Historia
Un día le enseñó una foto antigua y le dijo: «¿Conoces al que está ahí sentado?». Claro que le reconoció: era su abuelo, de joven, al lado del mismísimo Adolf Hitler. Ya conocía su pasado dentro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, incluso supo que había llegado a formar parte de las SS, pero no que había pertenecido al círculo más estrecho del führer.
«Me lo contó poco antes de morir, tendría ya 85 años y él murió a los 93. Yo siempre le pedía que me contara cosas de aquella época pero siempre rehusaba el tema yo creo que porque no sabía lo que yo pensaba: si le creería a él o lo que contaban en la escuela (…) Hay gente que le interesa la verdad y no lo que hablan en los libros (…) Porque fue un partido de trabajadores, cuando llegaron al poder empezaron a tener máquinas nuevas, duchas y hasta vacaciones. Alemania por fin se estaba levantando tras una guerra. (...) La verdad es que me siento muy orgulloso de que mi abuelo haya tenido la ocasión de conocerle (a Hitler) en privado y haberle podido llevar a sitios». Así contaba Tilo Kranzler en el programa «Informe Enigma» de Radio Platja d’Aro que su antepasado había sido uno de los conductores de Hitler; algo de lo que la policía alemana no tiene constancia y que probablemente fuera un «farol» de este peculiar tipo que ahora ha sido detenido por la Guardia Civil por tráfico de armas. Prueba de esa exaltación del fascismo que no ocultó en esta entrevista de radio, concedida en octubre del año pasado, es que la casa de este alemán que tres días antes de ser arrestado cumplió 54 años era un auténtico museo nazi.
Los agentes más avezados ya saben que una investigación puede llevarles por sorprendentes derroteros pero es cierto que, en esta ocasión, ni se les pasó por la cabeza que tratando de averiguar quién surtía de armas a los traficantes de droga y mafias que operan en el sur de España iban a toparse con este nostálgico del Tercer Reich camuflado en un pueblo de Málaga y con un compatriota, ya jubilado, que escondía en casa un taller de armas. La rocambolesca historia no debe eclipsar la importancia de la operación desarrollada por los agentes de la Unidad Central Especial 3 de la Jefatura de Información de la Guardia Civil –con ayuda de la Policía Criminal de Alemania (BKA)– y que ha supuesto el corte del suministro de armas a los narcos del hachís que operan en la zona del Campo de Gibraltar y a gran parte de las mafias que se enfrentan desde hace años en la Costa del Sol malagueña. Durante un tiempo y hasta que encuentren otro proveedor, les resultará más complicado abastecerse de armas de fuego.
Todo comenzó cuando los investigadores se dieron cuenta de que las armas incautadas en las diferentes operaciones contra estos grupos criminales compartían un denominador común que hacía pensar que venían del mismo proveedor. Y es que, al analizarlas, comprobaron que se trataba de un modelo muy concreto de fabricación yugoslava: el Zastava M70 con la culata plegable; muy cortito y fácilmente ocultable, lo que la convierte en un arma muy cómoda para los delincuentes porque lo pueden llevar en una bolsa de deportes o debajo del abrigo. Todas las armas que analizaron tenían el número de serie borrado y las habían «repintado» o, mejor dicho, repavonado, el tratamiento que se aplica a las armas con un material especial y que, en este caso, servía para aparentar que eran nuevas, ya que tapa las marcas originales, esas que guían a investigadores en la averiguación de su trazabilidad.
Eran armas de «coleccionista» adquiridas en Europa del Este pero habían pasado por un «taller» local para hacerlas útiles. El «manitas» era un jubilado alemán de 70 años que en 2004 había cumplido condena por tráfico de armas de Hannover (Alemania). Tras salir de prisión y con el objetivo de salir del foco policial, decidió instalarse junto a su mujer en España; concretamente en Coín (Málaga). Aquí llevaban desde 2013. El hombre no salía apenas de casa: había remodelado una zona de la vivienda para hacer un auténtico taller con toda la maquinaria necesaria para convertir armas de coleccionista en unas auténticas reactivándolas con cañones nuevos y así poder venderlas en el mercado negro.
El capitán Castellanos, responsable de la operación «Nongreta», asegura que tenía de todo: torno fresadora, centro de mecanizado, taladros de columna y hasta un horno de pavonado. La potencia de la maquinaria era tal que necesitó apañar un enganche pirata a la luz. «Compraba en países del Este de Europa: República Checa, Eslovaquia... Eran armas de guerra desactivadas que se venden en internet inutilizando el cañón, por 500 o 600 euros. Tras el Pacto de Varsovia, estos países acumularon un arsenal enorme y al caer el Telón de Acero y desaparecer la URSS, esos países ingresan en la UE y la OTAN y todas esas armas se quedan obsoletas. Para dar salida al stock, las desactivan y las venden para coleccionistas pero este hombre las compraba y las reactivaba fabricando cañones nuevos en su propia casa», explica el capitán.
Para este jubilado no era ningún reto porque precisamente era su trabajo en Alemania: siempre trabajó con esta maquinaria como armero montador; es decir, fue su oficio de toda la vida y los últimos años pretendió aumentar su pensión haciendo lo que siempre hizo pero, esta vez, para el mercado negro.
En noviembre de 2019, la Policía alemana encontró un arsenal enterrado en una finca de Hannover que estaba a nombre de su mujer. Ella fue detenida por este hecho y entró en prisión pero la policía alemana se dio cuenta de que quien estaba detrás de esas armas era él y emitieron una orden europea de detención a efectos de extradición. Este hecho vino a confirmar las sospechas de la Guardia Civil: que seguía activo y que estaba haciendo lo mismo en España. Al entrar su mujer en prisión él aumentó las medidas de seguridad. De hecho, cuando los agentes entraron a hacer el registro el pasado 14 de diciembre (cuando se produce la fase de explotación de la operación con las detenciones) vieron que tenía en la vivienda unos sacos de cemento porque acababa de construir un zulo detrás de un falso tabique. Gracias a un perro detector de armas del Servicio Cinológico dieron con su «escondite»: un sofisticado taller clandestino.
Como él no tenía un gran dominio del español se relacionaba con otros alemanes de la zona, entre ellos, el «protagonista» de la historia: uno de los mejores anfitriones en la Costa d el Sol: el señor Kranzler, el supuesto nieto del chófer de Hitler, que oficialmente decía dedicarse a la exportación de productos de alimentación andaluces a Alemania y que es muy respetado en la zona no solo por sus compatriotas, sino que también contaba (hasta ahora) con amistades entre diferentes mandos de la Guardia Civil, según fuentes policiales. El experto en manipular cañones y el amante del III Reich, pronto debieron encontrar su pasión común: las armas.
Kranzler vivía en Alhaurín el Grande, cerca de Coín, donde también contaba con un terreno con una caravana. Fue al entrar en su vivienda cuando los agentes se quedaron pasmados: allí había un completísimo museo nazi, con cientos de piezas en medallas, cascos, uniformes, banderas y retratos del führer. Incluso en la misma fachada, por fuera, tenía sus esvásticas y sus láminas de mitología germánica, tan exaltada por el régimen nazi.
En el programa de radio él confesó tener bastante material a modo de colección, algo que en Alemania se considera delito por sospecha de enaltecimiento. Sin embargo, aquí no lo es. Él, no obstante, asegura que lo tenía a modo de hobby y que lo alquilaba para recreación histórica en producciones y películas. De hecho, asegura que el filme «El Hundimiento», se rodó con parte de sus uniformes de la II Guerra Mundial. Durante la charla radiofónica no se cortó en decir que «Adolf» debió ser un tipo enormemente carismático y detallista: «Lo sabía todo sobre su gente: felicitaba a todos por sus cumpleaños, se acordaba del nombre de las mujeres y los hijos de todos y les preguntaba por su nombre...». Incluso aprovechó para quejarse de que Facebook le había borrado la cuenta y lamentaba que no hubiera «libertad de expresión».
Sin embargo, durante el registro de su casa estaba muy tranquilo porque sabía que allí no tenía las armas. Las almacenaban en un piso franco que tenía a las afueras del municipio, en una nave alquilada. Aquello era un verdadero arsenal.
Si el jubilado era el «fabricante» y el nieto del chófer nazi era el encargado del depósito, había otra pieza clave: un ciudadano inglés de solo 34 años dedicado al trapicheo de estupefacientes que llevaba en la zona desde 2008. Él era el enlace necesario entre los alemanes y las organizaciones criminales. «Él las vendía y se llevaba la comisión que consiguiera sacarle a cada una», asegura Castellanos. El precio de fábrica estaría en torno a las 1.500 o 2.000 euros para las armas cortas y los 3.000 o 4.000 euros para los fusiles de asalto, según el capitán. Tras el tratamiento y venta, el precio final para el usuario estaría «en torno a los 8.000 euros para el usuario final», un gasto sin importancia para este tipo de clanes.
El inglés tenía tres pasaportes falsos, sus conducciones eran temerarias hasta el punto de complicar sobremanera el seguimiento policial y tenía una plantación indoor de marihuana, lo que podría complicarle las cosas aún más que a los alemanes.
El Juzgado de Instrucción de Coín ha ordenado el ingreso en prisión provisional de los tres. Están acusados de integración en grupo criminal, tráfico y depósito de armas, tráfico de municiones, tráfico de drogas y falsedad documental.