Terrorismo
“Anboto” se queja en la Audiencia del “enorme cansancio físico y anímico” por sus doce juicios en pandemia
La exjefa de ETA niega su participación en un atentado con coche bomba en Vitoria en 1985 y dice que entró en ETA cinco años después
La histórica exdirigente de ETA Soledad Iparraguirre, “Anboto”, se ha vuelto a sentar en el banquillo por un atentado frustrado con coche-bomba en los aledaños del polideportivo de Mendizorroza de Vitoria en mayo de 1985, después de que el Tribunal Supremo ordenara repetir el juicio al considerar que el tribunal no valoró al absolverla, como advirtió la Fiscalía, una prueba dactiloscópica que identificó sus huellas en el vehículo.
“Anboto” se ha desmarcado del atentado y ha asegurado que en esas fechas no formaba parte de ETA, pues se integró en la organización terrorista cinco años después, en 1990. La exjefa de ETA se ha desmarcado de sus declaraciones en un juicio anterior en el que admitió que en 1987 ya formaba parte de ETA y del “comando Araba”. Lo hizo, según ha explicado, para evitar desplazarse a la Audiencia Nacional y poder declarar por videoconferencia.
Pero la exdirigente etarra ha aprovechado el interrogatorio de su abogado para quejarse del rosario de juicios que ha tenido que afrontar en plena pandemia. “No fue una decisión fácil”, ha dicho. “Llevo doce juicios en la Audiencia Nacional en plena pandemia. Todo esto ha supuesto un cansancio físico y anímico enorme”, ha explicado al tribunal. Con motivo del anterior juicio, ha añadido, estuvo dos meses en la prisión de Alcalá esperando el traslado a la prisión de Zaballa (Vitoria), donde ahora cumple condena. “El día que llegué supe que a mi padre lo habían hospitalizado de urgencia. Murió tres semanas después”, ha recordado.
Se escondió porque “el GAL estaba ahí”
Iparraguirre se ha explayado sobre “cómo han sido las cuarentenas, el aislamiento, en las cárceles”. “Fuera ha sido terrible. Para nosotros, también. Hemos vivido situaciones inhumanas”. Según ha contado, en su última cuarentena, en el mes de diciembre, “fueron nueve días sin salir de la celda ni para llamar por teléfono a mi padre ni para poder ver a mi abogado ni salir al patio. Es decir, aislamiento total. La puerta solo se abría para coger la comida. No es que yo fuese positiva. Era el protocolo”.
“Desde el verano pasado, desde que estoy en Zaballa, he podido ir a casa. Después de 40 años he podido abrazar a mi madre en casa y eso ha supuesto para ella energía. Entonces para mí aceptar una condena de otros 30 años, aunque me creaba contradicciones, la acepté”, se ha justificado antes de asegurar que cambió de criterio por consejo de su madre. “Es un acuerdo con ella. Esta vez ha sido un acuerdo con ella, y no con el fiscal. Me hubiera gustado hacerlo por videoconferencia, pero aquí estoy”.
Y tras ese desahogo, cuando su abogado le ha preguntado si en la fecha del atentado era miembro de ETA y se integraba en el “comando Araba”, lo ha negado. De hecho, ha dicho que ni siquiera estaba en Vitoria, sino “escondida en el País Vasco francés”, porque según ha dicho, tras ser detenida en 1981 y puesta en libertad, le había resultado “imposible rehacer” su vida en Francia.
“¿Por qué se esconde en el 85?”, le ha preguntado entonces su abogado. “Porque el GAL estaba ahí. Aunque más tarde te das cuenta de que no era solo el GAL, que era todo una política destinada a que no hubiera refugiados en el País Vasco francés”.
Dos etarras ya condenados se retractan
“En realidad yo no quería esconderme, yo quería trabajar, hacer mi vida, y creía que podía hacerlo”. Pero según ha contado decide huir en la primavera de 1985 tras recibir una citación de la Gendarmería francesa después de que su padre le dijese “que han intentado atentar contra él, y que un día me encuentro otro coche en el borde de la carretera con mucha gente dentro y me digo: “Este coche era para mí””.
Y, según su versión, no se presenta. “No sabía si iba a salir con los papeles renovados o me iban a llevar a la frontera de Irún para entregarme a la Guardia Civil con las consecuencias que todo el mundo sabe. Era una situación terrible. Te podían detener y llevar a la frontera, a Cabo Verde o México. No sabían qué podía pasar conmigo”.
Tras desmarcarse de los hechos, en la vista han declarado los etarras ya condenados por este atentado. A preguntas del fiscal Carlos Bautista, José Ignacio Gaztañaga y Santos Berganza -que la implicaron ante la Guardia Civil- han desvinculado a “Anboto” de la acción criminal.
El fiscal ha señalado varias contradicciones de Gaztañaga con su versión policial de 1988 (cuando dijo que del “comando Araba” formaba parte una tal “Marisol”, uno de los alias de Iparraguirre) a lo que el testigo ha replicado: “La Guardia Civil me obligaba a decir que estaba “Marisol” en el “comando”. Si no decían lo que ellos querían, me volvían a golpear”. Sin embargo, el fiscal Bautista le ha recordado que jamás denunció esas supuestas torturas. “Una vez condenado, ¿para qué voy a denunciar que he sido torturado si la mayoría de las veces la Audiencia Nacional no hace ni caso?”, ha dicho Gaztañaga.
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