44º aniversario

Sánchez y la Constitución

Para el presidente, ya lo sabemos, la Carta Magna merecía respeto mientras le enfocaban con la cámara

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se dirige a los medios de comunicación en el acto institucional del Día de la Constitución
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se dirige a los medios de comunicación en el acto institucional del Día de la ConstituciónChema MoyaAgencia EFE

Pedro Sánchez diciendo a cámara que «hoy (ayer) estamos celebrando el aniversario de la Constitución española» provoca la misma sensación que provocaría escuchar a José Rabadán decir que está celebrando el día del padre o a Ratko Mladic el diez de diciembre. Voy a reformular esta frase porque Pablo Echenique tiene problemas con el pensamiento abstracto y capaz es de que se le vuele la cabeza y tuitear (no hay nadie que le quiera que le desconecte el wifi y le evite el ridículo) que la ultraderecha (todo lo que está más allá de él, Irene Montero y Pablo Iglesias es ultraderecha, esa pagana trinidad disfuncional) ha llamado a Sánchez parricida y genocida.

Lo que quiero decir (lo diré para Echenique y para un niño de seis años con problemas cognitivos) es que es bochornoso hasta el sonrojo ver a un señor, con alguna que otra sentencia del Tribunal Constitucional a sus espaldas que declaran inconstitucionales sus medidas, celebrando (diciendo que celebra) el aniversario de un texto, procuren no reírse, que tiene como fin, entre otros, establecer la separación de poderes. Lo celebra, digo, el que tiene bloqueada la renovación del Consejo General del Poder Judicial porque se niega a reformar la LOPJ, como piden desde Europa y reclama el PP, para que se adapte la elección de los vocales a los estándares europeos y al Tratado de la Unión Europea en cuanto a independencia judicial.

Lo celebra, dice, el que no tiene problema ninguno en pactar con los sediciosos (ex sediciosos casi: ahora serán «esos de los desórdenes públicos agravados»), con los herederos de los terroristas que jamás han condenado ese terror y con los que no han dudado nunca en manifestar su intención de derribar la monarquía y su desprecio por ella. «Honrar la Constitución implica cumplir con todos los artículos de la Constitución todos los días del año», decía Sánchez mirando a cámara, con tonito de homilía. Se dirigía, claro, a la oposición, a quien acusaba de estar situados fuera de la Constitución. No a Otegui, que seguía manifestando su desprecio y rechazo por esta (por si a alguien se le olvidaba). Ni, por ejemplo, a los CDR, cachorros de sus socios indepes, que mientras tanto quemaban ejemplares de la Constitución en Barcelona.

Esto no indignaba a Sánchez y tampoco a Echenique, el de las dificultades para el pensamiento abstracto (tampoco le exijamos imposibles), al que sí indignaba, y así lo hacía saber rápidamente en redes (que es donde ellos se hacen fuertes a gritos) que Alberto Núñez Feijóo o Cuca Gamarra loaran la Constitución por su aniversario. No es que nos sorprenda la pantomima de los que la han pisoteado y la siguen pisoteando, los que la respetan, pero poco, y por imperativo legal (recordemos las palabras de Pablo Iglesias en 2014 en el Congreso de los Diputados: «Prometo acatar la Constitución hasta que los ciudadanos de mi país la cambien para recuperar la soberanía y los derechos sociales»). Ya nos tienen acostumbrados a la tramoya de la indignación impostada. Y para Sánchez, ya lo sabemos, la Constitución merecía respeto ayer y mientras le enfocaban con la cámara. Pero hoy ya es otro día y ya no el de nuestra ley fundamental. Y puede volver a vilipendiarla si le viene bien para lo suyo porque, donde dijo digo, hoy dice Diego y, mañana, dirá Rodrigo. Se le ha olvidado a Sánchez, parece, que prometió ante el Rey guardar y hacer guardar la Constitución. O quizá no se le ha olvidado y es a nosotros a los que se nos ha olvidado que la palabra de Sánchez no vale nada.