Opinión
¿Cuánto le queda a Sánchez?
La preocupación que ha invadido Moncloa es que se instale en la opinión pública la idea de un gobierno corrupto
Las conversaciones de pasillo se centran en pronosticar cuántos meses le quedan al Gobierno. El propio empeño del Ejecutivo, recordando a diario los días de legislatura que quedan, refuerza la idea de que se está masticando un anticipo electoral. Sánchez no tenía previsto que los casos de corrupción fuesen su mayor preocupación. La marcha judicial de la investigación por la presunta comisión de diversos delitos por parte de Begoña Gómez y el caso del hermano de Pedro Sánchez adquieren mayor gravedad al estar Ábalos en el punto de mira por el caso Koldo.
La colonización de las instituciones que ha practicado el líder socialista tiene como consecuencia que imputaciones como la del Fiscal General del Estado sean anotadas a su cuenta. Por si fuera poco, la información sobre el asunto de la maleta con lingotes de Delcy y la sombra sobre una presunta financiación irregular del partido, se suman a la tormenta perfecta. Por otra parte, ha vacunado a la sociedad española, que ha perdido la capacidad de asombro después de un periodo en que los cambios de opinión, la reforma del Código Penal, los indultos, la ley de amnistía, el sometimiento a Puigdemont y el cupo catalán se hayan materializado.
Sánchez es experto en navegar en las aguas revueltas que los independentistas agitan estratégicamente, incluso en los últimos días se abría la posibilidad de que pudiese aprobar los Presupuestos Generales. Pero la preocupación que ha invadido Moncloa es que se instale en la opinión pública la idea de un gobierno corrupto. Si muchos electores de izquierda votan con la nariz tapada porque consideran que hay un mal mayor consistente en la llegada de la extrema derecha en coalición con el Partido Popular, ante la corrupción dejarían de apoyar las siglas socialistas.
Los cinco días de pasión que protagonizó Sánchez, junto a la inadmisión a trámite de sendas denuncias contra el juez instructor de la causa abierta contra Begoña Gómez, han disparado, en el entorno del presidente, las sospechas de una eventual imputación. La imagen de deterioro institucional es absoluta y la situación no pasaría los parámetros mínimos de calidad democrática. En esas circunstancias, las opciones de Sánchez se van reduciendo. La resistencia, esa idea en torno a la que ha construido su personaje público, se puede convertir en su peor enemigo si empieza a ser percibido como un líder poco ético, rodeado de una corte corrupta aferrada al poder.
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