Giro
Sánchez y el «hito diplomático» de Marruecos
El presidente vuelve «satisfecho» del viaje relámpago a Rabat en el que ha rubricado una «hoja de ruta bien estructurada» con Mohamed VI, que «restablece» las relaciones con España
Pedro Sánchez ha vuelto de Marruecos con un balance muy positivo. El Gobierno viajaba con unas expectativas limitadas, al albur del ritmo que impusiera el reino de Marruecos. Lo normal hubiera sido que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, hubiera viajado de avanzadilla, como estaba inicialmente previsto, para trabajar unos acuerdos que fueran finalmente refrendados en una visita posterior del presidente del Gobierno. Sin embargo, Mohamed VI llamó hace diez días directamente a Sánchez para que fuera él quien viajase y se certificase el «restablecimiento» de las relaciones entre ambos países al más alto nivel. «Si Marruecos te llama...», comentan fuentes gubernamentales, dejando entrever que quien marca los tiempos es el reino alauí. Con la duda de si del encuentro podría salir algo tangible, desde Moncloa se hacía horas antes de la reunión bilateral la lectura de que «lo importante era la imagen» de reconciliación tras la peor crisis diplomática con Marruecos. Sí se anticipaba que habría «novedades muy importantes en los próximos días».
No hubo que esperar días, sino horas para certificar esos avances. El Gobierno consiguió esa misma noche cerrar con Rabat una declaración conjunta entre los dos países. Algo que no estaba nada claro al inicio de la cita y que se culminó a contra reloj, lo que hizo que cundiera el optimismo entre la delegación española. Sánchez no oculta su «satisfacción» por lo que considera un «hito diplomático» que permite la reapertura de las fronteras terrestres entre ambos países, la creación de un puesto aduanero en Ceuta y la recuperación del de Melilla y restablecer la operación Paso del Estrecho, que llevaba paralizada desde que se desató la pandemia de la Covid. Entre estos puntos «históricos», no figura mención expresa alguna en el texto a la integridad territorial de Ceuta y Melilla, aunque España sí reconoce «la importancia de la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos». Un «paso adelante» del Ejecutivo que ha logrado desbloquear la situación, pero que no ha tenido un reflejo en la renuncia a las aspiraciones territoriales marroquíes sobre las ciudades autónomas.
En el Gobierno hacen hincapié, especialmente, en el establecimiento de estos dos puestos aduaneros de Ceuta y Melilla –una de las principales novedades, junto a la reapertura de las fronteras, que permanecen cerradas desde marzo de 2020-–, lo que, en su opinión, supone el reconocimiento implícito de que las ciudades autónomas forman parte del territorio español. Una respuesta a la exclusión de la integridad territorial en el documento. «De la integridad no hay nada que hablar», señalan en Moncloa, que apuntan que tras pactarse que «los temas de interés común serán tratados con espíritu de confianza, a través de la concertación, sin recurrir a actos unilaterales o hechos consumados» se «garantiza la tranquilidad en las fronteras» y se «refuerza» la cooperación migratoria. Cómo se concrete en la práctica lo que el jueves quedó por escrito pasa ahora a manos de los grupos de trabajo programados para pilotar la nueva relación entre España y Marruecos. El presidente del Gobierno en conversación informal con periodistas durante el regreso de Rabat mostró su confianza en que darán resultados, que serán beneficiosos para ambas partes.
Sánchez se reafirmó en que la posición adoptada por España es la «mejor posible», a pesar del rechazo que ha generado el giro sobre el Sáhara en los partidos de la oposición y sus socios de Gobierno. El presidente confirmó que Mohamed VI no se interesó por esta división interna, en la línea de lo que ya anticipara el jueves el propio Sánchez, seguro de que lo único que le importaba al monarca alauí era la «palabra del presidente del Gobierno». Más escéptico se muestra el jefe del Ejecutivo español sobre la receptividad de las fuerzas políticas españolas de los acuerdos rubricados en Rabat. «No me puedo poner en su piel», se limitó a decir. Sánchez confirmó que anticipó a Feijóo que habría movimientos, pero sin entrar en la concreción de los mismos.
Sánchez y Mohamed VI mantuvieron un primer encuentro, de unos cuarenta minutos, en los que hablaron en español y en francés sobre el nuevo escenario de relaciones entre España y Marruecos, y de la situación en nuestro país y Europa a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Posteriormente, compartieron el iftar, la cena con la que se rompe el ayuno que se mantiene durante todo el día en el Ramadán, en la que Sánchez compartió con el rey y su núcleo de confianza –su heredero, su hermano, sus consejeros, primer ministro y ministro de Exteriores– «sopas, dátiles y platos más ligeros».
El presidente del Gobierno aprovechó la ausencia de agenda el viernes por la mañana en Rabat para adelantar la vuelta a España y hacer una visita al Centro de Atención, Recepción y Derivación de refugiados ucranianos en la Fira de Barcelona. Es el tercero de los cuatro centros de acogida que ha visitado, donde se mostró «convencido de que tras las imágenes tan terribles que estamos viendo, Ucrania resistirá, Europa prevalecerá y los crímenes no quedarán impunes».
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