PP

Casado blinda a su “dos” de la exigencia de crítica y relevos

Dirigentes regionales y provinciales trasladan el malestar por vía privada al líder

Los barones de «peso» no acudirán hoy a la sede de Génova en la imagen
Los barones de «peso» no acudirán hoy a la sede de Génova en la imagenJesus G. FeriaLa Razón

Pablo Casado tendrá que someterse hoy al examen oficial del Comité Ejecutivo de su partido. Pero es un examen con trampa, «dopado», podría decirse, porque lo que de verdad piensan, y está trasladando el poder territorial, regional y provincial, al líder del PP no se escuchará hoy en esa Ejecutiva. Un cónclave, además, descafeinado, por las ausencias de barones de «peso». El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, no asiste porque la hora fijada por Génova coincide con su reunión del consejo de gobierno. Y tanto el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, como el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, intervendrán vía telemática. Feijóo lanzó ayer un primer aviso, muy medido, sobre la necesidad de examinar las razones del desastre electoral en Cataluña. Al candidato, Alejandro Fernández, le salvan de la responsabilidad porque bien saben en el conjunto de la organización popular que la estrategia la ha impuesto Génova, con una tutela que en Cataluña se ha visto como una injerencia que no les ha dejado más margen que el de acatar las decisiones.

Por supuesto, el poder territorial no valida el discurso de Génova que responsabiliza al ex tesorero Luis Bárcenas, a Mariano Rajoy y hasta a Soraya Sáenz de Santamaría del batacazo del 14-F. Pero esta crítica y enmienda generalizada, que se extiende también a las direcciones provinciales, Hotno explosionará hoy como una revuelta, sino que es un ruido interno que avanza con el objetivo de que Casado dé un golpe en la mesa y rectifique su equipo de confianza para poner pie en pared y frenar el desastre.

Sin embargo, Casado está decidido a blindar a su «número dos» de las críticas territoriales, y ayer, ante la pregunta de si iba a haber cambios por los resultados de Cataluña, la respuesta de Génova fue categórica: «No». Es verdad que, en el pasado, cuando el golpe de las elecciones generales de abril, que dejaron al PP en 66 escaños, la primera respuesta también fue conservadora, pero la presión de los barones obligó a Casado a escenificar un cambio de rumbo y a centrarse. En esta coyuntura, la dirección se enfrenta, además, en estos meses a un complejo proceso de congresos provinciales, y están tanteando adelantar los regionales. Fuera de Madrid lo ven como un plan de «barrido» de dirigentes veteranos para colocar a afines a la nueva dirección, y como una razón de peso para que crezca la desafección hacia la cúpula nacional.

A sabiendas de que apuntar contra el «número dos» del partido es elevar mucho las aspiraciones, en el poder territorial hay quien sugiere buscar soluciones intermedias que ayuden a que Casado mejore su relación con el poder territorial y haga cambios para mejorar la coordinación. Hasta hay quien especula con la idea de recuperar la figura de un coordinador general, que haga de puente entre Génova y los barones. O hay quien lleva la crisis a posiciones tan extremas como plantear que pueda acabar en una gestora que tome el control del Congreso y del Senado. Los escenarios apocalípticos crecen bajo la depresión de la debacle en Cataluña, que unida a la que se confirmó en País Vasco, provocan la reflexión de si un partido nacional está en condiciones de gobernar la Nación siendo residual en estas dos comunidades autónomas.

Huida hacia adelante

La salida de la dirección consistirá en una huida hacia adelante, en la que responsabilizarán sobre todo al contexto, y a no a sus decisiones, del hecho de que el PP se haya dejado en estas elecciones hasta 80.000 votos, mientras Vox se estrena en el Parlamento catalán como cuarta fuerza política y 11 escaños.

Bárcenas, la abstención, la herencia de Rajoy, todo el partido se ha implicado en la campaña y todo el partido es corresponsable de los resultados... Pero todos estos argumentos pueden funcionar como mantra oficial, pero no ocultan la preocupación en Génova sobre el proyecto político de futuro.

El problema es Vox, y las elecciones catalanas han sido la primera prueba que ha decantado de lado de los de Santiago Abascal la dura posición del PP contra la moción de censura que Vox presentó en otoño al Gobierno de coalición.

En Génova mueven hilos en la sombra con la mente puesta en culminar al menos el abordaje final a Ciudadanos, con tanteos interpuestos, pero en el partido no está tan claro que ese camino arregle el problema de credibilidad que siguen teniendo en una buena parte del electorado de la derecha. Ni el España Suma ni el voto útil, «los bandazos y virajes nos quitan credibilidad y se la dan al liderazgo de Vox», sentencian en la bancada popular en el Congreso.

Y como remate, la sensación creciente en el partido de que el ex presidente del Gobierno José María Aznar cada vez está más cerca de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y menos de Pablo Casado después del cese de Cayetana Álvarez de Toledo.