Armada

España, ante la necesidad urgente de contar con un segundo portaaeronaves para mantener su poderío en el mar

La Armada española no podrá mantener sus capacidades de proyección estratégica si no dispone de un buque similar al LHD Juan Carlos I

Los portaaeronaves españoles Juan Carlos I y Príncipe de Asturias navegan juntos en una histórica imagen de 2010
Los portaaeronaves españoles Juan Carlos I y Príncipe de Asturias navegan juntos en una histórica imagen de 2010Armada

Más allá del debate sobre si el LHD Juan Carlos I de la Armada española se puede considerar un portaaviones o no, lo cierto es que estamos ante el mayor buque construido jamás para la marina de guerra de nuestro país y que otorga una proyección estratégica con su capacidad de desplegar una fuerza aérea casi en cualquier lugar del mundo.

Sin embargo, no es menos cierto que si España pretende mantenerse como una potencia marítima y un referente naval en el mar Mediterráneo, sin dejar de lado su vertiente atlántica, contar con un único buque de las características del Juan Carlos I es insuficiente a todas luces, máxime cuando el buque insignia de la Armada tendrá que permanecer seis meses fuera de servicio a partir de mediados de 2025 a causa de los repetidos fallos y averías del sistema de propulsión del barco desde su entrada en servicio en 2010 que ha obligado a Defensa a adjudicar a Navantia un contrato con un presupuesto de 30 millones de euros para la sustitución de este sistema.

Paralelamente, nuestros vecinos de la cuenca mediterránea han hecho una clara apuesta en este sentido. Así, Turquía, que cuenta con un buque gemelo del español Juan Carlos I, el TCG Anadolu, diseñado por Navantia, ya ha anunciado su intención de encargar al astillero español un segundo buque de esas características. El propio presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, daba a entender en octubre que un nuevo convenio está próximo. “Concluiremos otro acuerdo con los españoles y, con suerte, aumentaremos nuestros portaaviones a dos, al traer una versión superior del TCG Anadolu a nuestro país”.

Igualmente Italia está a punto de poner en servicio el LHD Trieste, un impresionante portaaeronaves con una longitud de 214 metros y una capacidad para transportar más de 1.000 personas incluyendo tripulación y personal militar, convirtiéndose en uno de los portaaviones más grandes y avanzados tecnológicamente de su clase en todo el mundo. Como el LHD Juan Carlos I, está diseñado para ser un buque multifuncional que pueda desempeñar una variedad de misiones diferentes. Además de servir como un portaaviones, también puede actuar como un buque de asalto anfibio y puede transportar vehículos y tropas a lugares remotos. Sería el segundo portaaviones italiano.

Por su parte, Francia anunció en 2020 que ya trabaja en la construcción de un nuevo portaaviones nuclear mucho mayor que el actual, el Charles de Gaulle. Tendrá 310 metros de largo, 85 en el punto más ancho de la cubierta y un peso muerto de 75.000 toneladas, lo que equivale a aproximadamente 1,5 veces el tamaño del actual. El nuevo buque podrá transportar hasta 30 aviones de combate Rafale. En cualquier caso, nunca sería un segundo portaaviones, sino que sustituiría al actual.

Estrategia de Seguridad Marítima Nacional

Dado el carácter eminentemente marítimo de España, como recoge la Estrategia de Seguridad Marítima Nacional, y nuestra dependencia de las comunicaciones marítimas, junto a la configuración territorial dispersa (con archipiélagos y ciudades autónomas en el continente africano) y ser ribereños de uno de los estrechos con mayor tráfico marítimo del mundo (el estrecho de Gibraltar), contar con una Armada completa y lo suficientemente dotada de medios es una necesidad que viene confirmada por la realidad del entorno estratégico.

Por ello, además de los planes ya en marcha de construir cinco nuevas fragatas de la clase F-110 y cuatro submarinos de las clase S-80 (número también a todas luces insuficiente), el primero de los cuales, el S-81 Isaac Peral fue entregado a la Armada el pasado 30 de noviembre, son muchas las voces que creen que es el momento de que España cuente con un segundo buque como el LHD Juan Carlos I, que pueda llevar aviones y helicópteros embarcados, que serviría para reforzar la capacidad de nuestro país de mantener su presencia en los dos mares en los que tenemos intereses: el Mediterráneo y el Atlántico.

El LHD Juan Carlos I responde a un estudio conjunto de la Armada y del astillero Navantia del que resultó la necesidad de construir un buque similar, aunque más pequeño, a los buques LHA y LHD que opera la marina de guerra de Estados Unidos y, a diferencia de éstos, equipado con una rampa de 12 grados de inclinación en la proa de su cubierta de vuelo, denominada ski-jump, que facilita el despegue de los aviones que embarca.

Fuerza anfibia expedicionaria desde mar hacia tierra

Este buque fue concebido con la capacidad de transportar, lanzar y apoyar logísticamente una potente fuerza anfibia expedicionaria desde mar hacia tierra, servir de transporte estratégico de los medios terrestres y aéreos del Ejército de Tierra hasta cualquier puerto donde se les pueda necesitar y servir de base flotante para llevar ayuda y auxilio en caso de catástrofe natural o humanitaria a cualquier costa o puerto donde pueda ser requerido.

La otra función clave que cumple el Juan Carlos I, la de portaaeronaves del ala fija embarcable, cuando se botó la llevaba a cabo el portaviones Príncipe de Asturias (R-11), pero con la baja precipitada de éste, la Armada volvió a quedarse sin su segunda gran cubierta de vuelo tras décadas en busca de ese objetivo. El 10 de septiembre de 2010 fue entregado el Juan Carlos I a la Armada y el 14 de diciembre de 2013 se produjo la baja oficial del Príncipe de Asturias, terminando así el mínimo periodo, poco más de tres años, en que España operó simultáneamente dos portaaviones (o un portaaviones y un LHD para ser más exactos).

Así, el Juan Carlos I ha acabado asumiendo también su papel de plataforma aeronaval de manera definitiva, siendo la única cubierta desde la que pueden operar los aviones AV-8B+ Harrier II de la FLOAN. Además, por sus características, el único avión STOVL (Short Take Off Vertical Landing) en el mercado que podría llevar embarcado es el F-35B.

Hace casi 10 años, el entonces AJEMA, el almirante general Jaime Muñoz Delgado, aseguraba en un encuentro con los medios, que las necesidades de la Armada pasaban por los cuatro submarinos S-80 actualmente en construcción, cinco nuevas fragatas F-110, en cuyas dos primeras unidades ya se trabaja, y un segundo buque LHD como el Juan Carlos I.

Dos grupos anfibios simultáneos

Sin embargo, hasta ahora, no hay ni rastro de ese segundo LHD y parece un tema tabú, pues prácticamente ni se plantea en los ámbitos oficiales de la Armada. Lo lógico sería optar por un gemelo del Juan Carlos I con pequeñas modificaciones para mejorar las deficiencias observadas durante los años que lleva operativo. Otra opción es aprovechar el diseño que Navantia pueda llevar a cabo para su segundo portaaeronaves y que sirviera de base para el buque español. Esta posibilidad permitiría a la Armada disponer en todo momento de dos grupos anfibios compuestos cada uno de un LHD y un buque de asalto anfibio LPD, de los que disponemos de dos, el Galicia (L-51) y el Castilla (L-52).

Por ejemplo, durante el despliegue este año desplegado en el Mediterráneo del Grupo Anfibio Aeronaval, Dédalo-23, al mando del contralmirante Gonzalo Villar, estaba formado por el Juan Carlos I, una unidad aérea embarcada compuesta por aviones 'Harrier' AV8B+ y helicópteros, un Batallón Reforzado de Desembarco de Infantería de Marina, dos fragatas (la "Victoria" y la "Blas de Lezo"), los buques anfibios ‘Galicia’ y ‘Castilla’ y el buque de aprovisionamiento al combate ‘Cantabria’, así como un destacamento de helicópteros de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra.

Todo ello sin olvidar que paliaría también situaciones como la mencionada de la obligada parada del LHD Juan Carlos I por avería o las que se pudieran producir para llevar a cabo las revisiones periódicas de estos barcos. Así, este mismo año el buque insignia de la Armada pasó por el astilleros durante un mes y medio tras el despliegue Dédalo 23 en el Mediterráneo. Por ejemplo, cuando la Royal Navy veía cómo su más moderno portaaviones, el HMS Prince of Wales, tenía que permanecer varios meses en el dique seco por una avería, mantenía su segundo buque, gemelo del anterior, el HMS Queen Elizabeth, operativo.

Doblar la necesidad de aeronaves embarcables

Sin embargo, según expertos militares consultados por este diario, la opción de un segundo LHD es deseable pero "económicamente inviable y más al

Doblar la necesidad de aeronaves embarcables

", pues habría que comprar una nueva flota de F-35B para situar un ala embarcada en este segundo buque, a añadir a los que Defensa tendría que adquirir para sustituir a los Harrier, cuya vida operativa está próxima a su fin.

De hecho, la situación podría empeorar más, pues cabe incluso la posibilidad de que, ante la falta de presupuesto, perdiéramos el ala fija embarcada una vez que los AV/8B Harrier sean dados definitivamente de baja sin que sean sustituidos o lo sean por aeronaves no tripuladas, como ha hecho Turquía con su TCG Anadolu ante la negativa de Estados Unidos de venderle F-35B. Una posibilidad también es que embarque drones como el Mojave, de General Atomics Aeronautical Systems (GA-ASI), con capacidad STOL, cuya aviónica y control de vuelo se basa en los diseños y sistemas del MQ-9 Reaper como el que tiene el Ejército del Aire español. Reino Unido ya lo probó desde su portaaviones HMS Prince of Wales, con el objetivo de crear un grupo de trabajo de la Fuerza de Aviación Marítima del Futuro, que investiga la puesta en marcha de un gran UAS de ala fija para ser usado desde portaaviones para labores de vigilancia de larga distancia y alerta temprana.

Además, la Armada tendría otras necesidades más perentorias, como aumentar el número de vehículos de escolta (fragatas fundamentalmente) y submarinos, además del programa de construir seis unidades de la futura corbeta europea fruto del acuerdo entre España, Francia, Italia y Grecia, que se llamarán oficialmente Buques de Protección Marítima (BPM).