Acuerdo

El Brexit amenaza con el bloqueo de la Verja 40 años después de su apertura

El 31 de diciembre vencen los plazos de los mecanimos de adaptación con las negociaciones encalladas

Fue hace 40 años. Un frío 15 de diciembre de 1982, la verja de Gibraltar puso fin a los trece años de cerrojo absoluto, que la convirtió en un muro que separaba al Campo de Gibraltar del Peñón, dividiendo familias, amigos y dificultando el transporte de mercancías. El 8 de junio de 1969 Franco había decretado su cierre como medida de respuesta a la entrada en vigor en la colonia de una Constitución propia, aprobada dos años después de que los gibraltareños votaran en un referéndum seguir vinculados a la corona británica. A medianoche y sin hacer mucho ruido se cerró el paso fronterizo más pequeño del mundo que separaba La Línea de Gibraltar. Fue, precisamente en La Línea de la Concepción, donde hace décadas se vivió con mayor intensidad el cierre porque separó a miembros de la misma descendencia. De hecho, los mayores todavía tienen en la memoria el duro recuerdo de acudir a los barrotes que separaban ambos lados para preguntar por sus seres queridos. El cierre hizo que las familias ya no pudieran verse dando un pequeño paseo y tenían que hablarse a gritos. Se cortaron también todo tipo de comunicaciones: las cartas, en lugar de recorrer menos de diez kilómetros, tenían que viajar hasta Londres y Madrid para llegar a La Línea o Gibraltar y el teléfono dejó de funcionar.

El pararalelismo con la situación actual derivada del Brexit es inevitable. En 2016, fecha del referéndum en Reino Unido para decidir sobre la permanencia en el bloque de la Unión Europea, Gibraltar fue el lugar en el que la permanencia recibió un mayor porcentaje (95,9%). Tan solo 823 personas votaron por salir de la UE. Si bien es cierto que todo lo relacionado con los tratados posteriores para definir el nuevo estatus de Reino Unido y, por ende de Gibraltar, está siendo un camino tedioso, en parte porque nunca antes un miembro del Bloque había decidido su salida, la cuestión concreta de Gibraltar avanza a paso extremadamente lento. Seis años después de la votación, no se ha desatascado el acuerdo que defina el nuevo estatus del Peñón.

Desde hace dos años, Bruselas y Reino Unido negocian el acuerdo que dará forma a la nueva relación. Tras más de una decena de rondas de diálogo, las conversaciones se encuentran desde hace meses encalladas sin que ninguna de las partes quiera renunciar su posición. Son varios los escollos que frenan el acuerdo para lograr la bautizada como «área de prosperidad compartida», que busca establecer un grado de igualdad entre la colonia británica y España, por lo tanto la UE. A finales del mes de noviembre, España y la Comisión Europea presentaron a Reino Unido una propuesta para que el Campo de Gibraltar sea una zona de prosperidad compartida. El texto presentado a Reino Unido es una propuesta global que incluye disposiciones sobre la movilidad de personas, con el objetivo de la supresión de la Verja y garantizar así la plena fluidez del tránsito de personas. Esto exige que España pase a controlar, en nombre de Schengen, las fronteras exteriores de Gibraltar y que, para ello, pueda ejercer determinadas funciones y competencias, necesarias para proteger la integridad y seguridad del espacio Schengen. Es, precisamente, el control policial del puerto y del aeropuerto unas de las principales discrepancias para alcanzar el acuerdo. Para la UE, si desaparece la Verja, las fronteras exteriores pasarán a estar en ambos puntos y la responsabilidad de su vigilancia corresponde a las autoridades policiales y aduaneras españolas –como estado más próximo– con el apoyo temporal de Frontex, la agencia europea de fronteras. Para el Ejecutivo de Picardo, sin embargo, esas posiciones son irrenunciables y una suponen una cuestión de honor: «This is our land», proclamó recientemente el ministro principal bajo la premisa de que «ningún agente español realizará controles de ningún tipo en el aeropuerto ni en el puerto de Gibraltar».

Los ministros de Exteriores de España y Reino Unido, José Manuel Albares y James Cleverly, acordaron el pasado miércoles en una reunión bilateral celebrada en Madrid avanzar «lo más rápido posible» para alcanzar un acuerdo sobre las relaciones futuras de ambos países. Sin embargo, durante su declaración conjunta quedaron patentes las diferencias. Los ministros no quisieron precisar si confían en que el acuerdo se pueda firmar ante del 31 de diciembre, cuando vencen los plazos de los mecanismos de adaptación, y subrayaron que trabajan «intensamente» para lograrlo «lo antes posible». Sin embargo, la sensación es que la fumata blanca se aleja mientras el reloj corre. De hecho, el ministro británico de Exteriores, James Cleverly destacó que «si la propuesta fuera aceptable ya la habríamos aceptado, pero tenemos que perfilar la propuesta porque hay algunos flecos y diferencias; mantengamos un diálogo fluido y vamos a ver cómo sortear estos escollos». Así las cosas, 40 años después de la apertura de la Verja, el Brexit amenaza con la vuelta al bloqueo en la frontera entre Gibraltar y la Unión Europea, separando de nuevo a familias y dificultando las comunicaciones.