Coalición
Podemos, menos agenda, más visibilidad
La distorsión entre percepción y realidad se aprecia en Iglesias e Irene Montero, son los ministros más conocidos del Gobierno y los que menos actividad vinculada a su cartera despliegan
El primer Gobierno de coalición de la historia de la democracia cumple un año. Un hito político que ha obligado a sus componentes a un esfuerzo de convivencia que no siempre ha sido todo lo pacífica que cabría esperar. La asimetría representativa entre el PSOE, con 120 diputados, y Unidas Podemos, con 35, tuvo su reflejo en la composición de un Consejo de Ministros mastodóntico en el que el equilibrio de fuerzas se materializó en un 18 a 4. Los socialistas mantuvieron las carteras de 2018 y se limitaron a desdoblar algunas de ellas para dar entrada a los morados. Sin embargo, esta escasa presencia ministerial no se corresponde con la presencia pública, en la que los dirigentes de Unidas Podemos tienen un impacto muy superior al de sus colegas de Gabinete. Solo Pedro Sánchez como presidente y Salvador Illa, bajo el «efecto Covid-19», pueden presentar batalla en este campo. A pesar de partir desde posiciones desiguales tanto en representatividad real como en percepción ciudadana, desde Podemos se reclama con demasiada asiduidad su cuota de protagonismo, lo que ha generado un profundo malestar dentro del Gobierno en los últimos meses.
Como socio minoritario, los morados corren el riesgo de acabar quedando fagocitados por el PSOE dentro de la coalición y se revuelven contra esta eventualidad siempre que pueden. Una severa advertencia se produjo en las elecciones vascas y gallegas del pasado 12 de julio, en las que las marcas asociadas a Podemos quedaron relegadas, si no abocadas a la desaparición en País Vasco y Galicia, respectivamente. En el horizonte, ahora, está la próxima convocatoria electoral en Cataluña, un nuevo examen para poner a prueba la rentabilidad política de estar en Moncloa y que anticipa un nuevo choque de sensibilidades que ya se aprecia en el abordaje de cuestiones como los indultos a los líderes del «procés» o la reforma del delito de sedición en el Código Penal que, indiscutiblemente, también tendrá un efecto sobre los políticos independentistas en la cárcel. Fuera de la órbita catalana también se mantiene el disenso en el modelo de Estado, tras los escándalos del Rey emérito y el discurso de Navidad de Felipe VI, o las reformas pendientes, como la laboral o la subida del SMI.
La distorsión entre percepción y realidad se aprecia claramente cuando se cruzan dos variables: el volumen de actos públicos en los que participan los ministros que componen el Gabinete, con el grado de conocimiento que estos tienen entre la población. ¿Qué debe primar? La presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), Verónica Fumanal, lo tiene claro. «La visibilidad en política es muchísimo, porque la primera regla del marketing es que nadie consume, vota o compra lo que no conoce. Puede haber un candidato o producto que sea muy bueno, pero si no lo conozco, no lo voto ni consumo por desconocido», señala.
Este diario ha repasado la actividad del Gobierno, desde que se reactivara su agenda institucional tras el parón estival, con una primera reunión del Consejo de Ministros el 25 de agosto, hasta la actualidad, con el objetivo de valorar cómo se reparte la carga de actos públicos entre el presidente del Gobierno y las 22 carteras en los últimos cuatro meses. Una carga de trabajo desigual y que, en todo caso, no se corresponde con el impacto real que los ministros tienen en la sociedad y que quedó reflejado en el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el del mes de octubre, que preguntó sobre el índice de conocimiento y valoración de los ministros.
La titular de Exteriores, Arancha González Laya, es la que más actividad pública desarrolla dentro del Gabinete. Un total de 304 actos, lo que supone una media de 2,2 al día. En el otro extremo, se ubica la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que, desde mediados de agosto, su agenda apenas ha recogido una treintena, lo que supone un acto del ministerio cada cuatro días. Al margen quedan, las ruedas de prensa que protagoniza cada martes tras el Consejo de Ministros y en las que suele estar acompañada de otros colegas del Ejecutivo. Sin embargo, la hiperactividad de González Laya no se ve reflejada en su índice de popularidad, ya que se ubica en la cola de los ministros en este ranking (puesto 18), porque un 56,6% de los encuestados por el CIS dice no conocerla. Su valoración se ubica en el 3,8.
Perfil político o tecnócrata
Aquí juega un papel fundamental el perfil que quieran asumir los ministros. Si adoptar uno más político –hay algunos afiliados al PSOE como Carmen Calvo o José Luis Ábalos– o mantener la condición de tecnócratas –como Nadia Calviño o José Luis Escrivá– sin vinculación directa con los partidos, que les permita dar el salto desde el Gobierno a otros organismos o volver, cuando salgan del Ejecutivo, a sus responsabilidades anteriores. «El interés es algo con lo que se juega», señala Eduardo González Vega, consultor y profesor en el Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político de la Universidad Camilo José Cela. «El Gobierno sabe qué ministros van a tener un papel más mediático y un perfil más público, es algo que se planifica. También puede ser cuestión estratégica poner como ministro a una persona de perfil bajo en cuanto a visibilidad para sacar adelante más gestión política», asegura. En el caso concreto de González Laya desliga su desconocimiento ciudadano de su ministerio, pues entiende que «si la ministra de Exteriores fuera una persona de la primera línea mediática, sí interesaría a la sociedad, por lo que más que las carteras interesan las personas y la política».
La distorsión más notable se aprecia en los ministros de Unidas Podemos, que se encuentran entre los que menos actos protagonizan, pero son, a su vez, los más populares. Fumanal lo explica porque «los ministros de Podemos ya tenían un altísimo nivel de conocimiento previo, por ser líderes o referentes de su partido antes de llegar al ministerio». Por ejemplo, Pablo Iglesias es el ministro de la cuota morada que menos actos realiza, solo 43 desde agosto, lo que supone una media de uno cada tres días. Sin embargo, además del perfil público que ostenta como candidato nacional y líder de Podemos, el vicepresidente orienta su agenda masivamente hacia las entrevistas en medios de comunicación y en su actividad parlamentaria. Lo que implica que cultiva y amplifica esta imagen pública como parte de su estrategia. No en vano, Iglesias es el vicepresidente que menos agenda desarrolla, pero es el ministro más conocido por la sociedad. «La fuerza minoritaria de un Gobierno de coalición intenta aprovechar su posición mediática para obtener visibilidad e intentar tener cierta diferenciación con su socio», señala Eduardo González Vega.
Como segundos ministros más conocidos y con menos agenda de Podemos, se ubican Irene Montero y Alberto Garzón, con 51 y 56 actos respectivamente. El titular de Consumo es el cuarto más popular, por detrás de Salvador Illa. Aupado por el «efecto Covid-19», el ministro de Sanidad es el tercero más conocido por los españoles, y el cuarto que más actos protagoniza, con 153 desde agosto. Esto, unido a las buenas encuestas han llevado a convertirle en el candidato propicio para liderar la lista del PSC en las elecciones del 14 de febrero. Solo le superan, por detrás de González Laya, Pedro Sánchez (159) y la titular de Industria, Reyes Maroto, cuyos 154 actos apenas le llevan a rentabilizar su impacto público, es la 16 de 22 ministros en el ranking de conocimiento. Le sigue en «desconocimiento» ciudadano el ministro morado de Universidades, Manuel Castells, que, sin embargo, es el que más actos realiza de sus colegas de Podemos (80). «A día de hoy, la comunicación debe estar en el centro de la toma de decisiones de la política, ya que es un factor clave para su éxito», señala González Vega y, no en vano, los únicos ministros del primer Gobierno de Sánchez que no repitieron en el de coalición fueron los que tuvieron un perfil más bajo. ¿Casualidad?
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