
Cuestionario por la Monarquía
Félix Bolaños: «Felipe VI deja la impronta de una Monarquía ejemplar»
Félix Bolaños y José Luis Martínez-Almeida, ministro de Justicia y Alcalde de Madrid, nacieron el mismo año que la Monarquía Parlamentaria. Ambos, responden a LA RAZÓN

Uno es un referente político de la derecha. Alcalde de Madrid, ni más ni menos. El otro, de la izquierda: ministro de Justicia. Ahí es nada. Y aunque los dos militan en partidos políticos que parecen condenados a un combate permanente, tienen en común mucho más de lo que parece. Por lo pronto, nacieron en la misma ciudad: Madrid. El mismo año: 1975. José Luis Martínez Almeida, en abril; Félix Bolaños, en diciembre.
Ambos, llegaron al mundo justo cuando España cambió para siempre. Son hijos de un mismo tiempo. No han conocido otra cosa salvo la Monarquía, parlamentaria desde la Constitución de 1978. Empezaron a gatear de manera simultánea a una democracia que, en realidad, comenzó con la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. Y cuando cumplieron la mayoría de edad, en 1993, el sistema estaba más que consolidado. No hay duda, cada uno, desde su orilla, tiene su visión de la realidad. Opiniones contrapuestas. Más bien, complementarias.
¿Imprime carácter nacer en la España de 1975?
No sé si nacer en 1975 imprime carácter, pero está claro que significa haber llegado al mundo justo cuando España dejaba atrás una dictadura y se abría paso hacia la democracia. En ese sentido, implica ser más afortunado que las generaciones previas. Es también crecer con la conciencia de que, a pesar de nuestra fortuna, la libertad no estaba garantizada, de que había que construirla día a día. Esa generación aprendió que los derechos no son regalos, sino conquistas colectivas, como lo fue la propia democracia.
Y es importante que mantengamos presente esa lección a día de hoy. Debemos recordar siempre que la libertad, el Estado de Derecho y la democracia nunca están asegurados. En un mundo donde los autoritarismos vuelven a acechar, no podemos olvidar cuánto costó a los españoles y españolas alcanzar aquello que hoy disfrutamos.
¿En su familia celebraron tanto su nacimiento como la muerte de Franco?
En mi familia se vivió con ilusión y esperanza de un tiempo nuevo, de libertades y de prosperidad. Como tantas otras familias españolas, la mía también había sufrido las heridas y el dolor de la guerra y la dictadura. No había un sentimiento de revancha, sino de confianza en que la democracia traería justicia y oportunidades, las que el franquismo negó. Mi nacimiento coincidió con ese aire de cambio, y en casa se sintió como el comienzo de una vida y un país nuevos.
¿El primer recuerdo democrático?
Mi primer recuerdo democrático está ligado a la casualidad de que mi colegio, el colegio público Hermanos Pinzón de Madrid, era un colegio electoral. Cuando había elecciones, el lunes y el martes posteriores no había clase porque recogían las urnas y todo el material electoral. Para mí, de niño, la democracia era eso: dos días sin colegio.
Y, por supuesto, recuerdo también las elecciones de 1982, las primeras que ganó Felipe González, y particularmente la gran alegría de mi abuela con la victoria de Felipe. Una alegría que representaba el culmen de las ilusiones de una generación que aspiraba a vivir en una España mejor, una España moderna, europeísta, próspera y libre.
¿Para un nacido en el 75 queda alguna herida por suturar?
Por supuesto. La memoria democrática sigue siendo una tarea pendiente. Muchas veces se nos acusa de querer reabrir viejas heridas, pero no se trata de eso: se trata de cerrarlas con justicia y reconocimiento. Todas las víctimas del bando golpista fueron reparadas durante la dictadura. Las otras víctimas, las del bando republicano, fueron humilladas u olvidadas.
Hay medidas concretas que buscan avanzar en esa dirección. Por ejemplo: la resignificación de Cuelgamuros, que pretende cambiar la percepción colectiva de ese enclave sin borrar ni ignorar el pasado, transformando un mausoleo a un dictador en un lugar de memoria, reconocimiento y conmemoración. He de confesar que uno de los momentos más emotivos de mi trayectoria como ministro fue participar en el acto de entrega de los restos de las víctimas de Pajares de Adaja y Navalmoral de la Sierra. Nadie merece que sus familiares permanezcan en cunetas o fosas, y nadie puede sentirse en paz mientras situaciones como esas perduren en el tiempo.
España ha avanzado mucho, pero aún debemos dignificar a quienes fueron silenciados, a quienes fueron asesinados, y garantizar que las nuevas generaciones conozcan la verdad de lo ocurrido. La democracia que disfrutamos hoy se la debemos, entre otros, a la gente que fue represaliada por luchar por la libertad en la dictadura.
¿El personaje más trascendental de su tiempo político? ¿Por qué?
Si hablamos de mi tiempo actual, sin duda es Pedro Sánchez. Pero imagino que se refieren a cuando era más joven: entonces, para mí, el referente fue Felipe González. Felipe representó para España y para los españoles la esperanza de cambio, la ilusión de una España que salía de la oscuridad para subirse al tren de la modernidad, al tren europeo.
Sus gobiernos significaron avances históricos: consolidaron la democracia, modernizaron la economía, impulsaron derechos sociales y laborales, e hicieron posible la integración de España en Europa. Su legado permitió que generaciones completas crecieran en un país más justo, con oportunidades y con instituciones más sólidas.
Este papel hoy está ampliamente reconocido, tanto a nivel nacional como internacional, aunque en su momento enfrentó una oposición feroz de la derecha. Creo que el proceso de reconocimiento que ha tenido Felipe González lo tendrá el presidente Pedro Sánchez en un futuro lejano, cuando deje la Moncloa. Los cambios que estamos impulsando desde el Gobierno de España tendrán su eco en las próximas décadas, situando a nuestro país a la vanguardia en un siglo XXI turbulento, con una voz reconocible y escuchada en Europa y en el mundo. Y lo hacemos pese a una oposición que, en demasiadas ocasiones, no construye ni analiza, sino que solo confronta, sin considerar siquiera cómo mejorar la vida de la ciudadanía.
El crecimiento de la Monarquía parlamentaria ha coincidido con su propia vida, ¿cómo lo ha visto? ¿Cómo lo ha vivido?
La Monarquía parlamentaria ha sido un pilar del consenso constitucional y permitió que la Transición se desarrollara de manera más normalizada. Para quienes nacimos en 1975, ha representado un elemento de estabilidad en un proceso histórico complejo, ofreciendo continuidad mientras España consolidaba su democracia. He vivido esta etapa consciente de que, aunque la institución no está exenta de debate, su papel ha sido clave para garantizar que los cambios políticos se produjeran dentro del marco constitucional, reforzando la convivencia democrática.
¿Qué ha sido para usted lo mejor de estos cincuenta años de Monarquía parlamentaria? ¿Y lo peor?
Lo mejor ha sido, sin duda, el salto democrático que permitió consolidar España como un país moderno y europeo: la integración en la Unión Europea, la construcción del Estado del bienestar, y la consolidación de derechos y libertades que han transformado la vida de los ciudadanos.
Lo peor han sido las sombras que, en algunos momentos, empañaron la ejemplaridad de quien un día representó a todos los españoles. Esa ejemplaridad es imprescindible, porque refleja ante el mundo cómo somos como Estado, como país y como sociedad, y nos recuerda que la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales para mantener la confianza de la ciudadanía.
¿Cómo pasará a la historia el Rey Juan Carlos?
Probablemente pasará a la historia como uno de los protagonistas clave de la Transición y de la consolidación de la democracia en España, alguien que desempeñó un papel decisivo en un momento histórico complejo. Al mismo tiempo, también será recordado por no estar siempre a la altura de las expectativas y de la ejemplaridad imprescindible para un monarca, decepcionando a muchos españoles.
¿Y el reinado de Felipe VI, qué impronta va dejando?
Sin duda está dejando la impronta de una monarquía moderna y ejemplar, comprometida con la transparencia y la rendición de cuentas, que busca recuperar y mantener la confianza de los ciudadanos. Su reinado refleja el esfuerzo por adaptar la institución a los valores de una sociedad democrática avanzada, siendo sin duda una referencia de España en el mundo.
¿Reinará Leonor?
Si Felipe VI mantiene la línea de ejemplaridad y modernidad que ha caracterizado su reinado, no tengo dudas de que Leonor reinará: y no solo eso, será una gran Reina porque tiene todas las aptitudes para serlo.
¿Cuáles son los mayores avances que ha experimentado la sociedad española en estos 50 años?
Afortunadamente, cuesta seleccionar solo algunos, porque los avances han sido muchos, tanto por nuestro punto de partida como por nuestro fuerte compromiso con la modernización. La sociedad española ha conquistado derechos que hoy parecen evidentes, pero que fueron fruto de luchas colectivas: la legalización del divorcio, las leyes de interrupción voluntaria del embarazo, los avances en la igualdad entre mujeres y hombres, el matrimonio entre personas del mismo sexo, y la consolidación de la educación y la sanidad universales, públicas y gratuitas.
A esto se suman logros fundamentales en protección social, como las becas, las pensiones dignas y el sistema de dependencia. En algunos de estos ámbitos, España ha sido pionera a nivel mundial, demostrando que es posible avanzar hacia la igualdad y la justicia social con decisión y valentía, demostrando que las recetas socialdemócratas son las que mejor sientan al conjunto de la población. Todos estos avances, que hoy celebran una gran mayoría de españoles, han sido posibles básicamente gracias a los gobiernos socialistas de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, comprometidos con la justicia social, la igualdad y la libertad.
Son el resultado de políticas que buscan que España sea un país más justo, inclusivo y a la vanguardia de los derechos. Todos esos avances siempre han tenido detractores y han superado críticas muy duras. Pero el balance general es, sin duda, positivo. Han hecho de España un país mejor.
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