Jorge Vilches
El gatopardo en Moncloa
Sumar nació para quitarse de encima una fórmula carbonizada, la del «pablismo», y ser útil al sanchismo y a la «coalición de progreso»
La cuestión no es si Sumar y Podemos van en coalición, sino en qué condiciones. Funcionará si es una maniobra lampedusiana: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». El proyecto de Yolanda Díaz nació para quitarse de encima una fórmula carbonizada, la del «pablismo», y ser útil al sanchismo y a la «coalición de progreso». El plan es borrar a Podemos y dar vida a Sumar para que ocupe su lugar sin perder votos. El debate sobre la coalición, entonces, forma parte de la tramoya.
Los yolandistas están unidos por ese desprecio al último líder de Podemos y a sus «tuteladas». Son conscientes de que son un lastre, un elemento tóxico. Un cartel electoral con Yolanda Díaz e Irene Montero o Belarra, es contraproducente. Nadie vota a una coalición mal avenida, y en el electorado de izquierdas no hay quien crea que dichas dirigentes se llevan bien, o que Iglesias quedaría al margen. Incluso el pacto bilateral con el «pablismo» podría verse como una traición al proyecto de Sumar. Por tanto, en este caso 2 + 2 pueden sumar 3.
Al PSOE le conviene que Podemos desaparezca tras el 28-M para que Sumar lo sustituya en las generales. La labor de los socialistas es extender la idea de que la formación podemita está muerta, y coadyuvar así a su entierro en las próximas elecciones locales. Es un trago necesario para recomponer la izquierda a la izquierda del PSOE, y siempre al servicio de Sánchez.
Pero toda estrategia tiene sus tiempos. Primero, la muerte anunciada de Podemos el 28-M. Luego vendrá el típico debate sobre la naturaleza de las izquierdas, sus líderes y proyectos. Todo bajo la amenaza de un Gobierno de la «derecha con la extrema derecha» porque el vuelco en mayo va a ser una realidad. Esto generará miedo y desesperación en el electorado izquierdista, que buscará su salvación en mantener la coalición del PSOE con una formación nueva, la de Yolanda Díaz.
Cautivo y derrotado el ejército pablista, el yolandismo se impondrá por el peso de la necesidad. Entonces tocará al sanchismo engordar a Sumar. Habrá que trabajar en los medios y echar gente. Sin culpables no hay redención posible, y en esto las izquierdas son especialistas desde el particular uso que dieron al piolet.
En el último semestre de 2023 toca hacer cuentas para las generales. En las 35 circunscripciones donde se disputan seis o menos escaños está penalizada la división del voto. Si Podemos insiste en no rendirse a Sumar y hacer la guerra a Yolanda, el último escaño podría ir para el PP si los populares son el partido más votado en la circunscripción. La victoria de Feijóo sería entonces más contundente.
Ahora bien, el PSOE tiene dos dificultades. La primera es que Sumar no parezca un artificio creado en los laboratorios de Moncloa. El electorado de izquierdas vive con la fantasía de que sus candidatos surgen del pueblo, no de una campaña institucional. Si los votantes a la izquierda del PSOE entienden que Sumar es el timo de la estampita, el invento se irá al traste. Esto obligará a escenificar desencuentros entre Sánchez y Díaz antes de las generales, uno encarnando la responsabilidad y otra la voluntad. Será teatro barato, pero puede valer.
La segunda dificultad será controlar el engorde artificial de Sumar. Esto no lo hizo bien el PSOE con Podemos entre 2015 y 2016, y obligó a la podemización de los socialistas por la mordida a su electorado. El artificio de Yolanda debe servir para recoger al elector que el PSOE no suma, y que luego es imprescindible en la aritmética electoral y parlamentaria. No es útil si baja del 10% de voto y es un rival si disputa al PSOE el mismo electorado. Esto significa que el sanchismo es quien debe construir el espacio de Sumar para que las piezas encajen.
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