Impunidad
La «normalización» del fanatismo etarra
Los proetarras homenajearon en Bermeo a un etarra «por todo lo alto». Covite denuncia la impunidad y reclama un plan de «desradicalización» ante la disidencia juvenil
Gente «fanatizada», que «no ha desaparecido» con el final del terrorismo y que permanece controlando pueblos, fiestas y calles de País Vasco y Navarra. Los proetarras siguen con su provocación y humillación a las víctimas y, después de que escenificaran el anuncio de no hacer más homenajes a presos etarras tras su salida de prisión y hacerlo de manera «privada», mantienen sus «honores de soldado vasco» a los fallecidos, porque de ellos no habló el colectivo de presos de ETA (el autodenominado EPPK por sus siglas en euskera).
El último de los actos que denunció Covite, a través de sus redes sociales, ocurrió el pasado 16 de septiembre, en Bermeo (Vizcaya), cuando, «por todo lo alto», y convocados por la disidencia de la izquierda abertzale, se rindieron honores, en plena calle, al etarra Elías Fernández Castañares, responsable de los asesinatos de Agapito Sánchez Angulo y Juan José Uriarte Orúe.
Plan de “desradicalización”
Fue a plena luz del día y «ante la indiferencia de las instituciones que jamás han puesto en marcha un plan de desradicalización de la violencia para quienes siguen honrando a asesinos», como lleva exigiendo años Covite. Sin embargo, este plan sí que existe contra la radicalización del yihadismo. Advierten de que las nuevas generaciones ya no siguen la «doctrina oficial» y puede que, en algún momento, «haya un susto».
Durante el acto de «honra» se portó el féretro del etarra por la plaza del pueblo y hubo un aurresku, bengalas, txalaparta y demás distinciones, como se puede ver en uno de los vídeos difundidos por el colectivo que preside Consuelo Ordóñez. Además, la plaza tenía su particular «decoración» con un enorme despliegue de pancartas exigiendo «impunidad» para los presos -«los asesinos en serie de ETA»- denuncian.
La convivencia del «posterrorismo» en el País Vasco y Navarra consiste, en parte, en tener que soportar que, quienes legitiman a los asesinos, se adueñan del espacio público. En lo que va de año, según recoge el observatorio de radicalización de Covite, se han llevado a cabo 82 homenajes a miembros fallecidos de la banda terrorista y 124 «ongi etorris» a los presos de la banda -desde 2016-. En lo que va de año se han llevado a cabo 31 homenajes y un “ongi etorri”.
También, «los jóvenes de Oñate» colocaron recientemente una pancarta que firma Ernai –juventudes de Sortu– donde reclaman la impunidad de Ángel María Telleria Iriarte, condenado por el asesinato de María José García.
Mientras dirigentes de la izquierda abertzale continúan con una estrategia de «blanqueamiento», por otro lado, hay una parte de sus bases sociales que se reivindican en las calles.
Los llaman la «disidencia» y, según destaca José Antonio Pérez, coordinador de la Trilogía de «Historia y Memoria del Terrorismo en el País Vasco (1968-2011)», ahora «hay chavales terminando los trabajos fin de grado o de máster (TGF) muy ideologizados. Te hablan del Stalinismo como corriente política a reivindicar o vienen del mundo abertzale y están muy leídos, pero con lecturas con una mala digestión de las mismas». Pérez advierte de que esta disidencia «no viene ideada por los jóvenes, sino que siguen siendo los antiguos pistoleros» quienes están detrás. «No han aceptado la derrota de ETA y pretenden enarbolar la bandera de la resistencia y encuentran apoyo y eco en sectores juveniles». Asegura que hay un «activismo» en esos grupos, fascinados por la violencia, pero, en la universidad, frente a «épocas negras» donde pasaban a la acción, ahora son más discretos y apenas intervienen en clase. «Si por algo se caracterizan ahora es por reivindicarse como comunistas, frente a sus mayores que hicieron del abertzalismo su bandera». ¿Y por qué honrar a los etarras? «Para ellos no dejan de ser la proyección vasca del Che Guevara, la gente que luchaba por unos ideales»; el «lado romántico» del terrorismo. «Es difícil saber cuántos son, pero sí que están metiendo mucho ruido, en zonas de costa hasta Bermeo, Guernica, zonas de Guipúzcoa...» Ahora, los jóvenes abertzales se pelean por el control de los espacios públicos. Continúan las miradas tras los visillos, el «aguinaldo» navideño, los «akelarres» pasando lista y las miradas que perdonan la vida, pero todo desde la «normalidad».
Y en ese escenario, los dirigentes de Bildu o Sortu procuran no figurar de manera directa en los homenajes a los etarras muertos, como sí hicieron con Troitiño, tratando así de «desvincularse» de la foto, por si se les «tiñe» la «estrategia» de perfil «pacificador», con la vista puesta en las elecciones municipales de 2023. No están, pero les apoyan. Como se vio cuando el remero del Urdaibai Iñaki Goikoetxea, en declaraciones a ETB dedicó la victoria de la Bandera de la Concha al etarra Iurgi Garitaogitia –condenado a 44 años por asesinar a Ignacio Uría–. «Nos han estado viendo desde la cárcel de Zaballa», y mandó «un abrazo fuerte a Iurgi Garitagoitia». Además, pidió que los presos de ETA «estuviesen en casa cuanto antes». Ese gesto fue agradecido por Otegi a través de Twitter.
El líder del PP vasco, Carlos Iturgaiz recordó en el pleno del jueves que «ETA no mata, pero los que fueron de ETA, mandan. Hoy ya no existe, pero su mundo, sí».
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