Política

El desafío independentista

Es Cataluña, estúpido

El desafío soberanista se ha colocado en el centro de la precampaña. Mientras el PSOE trata de definir su postura tras las palabras de Iceta, el PP y Cs ven un «filón» en el coqueteo de los socialistas con la independencia.

Manifestantes independentistas se reunían frente a la cárcel de Lledoners, en Barcelona, el pasado mes de septiembre
Manifestantes independentistas se reunían frente a la cárcel de Lledoners, en Barcelona, el pasado mes de septiembrelarazon

El desafío soberanista se ha colocado en el centro de la precampaña. Mientras el PSOE trata de definir su postura tras las palabras de Iceta, el PP y Cs ven un «filón» en el coqueteo de los socialistas con la independencia.

De puntillas, pero contundente, bajo el lema de que Cataluña es España. Es la estrategia electoral de Pedro Sánchez después del mazazo lanzado por el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. En un principio, los estrategas electorales del PSOE idearon una táctica de «ponerse de perfil» ante el debate catalán, pero las declaraciones de Iceta sugiriendo encauzar la independencia si contara con un apoyo superior al sesenta por ciento han provocado un giro. El presidente del Gobierno, aconsejado por su mano derecha en el partido, José Luis Ábalos; su jefe de gabinete, Iván Redondo, y los ministros catalanes Josep Borrell y Meritxel Batet, ha decidido entrar al trapo sin olvidar una cierta prudencia. «La ambigüedad ya no vale», comentó el presidente durante la última reunión del gabinete en Moncloa. Varios miembros del Gobierno y altos dirigentes socialistas ven en esta estrategia un «guiño al centro» con una defensa de España que, según estas fuentes, ha estado mucho tiempo monopolizada por la derecha y que Sánchez exprime ahora para ocupar el espacio electoral centrista.

De ahí las rotundas declaraciones de la ministra Batet zanjando de raíz las palabras de Iceta que, en opinión de dirigentes del PSC, fueron tergiversadas, y las «rayas rojas» de un posible referéndum de autodeterminación. «Sin movernos nos están dando hecha la campaña», afirman en Moncloa y Ferraz, convencidos de que el PP y Ciudadanos les ubican en la centralidad. A pesar de las opiniones de Iceta, que Pablo Casado y Albert Rivera utilizan en su artillería para denunciar los coqueteos de Pedro Sánchez con los soberanistas, la estrategia del PSOE es clara: ceñir la cuestión catalana al territorio, dónde Sánchez tiene previsto varios mítines, y fortaleza del estado autonómico con la idea de que PP y Cs les dejan libre el espacio electoral de centro: «A Casado y Rivera Vox les marca el ritmo», aseguran los socialistas. En su equipo de campaña comparten la reflexión del presidente de que ahora, en el conflicto catalán, «la ambigüedad es un pasivo».

Cuando queda un mes escaso para el 28-A es evidente que Cataluña incendia la campaña. «Cataluña se lo come todo», admiten dirigentes del PP, que intentan con este asunto movilizar al electorado y captar votos. Un reto muy difícil para los populares catalanes que parten de mínimos y mantienen una lucha casi cainita por la misma franja electoral. Pablo Casado y Albert Rivera ya han anunciado su intención de aplicar de nuevo, con dureza, el artículo 155, algo a lo que se oponen los socialistas. No obstante, este bloque constitucional se enfrenta al doble radicalismo de Vox y Podemos. Santiago Abascal denuncia a un «grupo de traidores separatistas» que deben ser detenidos y juzgados, mientras Pablo Iglesias intenta a la desesperada, con una estrategia muy radical, abanderar el referéndum de autodeterminación para arañar votos al PSC y Esquerra Republicana, toda vez que las encuestas pronostican muy malos resultados para el partido morado.

Es precisamente la ausencia de amenazas de un «sorpasso» de Podemos sobre el PSOE, algo que parece ya olvidado en el túnel del tiempo, y la profunda división entre los soberanistas, lo que motiva la estrategia de Pedro Sánchez. «Hay cansancio en el independentismo», afirman los estrategas socialistas, que ven ahora una oportunidad de oro para vencer con holgura. No obstante, el ministro José Luis Ábalos y el coordinador del comité electoral, Iván Redondo, piensan que no se debe utilizar Cataluña para sacar «rédito electoral», como hace la derecha. «Entre separatistas y separadores, socialistas», es la frase de campaña. Así, Sánchez ceñirá el debate a sus mítines en Cataluña, que inicia hoy domingo en Tarragona, una circunscripción junto a Barcelona dónde los socialistas pueden ser de nuevo la primera fuerza en unas elecciones generales. El cansancio soberanista, su fragmentación, la fractura del PDeCAT, el radicalismo de Carles Puigdemont y Quim Torra, e incluso la dureza de PP y Cs al ritmo que les marca Vox, son factores que el PSOE estima como positivos para aglutinar el voto moderado no nacionalista.

Bajo la premisa de que la pregunta no es Cataluña, sino España, en Moncloa y Ferraz observan una tremenda competencia en las tres derechas, con un permanente trasvase de votos entre Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Ello explica la oferta de Albert Rivera para entrar en un gobierno de coalición con Pablo Casado, tras constatar una fuga de votos hacia el PP. Los socialistas explican así los insultos y ataques entre los tres partidos, que llevó a su culmen el propio ex presidente José María Aznar en un inusitado zarpazo contra el partido de Santiago Abascal. «Frente a emociones, soluciones», dice un alto cargo del PSOE como prueba de que asisten impávidos a una feroz lucha por captar el voto conservador. Por el contrario, Pablo Casado y Albert Rivera siguen viendo en su denuncia de los coqueteos de Pedro Sánchez con los separatistas un «filón de campaña», con una férrea defensa de sus esencias ideológicas y reivindicación de la unidad nacional. Aseguran que las declaraciones de Miquel Iceta les dan la razón y no piensan soltar la pieza.

Horas bajas, enfriadas, para las relaciones entre La Moncloa y la Generalitat, el fugitivo Carles Puigdemont moviendo los hilos desde su lujoso refugio en Waterloo para un choque de trenes con Madrid, una agotadora y bronca campaña con Cataluña de fondo. Este es el escenario hacia el 28-A, dónde nadie se atreve a desechar la posible situación envenenada de que las cuentas no sumen y Pedro Sánchez siga unos meses en funciones hasta una nueva convocatoria electoral. Quedan algo más de tres semanas y el conflicto catalán se perfila sobre la dura contienda, con el juicio en el Supremo contra el «procés» como acicate.

«Está todo patas arriba», reconocen varios dirigentes separatistas al subrayar que en el Govern no manda nadie y las organizaciones independentistas quieren agitar la calle. Algo que puede recrudecerse conforme se caliente la campaña y que un destacado empresario así define: «En Cataluña ahora, o conmigo o contra mí».