El personaje

Carles Puigdemont: El exiliado vencedor

La ruptura del Govern y los resultados de la consulta confirman que aún mantiene la influencia en JxCat a través de su fiel «halcona», Laura Borràs

Puigdemont
PuigdemontPlatónIlustración

«El Govern ha caído, la independencia es nuestra». Fue lo primero que le dijo Carles Puigdemont, en la tarde del pasado viernes, a su mano derecha Laura Borrás. El expresident fugitivo y su auténtico «brazo armado», la presidenta de JxCat, son los claros vencedores de una consulta a la militancia sin precedentes, que ha durado dos días y que se pronunció de forma mayoritaria a favor de la ruptura con sus socios de Esquerra. Una salida cantada, tras una relación tortuosa en las tres últimas legislaturas. Desde su refugio en Waterloo, «el Puchi» ha movido los hilos del separatismo y acariciado su venganza con su eterno adversario, Oriol Junqueras. En todo este tiempo, Puigdemont ha dirigido al núcleo duro del partido liderado por Borràs como un «Mesías del procés», tal como él mismo se definió, logrando imponer las tesis radicales para dejar el Govern frente al pragmatismo de otros dirigentes, entre ellos el secretario general Jordi Turull. Por la continuidad se decantaron un 42%, la «nomenclatura» de Junts, consejeros y altos cargos, pero las bases no dejaron duda: el 56 % eran partidarios de romper con ERC. La estabilidad del escenario político catalán entra en barrena.

El expresident prófugo no ha dejado un solo día de vigilar el proceso soberanista. A su sucesor, Torra, le manejó como un títere, y con el republicano, Pere Aragonès, su relación era de total aversión. Hace mucho tiempo que Puigdemont y el líder de ERC Oriol Junqueras, mantienen un soterrado enfrentamiento por la hoja de ruta independentista. Y a nadie se le oculta la satisfacción que el resultado de esta consulta le ha reportado. Las relaciones se crisparon aún más cuando los republicanos dejaron caer a Laura Borràs como presidenta del Parlament y propiciaron su inhabilitación, algo que Puigdemont y el ala dura del partido no estaban dispuestos a perdonar. «Ahora la venganza se ha consumado», admiten en el entorno del ex presidente, quien siguió el escrutinio con su «Corte de Waterloo», que integran antiguos dirigentes y consejeros de JxCat, entre ellos los también exiliados Toni Comín, Lluis Puig o Clara Ponsatí, y su íntimo amigo Josep María Matamala. En permanente contacto con Laura Borràs, el fugitivo se cobra la pieza con la que tanto soñó, humilla a su enemigo Junqueras, y se impone a otros líderes como Jordi Turull y Jordi Sánchez. La sombra de la división amenaza a los neoconvergentes, aunque en la dirección lo niegan.

En la misma tarde del viernes Carles Puigdemont y Laura Borràs marcaron el camino: el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, debe someterse a una cuestión de confianza en el Parlament al quedar en entredicho su legitimidad, dado que fue elegido 74 diputados, de los cuales ahora solo le quedan 33. De lo contrario, la otra salida serían unas elecciones, algo que Aragonès ha rechazado de plano. Visiblemente satisfecho, «el Puchi» valoró que su formación política ha conseguido forzar «un debate de país» sobre la independencia y la relación con Madrid en una mesa de diálogo en la que no cree.

También acusó a los socios de ERC de maquinar «intrigas espúreas» sobre fracturas internas. «Hemos apostado por la unidad», zanjan en el entorno de Puigdemont y los cuadros dirigentes de Junts, aunque está por ver el futuro de un partido con más de trescientos alcaldes y centenares de altos cargos en organismos públicos. En los planes inmediatos, a la espera del nuevo Govern que conforme Pere Aragonès, harán una dura oposición en el Parlament. «Esto no es un descalabro, es un revulsivo», dicen en el entorno del fugitivo de Bruselas.

Así las cosas, pasado el quinto aniversario del 1 de Octubre, JxCat y ERC han puesto fin a una relación muy conflictiva. El mundo separatista arranca profundamente dividido y la inestabilidad reina en Cataluña. Mientras, Carles Puigdemont aguarda la sentencia definitiva sobre su suplicatorio y mantiene el escaño en el Parlamento Europeo, donde la pasada semana mantuvo un acalorado debate con el eurodiputado de Ciudadanos, Jordi Cañas, a propósito del espionaje en el Caso Pegasus. Cañas acusó al ex presidente de estrechos lazos con Rusia, y este aseguró que se ha sentido espiado con sus teléfonos pinchados. No piensa tirar la toalla y denuncia las relaciones de ERC con el gobierno de Pedro Sánchez, quien ya ha apostado por tender puentes, mientras el líder del PSC, Salvador Illa, a quien esta ruptura beneficia claramente, ofrece pactos puntuales desde fuera. El momento político es idóneo para los socialistas, ante la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que necesitan los votos de ERC, ahora en frágil minoría en Cataluña. Se inicia una caliente etapa, ante las elecciones de mayo, que serán un termómetro para cada partido.

Mientras, Carles Puigdemont prosigue con su elevada vida en Bruselas, rodeado de un núcleo duro que lidera su íntimo amigo el empresario Josep María Matamala, con unos escoltas que le acompañan día y noche, que según su entorno costea con el sueldo de eurodiputado y aportaciones de amigos. Durante todo el tiempo que él llama su «exilio político», teledirige la línea dura de confrontación con el Estado, mantiene el contacto con su familia en Girona, acude a la ópera, lee prensa extranjera y ha aprendido el idioma flamenco que une a su dominio del inglés, francés y rumano.

La ruptura del Govern y los resultados de la consulta confirman que aún mantiene la influencia en JxCat a través de su fiel «halcona», Laura Borràs. Los distintos caminos que han seguido Carles Puigdemont y Oriol Junqueras reflejan todo un mundo de desconfianzas, agravios y traiciones que se agudizaron con la llegada, en mayo de 2021, del republicano Pere Aragonés al Palau de la Generalitat. En ERC acusan a Puigdemont de vivir en su lujoso refugio como «un sibarita», mientras Junqueras pisó la cárcel. El último esperpento refleja las heridas de un independentismo en flagrante división.