Opinión

La deriva del PSOE

El socialismo liberal y la práctica socialdemócrata, de marcado carácter reformista, han sido sustituidos por una nueva manera de populismo

El exministro César Antonio Molina y el hijo de Enrique Múgica, José María, camino del encuentro con veteranos socialistas
El exministro César Antonio Molina y el hijo de Enrique Múgica, José María, camino del encuentro con veteranos socialistasEuropa Press

El discurso más famoso de la historia es la oración fúnebre de Pericles. En él, el político griego elogia a los caídos en la guerra contra los espartanos, ensalzando los valores de la democracia, libertad y cultura de Atenas, defendidos por ellos, y anima a sus ciudadanos a seguir luchando por su patria.

El pasado sábado, un nutrido grupo de veteranos socialistas nos reunimos para recordar a destacados compañeros que nos han dejado en los últimos tiempos y que, con las restricciones de la pandemia, no han sido despedidos como merecen. Recordar a las personas es recordar sus ideales. Por eso, en el acto, los discursos de los participantes pusieron en valor la contribución en lograr un país mejor de hombres como Gregorio Peces Barba, Fernando Múgica, Manuel Marín o Manolo del Valle, entre otros muchos.

Inevitablemente, este ejercicio nos lleva a observar con sentido crítico la deriva actual del Partido Socialista. El socialismo liberal y la práctica socialdemócrata, de marcado carácter reformista, han sido sustituidos por una nueva manera de populismo que ha difuminado la esencia de un partido centenario.

La política de confrontación de bloques practicada trae como consecuencia la división de la sociedad española abriendo viejas heridas y da, a su vez, una posición de relevancia a los extremos políticos de derecha, izquierda y al independentismo. De esta manera, los separatistas catalanes han dictado la reforma del código penal en función de sus propios intereses secesionistas, desarmando legalmente al Estado frente a futuras tensiones.

Bildu, que aún sigue homenajeando a asesinos convictos, recibe a cambio el reagrupamiento de los presos. En ambos casos, la necesidad de que el gobierno cuente con sus votos ha arrodillado al Estado.

La política de bloques tiene como consecuencia que ocupen carteras en el gobierno la izquierda populista de Podemos o, en caso de ganar Feijóo, las ocupará la extrema derecha. El problema ya no es solo la terrible insolvencia que se ha puesto de manifiesto en asuntos como la ley del «solo sí es sí», sino que los extremos, como mar de fondo, intentan una enmienda a la totalidad del proceso constituyente y de la transición, intentando cada uno confundir la memoria con la historia.

Cuando en un partido democrático se cercenan los órganos de decisión y debate, sustituyéndolos por un presidencialismo absolutista en el que el líder no rinde cuentas, no solo se convierte en una forma de populismo, sino que sus decisiones pueden poner en peligro los cimientos del sistema.