Juicio 17-A
La cara amable de los terroristas al comprar los componentes explosivos: “Era un chico muy educado y hablaba perfectamente catalán”
Los autores de los atentados de Barcelona y Cambrils explicaron que necesitaban el peróxido de hidrógeno “para blanquear ropa” en Marruecos y la acetona “para limpiar madera”
Los terroristas de los atentados de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 no levantaron sospechas al adquirir en las semanas previas a los ataques los componentes que necesitaban para fabricar los explosivos que almacenaron en la casa de Alcanar. Varios empleados de los establecimientos donde algunos de ellos compraron importantes cantidades de peróxido de carbono y de acetona han declarado hoy como testigos en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional y han recordado que tuvieron un comportamiento educado, tranquilo y que tanto Mohamed Hychami (uno de los autores del atentado de Cambrils) como Younes Abouyaaqoub (el terrorista que sembró el terror en Las Ramblas a los mandos de una furgoneta) hablaban “perfectamente catalán”.
Entre el 27 de junio y el 14 de julio de 2017, los terroristas compraron 480 litros de peróxido de hidrógeno y 500 de acetona, además de 25 litros de ácido sulfúrico y 20 bombonas de gas GLP en una decena de localidades catalanas y en la castellonense de Vinaroz. Además de Hychami y Abouyaaqoub, en esas gestiones para hacerse con los precursores del material explosivo participaron Youssef Aalla (que falleció junto al considerado ideólogo de la célula, el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, en la explosión de la vivienda de Alcanar), Omar Hichamy (otro de los terroristas de Cambrils) y uno de los tres acusados, Mohamen Houli Chemlal, para quien la Fiscalía pide la pena más alta, 41 años de prisión, aunque no le imputa los asesinatos.
En la empresa Industrial Sabonera, uno de los terroristas adquirió el 12 de julio 100 litros de peróxido de hidrógeno. Dijo, según han recordado los hermanos responsables del establecimiento, que quería “llevárselo a Marruecos para venderlo para blanquear la ropa, porque allí no había”. El número de DNI que les facilitó, a nombre de otro de los acusados, Said Ben Iazza, no lo reconocía el sistema, pero finalmente se cerró la venta y se llevó las cuatro bombonas. Uno de los encargados ha dicho que no se fijó en la foto porque supuso que se trataba de la misma persona, pero al salir con la carretilla para llevar la mercancía si vio “al menos tres neveras tipo combi blancas en el interior” (necesarias para mantener ese material a la temperatura adecuada).
En otro establecimiento de Tortosa, Clos, se hicieron con cinco botellas de cinco litros de acetona en la semana previa a los atentados. El terrorista pagó en efectivo. “Le pregunté para qué era y me comentó que era para la limpieza de madera. Pidió todo lo que tuviese en la tienda”. Además, hizo otro pedido e insistió “en que estuviese antes del 15 de agosto”.
El 26 de julio, Mohamed Hichamy compró siete garrafas más de acetona, de 25 litros cada una, en Pinturas Vic. “Le preguntamos si quería factura y nos dijo que no hacía falta porque tenía una empresa de metal y que necesitaban la acetona para llenar un depósito para limpiar material”. “Era un chico muy educado y hablaba perfectamente catalán”, ha asegurado uno de sus trabajadores en esas fechas. “Me dice que ya se lo carga el, que gracias y adiós. Fue muy breve”, ha recordado el mozo de almacén.
Más tarde, entre el 2 y el 3 de agosto, en una tienda de Pinturas de Tortosa “se presentó un chico joven diciendo que quería disolvente y acetona. Me pidió más de la que teníamos en ese momento y le dije que se pasara en las próximas fechas, que pediríamos a la fábrica. Se llevó la garrafa y pagó en efectivo. Volvió otro día, pero yo no estaba”. Era, de nuevo, Mohamed Hichamy, según han ratificado fotográficamente.
Otro de los empleados ha explicado que en esa nueva visita, Hichamy preguntó “cuánta acetona tenía en el almacén”. “Le dije que cinco garrafas y se las llevó todas. Me pidió diez más, pero le dije que tenía que esperarse al menos una semana y ya no vino”.
La mecánica se repitio en Pinturas Galindo, en Vinaroz, donde Hichamy dijo que “era de una empresa que se dedicaba al hierro y al metal y que necesitaba acetona”. “Le vendimos cuatro garrafas y dijo que volvería a por más el día siguiente”. Pero ya no volvió.
En otra empresa de San Carlos de la Rápita, Montsistem, fue Younes Abouyaaqoub quien se presentó para hacer acopio de los precursores necesarios. “Entró el chico de las Ramblas y compró unos interruptores y bombillas de señalización con unos pulsadores”, ha rememorado la empleada que lo atendió, que ha corroborado que también hablaba “perfectamente” el catalán.
En la sesión también ha testificado un representante de la Droguería Roig de Ripoll, quien ha corroborado que hizo una venta de ácido sulfúrico a la empresa Comforsa, donde trabajaba Mohamed Hychami y había hecho prácticas un mers El Houssaine Abouyaaqoub, hermano del terrorista de Las Ramblas. Un empleado de esta última ha asegurado al tribunal que “esa garrafa fue una compra esporádica, porque a veces se acaba y tenemos que pedir de urgencia una garrafa de 25 litros que supongo que se utilizó en el momento en que llegó y quedó vacía en el almacén”. Un almacén al que, ha precisado, tenían acceso todos los trabajadores de la empresa.
Por su parte, dos mossos que han testificado igualmente ante el tribunal han ratificado que se identificó a Mohamed Hichami y Youseff Aalla como las dos persona que compraron en un local de San Carlos de la Rápita “15 fundas de almohadas, una bolsa de bridas y una bolsa de plástico”. Entre los escombros de la casa de Alcanar los agentes hallaron 56 fundas de almohada utilizadas para almacenar los explosivos, una vivienda en la que llegaron a almacenar entre 200 y 500 kilos.
Venta de joyas: “Desde un principio me dio mala sensación”
Todas esas compras las financiaron en parte con la venta de joyas robadas en diferentes establecimientos. La empleada de uno de ellos ha recordado que el joven que acudió a su tienda “llevaba bastante oro”. Le llamó la atención que las iniciales que figuraban en algunas de esas joyas no coincidían con las de sus apellidos y le preguntó si eran de su madre. “Dijo que no, que eran de una amiga”. “No le compré la totalidad de las joyas porque me dio la impresión de que no eran suyas”.
En otra ocasión, el 12 de agosto, ha añadido, “vino otro chico a vender joyas”. “Desde un principio me dio mala sensación y no quise comprárselas. Me mostró el carnet de conducir y se tuvo que pensar la dirección. Me explicó que como viajaba mucho por eso había tenido que pensársela”.
Esas joyas eran propiedad de otra testigo que ha comparecido a continuación, propietaria de un restaurante donde trabajó otro de los terroristas de Cambrils, Said Aalla, quien se las robó el 14 de julio mientras ella trabajaba en su negocio. La mujer ha constatado que aún no se las han devuelto: “Creo que están todavía en Madrid”. Y el presidente del tribunal, Alfonso Guevara, le ha tranquilizado asegurándole que se las darán “lo antes posible porque esas joyas no hacen falta para el juicio”.
En otro establecimiento, Compro Oro Inversión, uno de los terroristas fue a vender “bastante cantidad” de joyas, ha rememorado la empleada, que le preguntó de dónde procedían. “Me dijo que eran herencia de su abuela que había fallecido y que ellos solían pasar el verano en Vinaroz y su madre había decidido venderlas para pasar el verano”. Era, ha recalcado, “una persona normal y tranquila” y “bastante educada” de la que no sospechó.
El 14 de agosto, el acusado Mohamed Houli junto a Youssef Aalla y Younes Abouyaaqoub acudieron a Vinaroz a vender más joyas, obteniendo 500 euros por esas piezas de oro. Según ha constatado un ex trabajador de la joyería Habana 5, dos días antes había estado en su local Youssef Aalla, pero la venta no se llegó a cerrar.
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