España
Crecimiento
La gestión de Liz Truss, uno de los primeros ministros más breves de la historia del Reino Unido, merece seguramente todas las críticas que ha recibido. Brexit, ausencia de un mandato democrático, errores de comunicación, inadecuada evaluación de la situación, medidas improvisadas… Todo se une para la condena inapelable de su mandato, que adquiere así una categoría propia: la de metáfora de un partido en descomposición y de un país desnortado. Y sin embargo, como ocurre siempre, la unanimidad tiene algo de sospechoso. En particular cuando tras el ensañamiento contra Truss se insinúa el rechazo a cualquier política destinada a fomentar el crecimiento.
Es como si en la mentalidad europea se hubiera instalado la convicción de que el crecimiento es imposible, y que Europa, y por extensión Occidente, tuviera que aspirar a abandonar cualquier idea de crecer (y multiplicarse por cierto). Convicción respaldada por el omnipresente discurso contra la desigualdad –planteado en términos tan crudos y demagógicos como el de la distinción entre «ricos» y «pobres»– y la preocupación por la degradación del medio ambiente y el cambio climático. Con la defenestración de una política que aspiró a hacer crecer la economía de su país, habría triunfado la idea de que es mejor un mundo en stand by, concentrado en la redistribución de la riqueza existente, y modelo de justicia social por abajo… Incluso la innovación estaría puesta al servicio de esta sociedad voluntariamente frugal, sujeta a los vicios –la envidia no es el menor– de esa clase de grupos.
Por eso es bueno escuchar, de labios de un responsable del Partido Popular, algo un poco distinto, como es que las políticas de rebaja fiscal deben estar puestas al servicio del crecimiento. La actitud comporta cierta arrogancia, porque no es seguro que un político, a pesar de la mucha información que puede llegar a manejar, conozca de verdad cuáles son los motores del crecimiento económico. Y probablemente sería mejor que se pusiera el acento en la estabilidad y en la transparencia institucional, así como en la generación de seguridad y confianza. Y sin embargo, sólo el hecho de que aparezca la palabra «crecimiento» como un objetivo deseable es digno de elogio. Parece que sigue habiendo personas que no se resignan a compartir la pobreza.
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