Sabino Méndez

El descrédito pasará cuentas

Presenciaremos una comedia de fariseos, con discursos huecos

MADRID, 28/04/2022.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en declaraciones a los medios a su salida del pleno celebrado este jueves en el Congreso. El Congreso ha convalidado este jueves el plan para paliar las consecuencias de la guerra en Ucrania gracias al apoyo de EH Bildu, imprescindible ante el rechazo de ERC, y la oposición del PP, que hasta el último momento había dejado la puerta abierta a la posibilidad de facilitar la aprobación. El real decreto ley, que contiene medidas como la bonificación de 20 céntimos por litro de carburante o ayudas para sectores especialmente afectados por la crisis, ha sido finalmente convalidado por 176 votos a favor, 172 en contra y 1 abstención. EFE/ Mariscal
MADRID, 28/04/2022.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en declaraciones a los medios a su salida del pleno celebrado este jueves en el Congreso. El Congreso ha convalidado este jueves el plan para paliar las consecuencias de la guerra en Ucrania gracias al apoyo de EH Bildu, imprescindible ante el rechazo de ERC, y la oposición del PP, que hasta el último momento había dejado la puerta abierta a la posibilidad de facilitar la aprobación. El real decreto ley, que contiene medidas como la bonificación de 20 céntimos por litro de carburante o ayudas para sectores especialmente afectados por la crisis, ha sido finalmente convalidado por 176 votos a favor, 172 en contra y 1 abstención. EFE/ MariscalMARISCALAgencia EFE

En realidad, la única pregunta importante en todo esto del espionaje es: «¿quién ha sido?». El resto son cuestiones meramente subsidiarias. En ellas se refugia un montón de gente de variopintos intereses particulares; desde Oriol Junqueras, indignado porque le hayan arrebatado el monopolio del victimismo que tan alegremente se preparaba a ostentar, a Ione Belarra, quien desea arrebatada cubrir con un manto de dimisiones telefónicas las curiosas peripecias aún no aclaradas que sufrió el intermitentemente desaparecido móvil de su jefe. En esos dobladillos de lo subsidiario, el presidente del Gobierno se ha encontrado un inesperado rebote que le ha dado en plena faz. Y es que, a la hora de desvelar que Pegasus había habitado también su terminal, ha concitado más reacciones de desconfianza que muestras de solidaridad.

No debería extrañarle. Al fin y al cabo, Sánchez fue el hombre que, en el debate previo a las últimas elecciones, miró solemnemente a la cámara y prometió a todos los españoles una serie de cosas. Y, al día siguiente de los comicios, a la vista de los resultados, para llegar a la Moncloa, hizo exactamente todo lo contrario de lo que había afirmado. Los españoles que ya le habían votado aprendieron a sobrellevarlo, pero eso no significa que le dieran ninguna credibilidad a partir de ese momento.

Es dudoso que exista actualmente una figura española más identificada públicamente con una reputación de doblez que el presidente del Gobierno. Hay quien lo ve como una capacidad política y otros como una incapacidad moral, pero es innegable la caracterización unánime que se le otorga a Sánchez de tipo que dice una cosa mientras hace exactamente otra que desmiente sus palabras. Con esa fama, es difícil que te acepten en el melindroso y elitista club de los ofendiditos. Así que el pobre presidente se encuentra ahora espiado, a la intemperie, y con 2′6 gigas menos en su teléfono.

Hasta que no se determinen los hechos, las incógnitas serán múltiples, como pasa en todos los melodramas de espías y las películas de misterio. Pero en la realidad estos asuntos, al igual que la ciencia, no albergan ningún misterio, sino tan solo incógnitas. Y las incógnitas pueden despejarse con ayuda de la matemática del estado de derecho. Mientras tanto, presenciaremos una comedia de fariseos, rasgándose las vestiduras con grandes discursos huecos y la pechera inflada: pretenderá presumir de defensor de los derechos individuales aquel que los niega en nombre de los derechos colectivos; dirá que «Pegasus» es un arma de destrucción masiva contra el estado de derecho aquel mismo que propone a la multitud saltárselo para imponer sus puntos de vista personales.

Pegasus es un software que tiene ya veinte años y ahora se les ocurre especular sobre ello. ¿En serio me quieren hacer creer que no hay ahora mismo funcionando en el ámbito del espionaje un sinfín de herramientas más sofisticadas que esa antigualla de dos décadas, manoseada por todos los intrigantes del mundo? Me siento como si nos obligaran a centrar el debate público en preguntarnos si el «grunge» de principios de siglo está aún vigente y, a la vez, Carles Puigdemont, disfrazado de prefecto Renaud en «Casablanca», gritara que aquí se juega, mientras pone una canción de Raphael a todo volumen para provocar la máxima escandalera posible. Toda esa gente por lo visto aún no se ha enterado que el trap llegó hace años. Valía la pena presenciar ayer el debate sobre Pegasus en la UE. La sensación que transmitía era parecida a la de una olla de grillos. Un batiburrillo de sainete donde aparecían desde señoronas italianas con collares (bajo la consigna de la identidad, nada menos) a parlamentarios que mezclaban en un mismo saco espiados húngaros con agraviados del Ampurdán. Un galimatías tan cómico como francamente ininteligible.