

Ante el 23J: La burra al trigo

Solo una enorme metedura de pata de Feijóo puede frustrar su victoria

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude a su llegada a la presentación del programa electoral del PSOE para las elecciones generales en Madrid, en el Espacio Próxima Estación, a 7 de julio de 2023, en Madrid.
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude a su llegada a la presentación del programa electoral del PSOE para las elecciones generales en Madrid, en el Espacio Próxima Estación, a 7 de julio de 2023, en Madrid.Alberto OrtegaEuropa Press

El orgullo mal entendido lleva a insistir en el error. Sánchez se ha paseado por los medios para prometer más de lo mismo, mientras repite que todo lo hizo bien y que los periodistas críticos mienten. Esta incapacidad para reinventarse y presentar algo nuevo e ilusionante aboca al fracaso ante una sociedad que no le soporta. Su obcecación permite al PP, erigido en alternativa antisanchista, tener la mitad de la campaña hecha. Solo una enorme metedura de pata de Feijóo puede frustrar su victoria.

Sánchez ha centrado la semana en intentar la captación de dos tipos de votantes. Primero, el centrista. Para eso ha recurrido al viejo tópico del miedo usando los acuerdos del PP con Vox en municipios y autonomías. Esta alerta «antifascista» no funciona ni aunque la ponga en boca del «mundo de la cultura» (sic). Debería saberlo. Ahí están las encuestas. Ese votante centrista se mueve por el programa, no por eslóganes ni cuentos. Suele ser un votante racional que presta muy cara su confianza a un partido, y que siente como un insulto si el político le trata como a un niño.

Así que, tras escuchar la enésima apelación a la «defensa antifascista» por la presencia de Vox, ese elector escucha a Sánchez tres ideas que desprecia. La primera es que está orgulloso de sus pactos con Bildu y ERC. La segunda es que mantendrá su intervención en el Poder Judicial, debilitando así el control al Gobierno con el que se precia toda democracia. La tercera escuece: no rebajará impuestos y seguirá con la voracidad fiscal y el discurso contra ricos y emprendedores.

Tras pinchar en hueso con ese votante de centro, Sánchez ha intentado captar al elector joven, de la franja de 18 a 24 años. He aquí otra mala noticia para el sanchismo. El 48% de esas personas, según el último CIS, se decidirá por confiar en el PP, sobre todo, y en Vox. Ni el Interrail por España ni las pagas compran su voluntad.

Es de primero de Facultad. El sanchismo se ha convertido en el Régimen, y esto es lo peor para un partido porque no hay nada más natural para un joven que ir contra el poder. Si quieres ser rebelde, sé antisanchista. Esto pasa en el Madrid de Ayuso o en la Andalucía de Moreno Bonilla.

El sanchismo no ha entendido la libertad, algo lógico en los paladines de la ingeniería social y las prohibiciones. Ha sido un quinquenio de exceso de moralina progre y de adoctrinamiento ramplón. Cinco años tratando a esos jóvenes como a ovejas que necesitaban un pastor llamado Sánchez.

Al fondo está la idea del sanchismo, y de buena parte del progresismo, de que la gente que no es de izquierdas es idiota. Estas personas, dicen, no saben votar bien porque piensan mal, no son cultas, como ellos, y hacen tonterías. Es más, en su infinita estulticia, esos pobres idiotas que no votan a las izquierdas deciden informarse por medios de derechas. Esto lo explica todo, tal y como hemos oído al candidato del PSOE. Se dejan guiar por periodistas enemigos del progreso, que les engañan y mienten para que voten a la derecha. En fin. Trump estaría orgulloso de Sánchez.

La burra vuelve al trigo, como vemos, y el presidente, además, plantea de nuevo las elecciones generales a Cortes como un plebiscito sobre su persona. Como si el 28M no hubiera existido. Por eso es incapaz de presentar nada ilusionante o de reinventarse. Quiere que el 23J sirva para confirmar si los españoles quieren seguir la deriva autoritaria, este viaje a la democracia iliberal con la anulación de la vida parlamentaria y del control judicial, con el abuso del real decreto, la manipulación de las cifras de empleo, la colonización del Estado, y el endeudamiento público. Será un plebiscito sobre el proceso constituyente encubierto dirigido por los independentistas y los comunistas. Perderá. Él se lo ha buscado.