
Crónica parlamentaria
La alumna aplicada y la hora del cambio
El Gobierno vive una sesión de control con la resaca de que Sumar haya pedido la dimisión de Isabel Rodríguez.

Uno de los principales motivos para evitar liarte con un compañero o compañera de trabajo es que, cuando todo salga mal, el día a día se convertirá en algo muy engorroso. El levantarse para ir al baño, a la máquina de café, tener una opinión en una reunión o buscar con quién cambiar el turno de fin de semana se hace muy cuesta arriba si estás a malas con alguien con quien has compartido intimidades.
Algo así es lo que le ha pasado este miércoles a Isabel Rodríguez con sus compañeros de Sumar. La parte mala para la ministra de Vivienda es que ella ni siquiera se ha podido llevar los placeres previos a la ruptura.
Ayer, Sumar pidió su dimisión por la gestión ante la crisis de vivienda que está haciendo el Gobierno, al que pertenecen todos ellos. Es verdad que los de Yolanda Díaz lo hicieron con la boca pequeña, como quien no quiere la cosa y sin insistir demasiado, pero la política es la política y las dimisiones no se piden por error. Y eso ha explicado que hoy, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso, el ambiente estuviera enrarecido entre los dos socios de Gobierno. Eran como dos ex esperando a que caiga el sándwich de la máquina.
Yolanda Díaz ha llegado cuando Pedro Sánchez y María Jesús Montero ya estaban sentados. No se han saludado y ella ha compartido una conversación trivial a su izquierda, con el sector Félix Bolaños. Ernest Urtasun, que se sienta también a la izquierda de Isabel Rodríguez, tampoco ha intercambiado palabra con ella. Les separa un pasillo que hoy tenía ambición de Gran Cañón. Sólo Gabriel Rufián y un diputado del PNV se han acercado a hablar con ella antes de comenzar la sesión. El vasco hasta le ha dado una palmadita en la espalda, en plan "Ánimo, Alberto", que dijo Sánchez. Dice Isabel Díaz Ayuso que Madrid es la leche porque no te encuentras a tu ex, y el Congreso es tan pequeño que algunos se lo encuentran en el escaño de al lado.
La ministra, eso sí, ha hecho como si todo le resbalara. Se ha comportado como una alumna ejemplar, aplicada, ha asentido cuando el jefe se defendía ante la oposición de golpes que iban para ella, ha aplaudido cuando le tocaba y se ha limitado a sonreír cuando Alberto Núñez Feijóo le ha dicho a Sánchez que no le extraña "que la mitad del Gobierno le pida que cese a la ministra". Ha acudido la ministra a pasar el mal trago aun cuando ni siquiera tenía preguntas parlamentarias dirigidas para ella y aun teniendo un acto programado a las 10.30 en Segovia. Hay que hacer ver que se está ahí, por si acaso.
Pero la crisis de vivienda no ha sido el único tema que se le ha echado en cara al Ejecutivo. La oposición ha cumplido con los previsibles mantras, la corrupción y el qué pensarán las mujeres de los puteros en el PSOE, y ha añadido nuevas críticas a cuestiones como los autónomos, "les ven como un cajero", han dicho varias veces los del PP.
Como Sánchez no parece tener respuestas para esos problemas, ha traído ideología y ha anunciado que en noviembre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Franco, se publicará en el BOE "todo un catálogo de símbolos franquistas que serán retirados de las calles". Ante los problemas, el presidente ha encontrado esta semana una receta en la hiperactividad publicitaria, con anuncio por día. ¿Autónomos? Cambio de hora. ¿Corrupción? Ayudas a la ELA. ¿Vivienda? Franco. A ver mañana qué España nueva nos trae Sánchez.
Sin embargo, esos anuncios cada vez calan menos y el hartazgo ya se hace palpable entre los socios. Ya lo dijo Míriam Nogueras: "Menos hablar del cambio de hora y más hablar de la hora del cambio", y la amenaza fue acompañada con un "ooh" de esos. Pero habrá que ver en qué queda realmente la amenaza. Porque con Junts ya se sabe: donde dije digo, digo Puigdemont.
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