La estrategia
Yolanda Díaz resiste ante las presiones de Pablo Iglesias
La vicepresidenta rebaja la autoridad del ex líder y en su entorno se preguntan «si no se había ido de la política»
Todo está en el aire. No hay prisa, de momento, en sentarse a hablar sobre elecciones, candidaturas, marcas y programas. Solo hay una certidumbre clara, que hayun proceso en marcha de «escucha activa» y que los partidos no deben ser protagonistas en el nuevo ciclo político, sino herramientas para el cambio.
Es esta lentitud en los tiempos por parte de la vicepresidenta segunda del Gobierno –unida al calor y a las proclamas de unidad que afloraron en Valencia en el acto de «Otras Políticas», junto a Ada Colau, Mónica Oltra y Mónica García– algunos de los motivos que preocupan en Podemos y hasta desesperan a algunos de sus dirigentes, según confiesan en privado. En el cuartel general morado preferirían que Yolanda Díaz fuese más clara en cuanto a cómo, cuándo y con quién quiere consolidar su «frente amplio». Sin embargo, la vicepresidenta es tajante en asegurar que ahora está dedicada exclusivamente a su trabajo dentro del ministerio y que nada le moverá de este planteamiento.
Dentro de Podemos respetan sus tiempos y no quieren dar pistas en público del malestar interno que empezó a generarse el pasado fin de semana a raíz de la escenificación de la unidad que se creó en Valencia, una foto en la que no hubo lugar para ninguna de las ministras moradas. En el partido se limitan a subrayar que esperan que haya «otros actos en los que participemos todas». Una frase que sirve para analizar el estado que se vive en Podemos. Incomodó la foto de hace una semana y se espera que no haya repetición sin las ministras moradas. Pero de momento no llegará. De hecho, hoy volverá a producirse una foto entre Yolanda Díaz, Ada Colau y Mónica Oltra, en la que no participará la ministra Ione Belarra o la ministra Irene Montero, «por imposibilidad de agenda», según subrayan fuentes del partido, que inciden en que la ministra estaba «invitadísima» por los comunes a la clausura de su asamblea.
Conscientes, además, de que no deben de levantar ningún tipo de sospecha para no generar roces, en público los morados «saludan» el «pistoletazo» de salida de la vicepresidenta y aseguran que habrá «muchas más citas» en adelante. Será cuando se convoque la mesa confederal de Unidas Podemos cuando se exponga a la vicepresidenta, en privado, estas cuestiones. Es por ello que quien entra en juego es el ex vicepresidente del Gobierno y ex líder de Podemos, ya no desde la sombra, sino abriendo el debate en medios para presionar a la vicepresidenta. Comenzó a principios de esta semana, donde desde los micrófonos de la Cadena Ser arengó con el fantasma del adelanto electoral, vaticinando que el presidente del Gobierno podía convocar elecciones antes de tiempo para cerrar la puerta al proyecto de izquierdas.
En su condición de analista político, aprovecha para lanzar mensajes en clave interna con el objetivo de que la vicepresidenta apure en la consolidación de su proyecto político. Alude, además, al liderazgo en estas conversaciones que debe llevar Unidas Podemos con el resto de fuerzas políticas. Mandó mensajes clave también a la vicepresidenta, censurando que ni la ministra Ione Belarra ni la ministra Irene Montero, hubiesen estado presentes en el acto de Valencia. “Me hubiese encantado que hubiesen estado”. Desde el sector morado se apuesta por esta vía para que la marca no pierda influencia e incluso se suman a arengar con el adelanto electoral. Pero en el entorno de Díaz se desoyen, de momento, estas proclamas.
Un aviso del ex vicepresidente choca que contradice incluso los planteamientos que él mismo defendía cuando se encontraba en Moncloa. Iglesias como vicepresidente llamaba a sus cuadros a agotar la legislatura al completo. Eso es precisamente lo que sigue defendiendo hoy su sucesora, que tiene por objetivo antes de finalizar el año aprobar la derogación de la reforma laboral. Además, la llegada de los fondos europeos es uno de los salvavidas que une a las dos patas de la coalición. En ambos partidos –y en esto también coincidía Iglesias hace un año– existe la unanimidad de que no deben dar la oportunidad a que un PP en alza logre sumar junto a Vox y liderar el Ejecutivo. «Gobernar, gobernar, gobernar», es la máxima que guía a Díaz.
Así, ella misma respondió esta semana a Iglesias rechazando «especulaciones» en cuanto a un posible adelanto electoral. Desde el equipo de la gallega se desliza que era ella quien conversaba con el presidente, dejando entrever que es ella quien conoce los planes de Sánchez. De hecho, destacan que la relación con Sánchez es buena y fluida. En cuanto a la nueva faceta del ex vicepresidente, si se les pregunta, contestan con sorna «¿pero no había dejado la política?», un planteamiento que deja claro que en los planes de la vicepresidenta no se encuentra el de avenirse a las presiones. Ante todos los focos que se sitúan sobre ella, en su entorno cercano ironizan «que no la quieran tanto que al final la van a matar», sobre todo en referencia a Iglesias, pero también por el ex jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Nicolás Redondo, que escribió un artículo en el que la situaba como próxima presidenta del Gobierno. Las presiones molestan, pero prefieren dejarlas en un segundo plano y así no desgastar su figura.
Es por ello que el trabajo se realiza en el más pulcro silencio, pero los pasos se van dando. De igual modo se nota en la diferenciación de equipos. La vicepresidenta cuenta con un núcleo duro que se aleja del que en su día llevó a Podemos a Moncloa. Un gesto más que deja claro que la vicepresidenta no quiere «tutelas». Claves para esta transición ha sido la pérdida de influencia del secretario de Comunicación, Juanma del Olmo, que antaño era el coordinador de Podemos con el PSOE en el Gobierno. En el partido entienden, no obstante, que la vicepresidenta prefiera rodearse de afines. Esas funciones de fontanería pasan hoy por Josep Vendrell, entre otros de los hombres fuertes de la vicepresidenta. Ese fue uno de los primeros pasos con el que Díaz demostraba que gozaba de autonomía propia dentro de Unidas Podemos.
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