Legislatura

La fortaleza del Ejecutivo, en entredicho: «¿Dónde están los ministros?"

Presupuestos, elecciones, incendios... Sánchez se enfrenta a numerosos exámenes para evitar otra crisis de Gobierno

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un mitin del PSOE
Pedro Sánchez, ayer, en el mitin de LugoCarlos CastroEuropa Press

Los datos del paro dieron, por fin, una buena noticia al Gobierno en su semana horribilis dejándolo en una tasa del 11,7% impulsado por la creación de empleo en la empresa privada. Fue, sin duda, un balón de oxígeno de la economía a una acción política que dejó heridas en el Ejecutivo de Pedro Sánchez y que han hecho saltar todas las alarmas en las filas socialistas.

El primer tropezón fue el acuerdo con los independentistas sobre las enmiendas a la ley de amnistía, que pusieron sobre la mesa un debate indeseado: el terrorismo. El ministro Bolaños, en sus apariciones públicas, no podía disimular su incomodidad ante la vía de agua que el PP aprovechó para erosionar al Ejecutivo. Solo le salvó González Pons y sus palabras sobre el Tribunal Constitucional. No había acabado la tormenta y el juez García Castellón volvía a emitir un auto con clara intención de sortear la última enmienda a la ley de amnistía, en un claro efecto acción-reacción, que puede convertirse en penúltima a tenor de las declaraciones de las fuerzas independentistas. Por si fuera poco, la semana terminaba conociendo, al menos en parte, los motivos del CNI para intervenir el teléfono del entonces vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès.

Según los documentos, la autorización judicial se produjo en julio de 2019 y posteriormente en 2020, porque según el Centro Nacional de Inteligencia sospechaba que Aragonés dirigía los CDR. Curiosa interpretación cuando en esos momentos los CDR se habían distanciado de ERC. La prueba del algodón, el abandono de la manifestación del 19 de octubre de 2019 de los radicales por parte de Gabriel Rufián en medio de insultos porque les pidió prudencia y que no destrozaran la ciudad. Era el momento en el que ERC era tildada de «botiflera». Fuentes socialistas catalanas se sorprenden: «El CNI de aquel momento me recuerda la TIA de Mortadelo y Filemón, porque si alguien dirigía los CDR no era ERC». Esta misma fuente apunta que este tema tiene recorrido y no será positivo para los socialistas, porque «deja al Gobierno a la intemperie aunque su actitud es transparente. Nada que ver con la guerra sucia del PP».

En la semana horribilis, una guinda. Lo que los socialistas consideran «compadreo» del presidente manchego, Emiliano García-Page, con el PP en Fitur. Las críticas de Page a la amnistía rodeado de presidentes populares abrieron la caja de los truenos en el PSOE, con cargas de profundidad de Santos Cerdán y Óscar Puente. «No fueron las críticas, que también, sino la forma en la que las hizo», apuntan fuentes socialistas.

En el PSOE todos estos acontecimientos se pueden resumir en una palabra: «Desasosiego». Y con desasosiego, cábalas. En los cenáculos socialistas no se escatiman críticas al nuevo Ejecutivo: «¿Dónde están los ministros?», se preguntan. De la quema solo se salvan Óscar Puente, Pilar Alegría, María Jesús Montero y Teresa Ribera, que muchos sitúan como número uno de la lista de las europeas. «No solo habla ya de medio ambiente, de energía, sino que entra en la arena política con duros ataques al juez García Castellón», dicen fuentes socialistas para ilustrar que «es un cambio en las formas para ser cabeza de cartel». De la crítica a los ministros capítulo aparte merecen Margarita Robles, José Manuel Albares e incluso Fernando Grande-Marlaska. «El que está achicharrado es Félix Bolaños», coinciden las fuentes consultadas.

Y ser cabeza de cartel implicará crisis de Gobierno. Una «minicrisis», apuntan algunos, pero que puede ser mayor tras las europeas «si el partido no tiene un buen resultado». Las encuestas que se manejan no son buenas. No tanto porque el PSOE baje mucho, sino por el fuerte ascenso del PP. «Conociendo al presidente, si tras las europeas los resultados no son positivos, va a provocar un nuevo cambio de timón para reforzar el Ejecutivo» y tampoco se descarta un congreso del partido para el próximo mes de octubre, del que no hay rastro oficial pero aparece en todas las conversaciones. Octubre de 2024, tres años después del Congreso de Valencia.

El presidente del Gobierno mantiene la prudencia y sigue arropado por su equipo duro, liderado por Óscar López, aunque muchos recuerdan a Miguel Barroso: «Su ausencia se notará, se nota ya. Era buen amigo del presidente y su confidente. Sus consejos siempre eran escuchados. Sin Miguel entramos en una competencia que no es buena en momentos delicados porque el presidente no ha designado un nuevo Barroso». Sin embargo, cuatro son los exámenes que tiene que superar.

Primero, las gallegas que, a priori, no deparan sorpresas positivas. Segundo, las vascas, donde el PSE se convertirá en árbitro de la Lendakaritza entre PNV y Bildu. Tercero, las europeas, que se juegan a todo o nada aunque a pesar de las malas previsiones demoscópicas se confía «en el arreón de última hora» que puede maquillar en positivo el resultado. Y cuarto, las catalanas, que serán de nuevo un ser o no ser. Si Salvador Illa gana, «Sánchez tendrá un ‘‘match point’’ para reforzar su discurso, pero tendrá que ser una victoria holgada que impida un Gobierno independentista. Y para esto se necesitará, curiosamente, al PP».

Pero antes, mucho antes, Sánchez necesita fortalecer la legislatura dos años cerrando los presupuestos de 2024. Las citas electorales no ayudan y las veleidades de los independentistas, como las califican los socialistas, tampoco. Junts y ERC entrarán en una loca subasta que puede ser letal en otras comunidades. Y sin presupuesto no hay legislatura a dos años vista. La semana horribilis ha puesto de los nervios a los cuadros socialistas, que empiezan a poner en duda la fortaleza del Gobierno y de la ejecutiva, apenas unos días después del cónclave de La Coruña, y lo que es peor. la estrategia negociadora con los independentistas.