"Libertad y ética pública"

Aniceto Masferrer: «No puede acceder a la verdad quien no piensa por sí mismo»

En "Libertad y ética pública" insta a estimular el pensamiento crítico y avisa: "Vivimos tiempos de incoherencia: se ha sustituido la razón y la sensatez por la ideología"

Aniceto Masferrer, Catedrático de Historia del Derecho
Aniceto Masferrer, Catedrático de Historia del DerechoLa Razón

Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Valencia se formó en Alemania, Frankfurt, Reino Unido y EE UU. Ha publicado más de una veintena de libros y más de un centenar de capítulos o artículos de contenido académico sobre Derecho. En «Libertad y ética pública»(Sekotia) alerta del adoctrinamiento del pensamiento y reflexiona sobre quién decide el modelo de una sociedad, cómo se contribuye a ello o la importancia de pensar en libertad. Mañana 3 de mayo presenta el libro en Madrid, a las 19:00, en la librería Neblí de la calle Serrano, 80.

¿Cuál es su objetivo con este libro?

Por una parte, describo la situación de la sociedad actual, ofreciendo un diagnóstico de cómo se ha llegado a esta situación –sus causas–, y sugiero algunas claves que contribuyan a configurar una sociedad más libre. Por otra, defiendo que la ciudadanía debería de ser el principal agente configurador de la ética pública que refleja la legislación de un país, en vez dejarla en manos de otras instancias o de una minoría (política, empresarial, financiera, lobbies, etc.).

¿La libertad está en peligro?

Pienso que estamos ante una crisis de libertad, sin la cual no es posible una vida verdaderamente humana, ni una sociedad auténticamente democrática. El libro parte de cinco presupuestos o premisas fundamentales: la vida no es propiamente humana si se renuncia a vivir en libertad; no puede vivir en libertad quien se desentiende de la realidad o ignora la verdad que sustenta todo aquello que es bueno, bello y justo; no puede acceder a la verdad quien no se atreve a pensar por sí mismo; la configuración de la ética pública de una sociedad corresponde principalmente a los ciudadanos que la conforman; y el ejercicio de la libertad de expresión y la cultura del diálogo son claves para salvaguardar y fortalecer la democracia.

"Vivimos en una época en la que el respeto brilla por su ausencia, tanto en las personas como en las instituciones"

¿Estamos en una etapa de malos legisladores? ¿Por qué cree que se permite?

Los legisladores son políticos: si la clase política es mala o deja mucho que desear, no cabe esperar que las leyes sean buenas. Si la organización y estructura interna de los partidos políticos no permite que emerjan buenos gobernantes capaces de mejorar la sociedad, esa mejora sólo puede provenir del ejercicio de la libertad de los propios ciudadanos. De ahí la necesidad de estimular el pensamiento crítico, de fomentar la expresión de las propias ideas, y del diálogo, en particular con quienes piensan de modo distinto. El día que la clase política no pueda tratar a la ciudadanía como idiotas, se habrá dado un gran paso hacia la regeneración social y política.

Dice que la Ley tiene «vertiente moralizante o adoctrinadora». ¿Vivimos un tiempo de más derechos o de más prohibiciones?

Vivimos en un tiempo de incoherencias porque se ha sustituido la razón y la sensatez por la ideología y el emotivismo. El Derecho sufre las consecuencias del naufragio de una cultura que desprecia tanto la razón como la realidad: de ahí que existan leyes muy estrictas o prohibitivas en algunos ámbitos, y muy laxas y libertarias en otros. La cuestión fundamental no es tanto si una determinada ética pública es mejor o peor, como la conveniencia de empoderar a una sociedad para que sus individuos, pensando por sí mismos y expresando sus opiniones, contribuyan a configurar su modelo de comunidad política.

¿Corremos el riesgo de que nos digan cuántos hijos tener, cómo vivir e incluso qué soñar y quién puedo hacerlo? ¿Se llegaría a legislar?

No qué soñar, pero sí sobre qué opinar o no, o sobre qué escribir, publicar o enseñar. De hecho, existe ya una tendencia generalizada a autocensurarse. Cada vez se piensa y se dialoga menos. La gente no se atreve a hablar abiertamente de temas tan espinosos y controvertidos como la educación, el matrimonio, la libertad sexual, el aborto o la eutanasia, entre otros. Yo sí lo hago en este libro, sin tratar de convencer ni persuadir a nadie de nada, sino invitando al lector a que piense por sí mismo, al hilo de las cuestiones tratadas, para que tenga la valentía de pensar por sí mismo y de expresar libremente sus ideas.

"Hay problemas que no pueden resolverse con el Derecho, sino con una sociedad civil más madura"

¿Quién coarta la libertad al que la coarta? Porque el legislador pide no comer carne, pero la pone en su menú de boda; o vota en contra de la prostitución y luego se va de fiestas...

Siempre habrá gente que trate de coartar la libertad de los demás. Quizá incluso lo consigan, pero su vida es desgraciada. Demócrito, un pensador presocrático, afirmaba que «quien comete injusticia es más desgraciado que quien la padece».

¿El legislador se entromete en la libertad de conciencia en asuntos como aborto, eutanasia...?

La libertad es tan necesaria como bella, pero pierde su belleza si se despliega al margen de la justicia, si conculca las libertades de los demás, sobre todo las de los más vulnerables, la de aquellos que no tienen voz o no tienen la fuerza suficiente para hacerse oír y respetar. La sociedad actual, lejos de poner la tecnología y el globalismo al servicio del desarrollo sostenible e integral de todos (de los que estamos y de los que vendrán), parece mostrarse cada vez más narcisista e insolidaria, dejando «la vulnerabilidad desprotegida» e incrementando por doquier las bolsas de pobreza, así como el número de personas frágiles e indefensas abandonadas a la intemperie, a veces quizá por haber seguido una cultura consumista que estimula e invita incluso a la explotación de uno mismo. Cambiar esta tendencia corresponde a todos, si bien a cada uno de un modo distinto…

¿Qué consecuencias trae gobernar pensando en perpetuarse en el poder?

Corruptio optimi pessima (la corrupción de los mejores es la peor de todas), decían ya los romanos. Cuando el político que debería buscar el bien del conjunto de la sociedad, trata de satisfacer sus propios intereses, causa un daño inconmensurable.

Insta a sus alumnos a pensar por sí mismos para fomentar la libertad de pensamiento. ¿Lo consigue?

Sí se consigue. Cuando se crea un clima en el que los estudiantes pueden decir lo que piensan y ellos mismos constatan que son escuchados y respetados por los demás, empezando por su docente, pierden el miedo y esto estimula su pensamiento crítico. Comprueban que perder el miedo a pensar y a expresar las propias ideas es indispensable para vivir en libertad.

Mis alumnos comprueban que perder el miedo a pensar y a expresar las propias ideas es indispensable para vivir en libertad.

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¿De qué sirve el Derecho si se legisla para quien comete el delito o son sus propios legisladores?

La tentación de instrumentalizar el Derecho en general, y el ordenamiento penal en particular, para fines políticos ha sido una constante a lo largo de la historia. El tránsito de la monarquía medieval a los absolutismos de los siglos modernos es una buena prueba de ello. Tampoco las democracias liberales están exentas de este acuciante peligro. Por otra parte, si quien así se comporta es una parte del legislador, la solución –o quizá el problema– debería de encontrarse en la propia ciudadanía. El Derecho no lo puede resolver todo: si un político miente, pero la ciudadanía sigue votándole, ¿dónde está realmente el problema? ¿En el político mentiroso? ¿O en el ciudadano que le sigue votando, bien porque piensa que todos los políticos mienten en cualquier caso, bien porque se identifica con un partido político de un modo similar a como se siente de un equipo de fútbol? Hay problemas –o supuestos problemas– que no pueden resolverse con el Derecho, sino con una sociedad civil más madura y consciente de su responsabilidad: no es lo mismo ser de un equipo de fútbol que votar a un partido político. Esto segundo, precisamente porque es mucho más importante, debería de hacerse más en conciencia y, en ocasiones, aunque pueda contrariar los propios sentimientos, quizá pueda convenir cambiar el voto. Así procuro hacerlo yo: he votado a distintos partidos y, en ocasiones, en blanco.

¿La libertad y el cristianismo son incompatibles?

En absoluto. En la cultura actual resulta común pensar que libertad y cristianismo son difícilmente compatibles. Algunas personas incluso sostienen que son expresiones antagónicas: o libre o cristiano, pero no ambas cosas al mismo tiempo. De ahí que para vivir en libertad uno deba "liberarse" del cristianismo. Sin embargo, esta concepción está muy alejado de la realidad. El cristianismo no es una “moral de esclavos” (Nietzsche), sino una religión de personas libres que se sienten amadas por un Dios encarnado. La identidad de un cristiano no deriva de la relación entre el amo y su esclavo, o de la del creador y su criatura, sino de la de un Padre con su hijo, una relación paterno-filial que es amorosa, bien distinta a la servil que se funda en el temor. De ahí que el cristiano ame la libertad, consciente de que Dios le ama libremente, y que sólo desde la libertad puede él corresponder a ese amor. Además, sabe que su vida no sería propiamente humana si renunciara a amar en libertad, que no sería realmente libre si se desentendiera de la verdad, y que no podría acceder a la verdad si no se atreviera a pensar por sí mismo. En realidad, el "sapere aude" kantiano tiene profundas raíces cristianas.

"El día que la clase política no pueda tratar a la ciudadanía como idiotas, se habrá dado un gran paso hacia la regeneración social"

¿El español es sectario por naturaleza?

Quizá no lo sea por naturaleza, pero sí está muy extendido en España. El sectarismo hunde sus raíces en el prejuicio, la estupidez y la intolerancia. El sectario, identificándose con el adagio ‘piensa mal y acertarás’, está convencido de que pensar mal de los demás constituye un signo infalible de inteligencia; de ahí que lo ejerza de forma habitual, primero con quienes no considera de ‘los suyos’, pero luego también –si resulta oportuno– con "los suyos", con aquéllos de una manera descarada y despiadada, con éstos más sibilinamente pero sin menor maldad. Esta conducta puede apreciarse en la política, y también la he constatado en la Universidad española, sin duda en mayor medida que en la de otros países que conozco de primera mano (Alemania, Inglaterra, Bélgica, Holanda, EEUU, Canadá y Australia, entre otros).

¿El respeto brilla por su ausencia? ¿Tiene consecuencias?

Nuestra sociedad tiene un rasgo característico que dificulta el ejercicio de la libertad y constituye una fuente permanente de violencia e injusticia social: la falta de respeto hacia los demás. El respeto, que constituye una condición imprescindible para una convivencia social pacífica y justa, es hoy el gran ausente de las relaciones humanas. Vivimos en una época en la que el respeto brilla por su ausencia, tanto en las personas como en las instituciones, tanto en la vida pública como en la privada. Es como si uno viviera en un mundo en el que todo vale, en el que todo –o casi todo– es posible si se tiene el poder, la fuerza o los votos necesarios para convertir el deseo en realidad.

"El sectarismo hunde sus raíces en el prejuicio, la estupidez y la intolerancia"

¿Estamos ante la corrupción de la democracia de la que hablaba Aristóteles?

La razón de ser de la democracia ha dejado de ser, en buena medida, la salvaguarda de los derechos humanos de todo ser humano. Así, por ejemplo, en vez de defender la libre expresión de las ideas, se erige en el oráculo de la verdad y del bien, y para ello recurre el Estado -como si de una nueva Inquisición se tratara- al Derecho para promover la difusión de algunas ideas y prohibir otras bajo amenaza de sanción. De ahí la animadversión hacia el discrepante, hacia quien piensa y actúa en conciencia, hacia quien no se considera de ningún bando y procura dialogar con todos (lo cual resulta cada vez más raro, desgraciadamente). Nunca me han gustado las clasificaciones o las divisiones entre progresistas y conservadores, derechas e izquierdas, creyentes y no creyentes, etc. A otros sí les gusta y, de hecho, viven de esto toda su vida. Por esto, la sociedad española está como está. Necesita de una regeneración ético-social que tiene cuatro claves: desarrollar la capacidad de pensar por uno mismo (en vez de ser pensado por otros); ser capaz de decir lo que se piensa (en vez de autocensurarse); ser respetuoso con lo que piensan los demás (en vez de pensar que no tienen nada interesante que aportarnos); y adoptar una disposición abierta y de ayuda a los demás, empezando por las personas más cercanas y vulnerables.

Se busca adoctrinar en el País Vasco, tergiversar la Memoria. ¿Eso quién lo para?

El titular de la Memoria de toda comunidad política debería de ser la propia ciudadanía, ilustrada por estudiosos que reconstruyen el pasado con rigor científico y destreza profesional, no por supuestos expertos que se pliegan a los intereses coyunturales o partidistas del poder político. La Historia no es una ciencia exacta, y puede haber discrepancias entre los estudiosos, pero el poder político no debería de tomar partido. ¿Quién debe pararlo cuando lo hace? La propia ciudadanía y, en especial, los estudiosos que no temen ser cancelados.