Ejército del Aire
Así son los apagafuegos del Ejército del Aire
Este verano participarán en la campaña contra los incendios 11 de los 18 aviones que opera el 43 Grupo de Fuerzas Aéreas
En verano más, y ya van más de 45, los apagafuegos del Ejército del Aire están listos para apoyar los trabajos de extinción de los incendios forestales. Estos hidroaviones son fácilmente reconocibles por su característico color amarillo y peculiar fuselaje, que recuerda, en su parte inferior, al casco de un navío. Botijos o panzones son algunos de los motes que han recibido debido a su inconfundible silueta. A los mandos, los corsarios, pilotos conocidos por su pericia para llevar al límite a los aparatos en arriesgadas maniobras de descarga de agua durante las largas jornadas de lucha contra el fuego. Desde el amanecer hasta el ocaso, cuando la intensidad del incendio lo requiere y las condiciones meteorológicas lo permiten.
El 43 Grupo de Fuerzas Aéreas, cuyo cuartel general está ubicado en la madrileña base aérea de Torrejón de Ardoz, es el responsable de la operación de los aviones y de la puesta a punto. La unidad cuenta actualmente con una flota de 18 apagafuegos, 14 de la versión CL-215T y otros cuatro del modelo más moderno CL-415, con capacidad para dejar caer sobre las llamas hasta 6.000 litros de agua de una sola pasada.
En la campaña de este verano, que arrancó el 1 de junio y finalizará el 30 de septiembre, el grupo mantendrá 11 aeronaves disponibles en todo momento, repartidos entre Torrejón, Zaragoza, Mallorca, Málaga, Albacete, Badajoz, Salamanca y La Coruña. El resto permanecerán en el hangar y podrán emplearse en caso de accidente o avería de los aparatos asignados. Es importante explicar que el Ministerio de Defensa, en este caso, el Ejército del Aire es responsable de la operación de los aviones y de su mantenimiento, mientras que el Ministerio de Transición Ecológica decide su utilización. Por su parte, la UME asume la dirección de las operaciones en los incendios declarados de interés nacional.
Los primeros CL-215 llegaron a España a principios de los años 70 del siglo pasado, adquiridos por el entonces Ministerio de Agricultura. Este modelo es el primero de una serie de aviones anfibios construidos inicialmente por la compañía Canadiar, adquirida después por Bombardier, para combatir los incendios en las bastas masas forestales de su país, Canadá. En 1980, el Ejército del Aire constituye el 43 Grupo, heredero del entonces 404 Escuadrón y del 803 Escuadrón que operaban los aviones de su adquisición.
1989 es un año importante para la flota. El Ministerio de Agricultura da luz verde a una modernización de los motores, que permite dar el salto de una propulsión a pistón a un motor turbohélice (CL-215T). Ya en este siglo entraron en servicio los cuatro CL-415, tres fueron comprados con el presupuesto de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y el cuarto con fondos del Ministerio de Agricultura. El plan inicial era adquirir nueve hidroaviones de esta versión, pero llegó la crisis de 2008. Los dos modelos son prácticamente iguales por fuera a simple vista. Las principales diferencias están en el interior. El CL-415 cuenta con una cabina de vuelo en su mayor parte digital, equipada con pantallas multifunción, y en la parte inferior de fuselaje el sistema de descarga del avión dispone de cuatro compuertas, frente a las dos del CL-215.
Carga de agua en 10 segundos
La carga tiene lugar en apenas diez segundos sobre cualquier superficie de agua (embalse, lagos, ríos o en la mar), con una profundidad mínima de 1,20 metros, cuando las condiciones de viento, oleaje y profundidad son las adecuadas. En el mar, por ejemplo, la operación no es posible con olas de más de un metro. En el interior, estos hidroaviones disponen de dos depósitos en la bodega para el agua y otros dos para almacenar hasta 600 litros de retardante ignífugo. El agua entra en los depósitos a través de dos sondas retráctiles desplegadas mientras el avión se desliza por la superficie del agua a una velocidad de entre 110 y 130 kilómetros por hora. Para llenar completamente los tanques es necesario recorrer entre 600 y 1.000 metros.
Tras alzar de nuevo el vuelo, el piloto desde la cabina puede accionar un control para incorporar retardante al agua, si la situación del fuego lo hacen necesario. En el momento que el avión alcanza su objetivo, la descarga se produce en apenas un segundo. Si el punto de carga y el fuego están próximos, un CL-415 puede llegar a efectuar la nada desdeñable cifra de 100 descargas en apenas cinco horas.
El 43 Grupo participó el año pasado en la extinción de 433 incendios forestales, con un total de 1.300 horas de vuelo y 3842 descargas de agua. Las operaciones de esta unidad fueron determinantes en grandes incendios que tuvieron lugar en la época estival en Tarragona, La Granja (Segovia), y Gran Canaria. Un apagafuegos español además prestó apoyo en la primera y única misión en la que por el momento ha sido activado el sistema de emergencias Resceu de la Unión Europea, un mecanismo del que España oficialmente forma parte desde este 2020.
Cada temporada, las maniobras de carga y descargar suelen dejar fotografías para el recuerdo. El año pasado, sin ir más lejos, se hizo viral la imagen de un apagafuegos a baja altura sobre la playa de La Concha en San Sebastián. Este tipo de maniobras, causan sorpresa, pero siempre están calculadas al milímetro.
Modernización de la flota
El futuro, no muy lejano, pasa por la modernización de una flota con más de 185.000 horas de vuelo en sus alas, para continuar dando respuesta de forma eficiente a la lucha contra los incendios forestales, cada vez más ligados a los efectos del cambio climático. En el caso de los CL-215T cuenta con décadas de servicio y con una tecnología analógica que ya no está adaptada a los requisitos de las nuevas normativas que van surgiendo.
El diseño de los CL-215T y el CL-415 son propiedad hoy de la empresa canadiense Viking Air. Esta compañía ha lanzado recientemente una nueva versión conocida como CL-515 con una capacidad de carga de hasta 7.000 litros de agua, mejoras tecnológicas que facilitan la operación y un menor consumo de combustible. Este desarrollo es el principal candidato a sustituir a los CL-215T más antiguos, eso si, cuando el presupuesto lo permita.
Mientras, el Ejército del Aire sigue realizando cada año un importante esfuerzo, económico, y también de mantenimiento, para garantizar la disponibilidad. Los aviones pasan profundas revisiones en las maestranzas aéreas durante los meses de menor actividad y llevan a cabo de forma periódica ejercicios de adiestramiento, con el objetivo de cumplir, llegado el momento, frente a las llamas, con el lema de la unidad: “Apaga y Vámonos”.
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