Opinión

Un paso adelante del PP

El PSOE ha decidido iniciar un proceso constituyente para satisfacer a los independentistas

El presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez (i) y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), a su llegada a una reunión en el Congreso de los Diputados, a 30 de agosto de 2023, en Madrid (España)
El presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez (i) y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), a su llegada a una reunión en el Congreso de los Diputados, a 30 de agosto de 2023, en Madrid (España)Gonzalo Pérez La Razón

Con Sánchez a los mandos solo se puede ser pesimista. Entre defender la Constitución, su espíritu, el Estado de Derecho, la integridad nacional, la monarquía y la igualdad, y pisotear todo para seguir en el poder, no hay duda de lo que hará. Si tiene que escoger un socio parlamentario no elegirá uno constitucionalista, sino uno rupturista. Puesto en la tesitura de escuchar las voces socialistas que construyeron desde el consenso la democracia o despreciarlas, ordenará hacer oídos sordos. Como escribió Jardiel Poncela, es de esos tipos que solo admiten lo que alimenta su vanidad.

El PSOE ha decidido iniciar un proceso constituyente para satisfacer a los independentistas, en realidad una demolición de la Transición y de la Constitución, y conseguir la investidura de Sánchez. Ante esta evidencia, el PP tiene un papel complicado y dos caminos posibles: la defensa a ultranza del status quo de autonomismo asimétrico y cambiante que nos ha llevado a esta situación, o bien, una propuesta de punto final autonómico sobre la base de la igualdad de los españoles.

Entre 1977 y 1978 sí hubo, como escribió García de Enterría, un verdadero poder constituyente, general y popular. Lo de hoy, este proceso para cambiar el orden constitucional, no deja de ser la acomodación a las exigencias de una minoría rupturista que solo representa al 6% de los votantes. Esto es cierto, pero también es verdad que la inconcreción autonómica de España es fuente de inestabilidad. Todo nacionalismo que gobierne una administración en expansión competencial, como algunas autonomías, acaba compitiendo con el Estado, cuestionando la unidad y coqueteando con la independencia.

Ante esta deriva el PP está solo, quizá con el apoyo de Vox y algunos partidos minúsculos. No puede contar con el PSOE, que está perdido para la causa del constitucionalismo. El socialismo se ha instalado bien en la polarización con el beneplácito de sus votantes, que tragan lo que sea, porque le renta. Por tanto, nadie va a conseguir que el partido socialista rectifique. Tampoco sirve ajustar el discurso del PP para acercarse a un hipotético votante socialdemócrata como gran baza electoral, y menos aún el llamamiento a la sensatez de sus dirigentes. Incluso los viejos socialistas que estos días critican a Sánchez votaron al PSOE el 23-J.

Es preciso confesarlo: el PP de Feijóo está descolocado. No se atreve a proponer un paso adelante, y el empecinamiento en mantener un autonomismo sin límite que beneficia a los independentistas muestra un partido sin discurso ni iniciativa. La idea de sentarse a hablar con Junts fue una mala ocurrencia. Mostró muy poca sensibilidad hacia sus votantes, que no comprenden que se critique a Sánchez por acercarse a los independentistas y que luego Feijóo pida cita a Puigdemont.

El PP catalán se indignó con ese blanqueamiento torpe del prófugo, tanto como con el uso del concepto “encaje de Cataluña”, que suponía usar un lenguaje ajeno, el independentista, en lugar de uno propio y sólido. El momento para cometer el error ha sido malo, justo cuando el PP catalán ha adelantado en votos a ERC y Junts, y son la tercera fuerza por detrás del PSC y Sumar. De nuevo los populares de Cataluña se sienten desamparados y sacrificables, lo que acaba trascendiendo al resto del partido y al electorado, que es muy sensible con los derechos de los catalanes no nacionalistas.

Al PP le falta dar un paso adelante. El acto de investidura de Feijóo puede ser un momento extraordinario para que el líder del PP explique su proyecto. Derogar el sanchismo es insuficiente. Es la ocasión para que muestre una fórmula atractiva y concreta que combine la igualdad de los españoles con independencia del territorio en el que vivan, la solidaridad equitativa, y un autonomismo cerrado, no en continuo movimiento, para evitar chantajes como el actual de Puigdemont. Porque esperar a que pase el cadáver del sanchismo para alcanzar el poder no es buena estrategia.