
Res non verba
El cuarto oscuro del sanchismo
Allí revela Moncloa las fotos más inverosímiles. La degradación institucional, la demolición de la salud democrática, poco a poco, foto a foto

Cuarto día del mes de septiembre y ya estoy derrengado. No es tanto una falta de energía, como una sensación de ansiedad. Una palpitación psicosomática que no te deja encontrar la paz. Sólo estamos a jueves, pero uno intuye vagamente lo que pudo sentir Stendhal cuando llegó a Florencia y le dio el famoso apechusque que lleva su nombre. Claro que a Stendhal le fue mejor que a nosotros porque su sobreestimulación se debió al bombardeo de obras de arte de extrema belleza. En cambio, al pobre notario de la actualidad española simplemente le queda la antítesis de lo experimentado por el escritor francés: la sobreestimulación por el collage con el que nos castiga el sanchismo de forma inmisericorde. No ha habido tregua desde el lunes y no parece que la vaya a haber. De momento, y hasta nueva orden, seguimos asistiendo al hipnótico espectáculo del cuarto oscuro del sanchismo. Ese cuarto en el que Moncloa revela las fotos más inverosímiles. La degradación institucional, la demolición de la salud democrática, poco a poco, foto a foto. En la oscuridad de ese cuarto en el que nos ha encerrado el Gobierno se intuye la cara cada vez más afilada de Pedro Sánchez. Es el rostro crispado de un presidente del poder ejecutivo afirmando en la televisión pública que los jueces que investigan a su familia están prevaricando. Sánchez repite consignas como un autómata, pero ahora mismo dice más a través de los ojos que con su propio verbo. La maquinaria monclovita, sabedora de que las palabras han sido tan maltratadas que ya olvidaron su sentido, apuesta este curso por la fuerza de la imagen: Salvador Illa blanqueando a Puigdemont en Bruselas, el Rey viéndose en la tesitura de saludar al fiscal general del Estado imputado y no dimitido, María Jesús Montero sacando la deuda de los separatistas del plato catalán para echarla en la ensalada a compartir entre todos los comensales de la España autonómica… Y queda que de ese cuarto oscuro salga la foto definitiva, la escena que sintetice todo un proyecto político. Cuando era niño, la Guerra Fría solía resumirse con una imagen de Reagan departiendo con Gorbachov. Dentro de unos años, si sigue habiendo libros de texto e Historia de España que contar, se podrá resumir el sanchismo con una imagen de Pedro Sánchez estrechando la mano del golpista fugado Puigdemont.
El promotor de bolos internacionales, José Manuel Albares, ha conseguido a su jefe una visita a Downing Street. Starmer es laborista y tampoco le supone demasiado esfuerzo recibir un rato al pope de la Internacional Socialista que le ha hecho el regalo del acuerdo sobre Gibraltar. Sin embargo, todo el mundo sabe que la estrella de Sánchez ha perdido brillo en el extranjero por culpa de su extravagante álbum de fotos doméstico. Esa política nacional que le obligó a mostrarse en la pasada cumbre de la OTAN como el tahúr que siempre ha sido dentro de casa. Cuando ya no queda nada que disimular, cuando ya todo el mundo sabe lo que hay, es cuando llega la fase más desabrida. ¿Los jueces? Están haciendo política. ¿Los presupuestos? Si no los consigo por tercera vez consecutiva, pienso seguir gobernando igualmente y me cisco en mi yo del pasado, por más que me pongáis el vídeo de mi gloriosa hemeroteca. Sánchez a calzón quitado. Sánchez provocando que las principales asociaciones judiciales le comparen ya abiertamente con un «autócrata populista». Tanto acusar a Donald Trump de autócrata populista para esto.
Uno sale del cuarto oscuro del sanchismo aturdido por lo visto ahí dentro, pero cuando los ojos se aclimatan a la luz del exterior los impactos visuales no son mucho mejores. Al fugado Puigdemont no se le detiene, pero la Mesa del Congreso ya dispone de la normativa que le va a permitir abrir expedientes sancionadores contra periodistas. Un exjefe de ETA como Mikel Antza debe declarar por el asesinato de Gregorio Ordóñez, pero ha pedido un aplazamiento porque está de vacaciones. A veces se diría que hay un plan maestro para provocar al votante conservador. Ganar tiempo mientras Moncloa procura que Vox crezca a costa del PP. Divide y vencerás, piensan en Moncloa. El problema para ellos es que al PSOE también le deberían salir las cuentas y el embeleco de la quita de la deuda se basa en una condición sine qua non: que el votante socialista de fuera de Cataluña no sepa nada de finanzas y se crea el cuento de la deuda que se evapora.
O que sea tan fanático como para dejarse perjudicar. Si esas hipótesis no se cumplen, ¿cuántos votarán al PSOE en Andalucía? Sobre María Jesús Montero recae una enorme presión. Su resultado como candidata a la Junta podría ser la unidad de medida para la viabilidad o no del sanchismo hasta 2027.
Stendhal escribió «Rojo y Negro», la historia sobre el ascenso y caída de un joven ambicioso que trata de medrar mediante el engaño y el juego político. Rojo como el color corporativo del PSOE. Negro como el cuarto donde Sánchez revela las fotos icónicas de su deriva política.
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