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PP: Gobernar como vértice del triángulo del «centro-derecha»

Génova pasará tras el pacto andaluz a «marcar territorio» frente a Vox. «Abascal no tiene más opción que favorecer gobiernos populares, lo que no sucede a Rivera»

Santiago Abascal (Vox), Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Cs)
Santiago Abascal (Vox), Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Cs)larazon

Génova pasará tras el pacto andaluz a «marcar territorio» frente a Vox. «Abascal no tiene más opción que favorecer gobiernos populares, lo que no sucede a Rivera».

Con la investidura de Juan Manuel Moreno como presidente de la Junta de Andalucía Génova abre una nueva etapa en «su plan» para llegar al poder como punta de ese «triángulo en el centro-derecha» que tiene a Ciudadanos en un segundo vértice y, previsiblemente, a Vox, en el tercero. El PP asume que tendrá que batirse con el partido de Santiago Abascal en las elecciones autonómicas y municipales, y también en las generales, con independencia de que este último pueda llegar a sacar escaños en todos los territorios y de que también esté en el aire si alcanza o no representación en el Congreso. En el PP prevén que Vox pueda subir en las autonómicas y municipales, pero confían en que sea de manera puntual, en aquellos feudos donde haya más problema con la inmigración, por ejemplo, o haya más electorado movilizado por el tema catalán. Su techo no está mucho más arriba de lo que han conseguido en Andalucía, pronostican, aunque todo dependerá de cómo evolucione el desafío independentista y de la gestión del Gobierno al respecto. Si el Ejecutivo de Pedro Sánchez da motivos para que la gente se sienta «humillada» por la política soberanista, eso será bueno para Vox, pero si este tema no va a mayores, el recorrido será «mucho más limitado». En principio, asumen que puede tener un fuerte tirón en ciudades de Andalucía por la inmigración, y que también puedan llevarse voto protesta por el tema catalán en Cataluña, Valencia, Baleares y Madrid.

Cataluña lo ha cambiado todo, y sus efectos en Andalucía, también. Pero desde el PP sostienen que más allá de lo que afecta a este problema en concreto, donde se mueve voto más sentimental que racional, «la mayoría de la derecha se siente mucho más identificada con el PP que con las propuestas de Vox». Y apuntan a su favor que de cara a los pactos, Vox sólo puede hablar con el PP, «y ése es su drama». «Como ha pasado en Cataluña, no tiene más opción que favorecer gobiernos del PP, lo que no le sucede a Ciudadanos».

Génova afronta este escenario imprevisible y complicado con el discurso de que «el PP es un partido de Gobierno, que ha gobernado en todos los sitios, con responsabilidad y gestión demostrada, y siempre dentro de los límites que marca la Constitución. Vox la quiere cambiar con propuestas muy escoradas y que tienen un recorrido muy corto en la mayoría de los casos, como se ha visto en Andalucía. El recorrido de subida de Vox es limitado. No hay una mayoría, ni siquiera en la derecha, que esté de acuerdo con este discurso».

Desde la dirección nacional del PP advierten, además, que después del pacto en Andalucía, lo previsible es que no haya más acercamiento porque ahora es el momento en el que el PP tiene que «marcar territorio», y ésa es la tarea y el reto porque obliga a difíciles equilibrios externos e internos. Es la batalla por un mismo electorado más a la derecha, aunque no es en exclusiva la fuente de la que bebe Vox como se ha visto en las elecciones andaluzas. Pero sin margen para una escalada en las encuestas no previsible con las actuales reglas de juego, Génova lo fía ya todo a reivindicarse como el vértice centrado entre Albert Rivera y Abascal. El mantra ya no es el voto útil, sino la suma del bloque de derechas, con el PP como partido más votado. Éste es un escenario diabólico. La supervivencia está en aguantar como partido más votado y que el bloque de derechas sume más que la izquierda, en el caso del PP. Vox tiene que sostener el pulso sin defraudar la radicalidad de sus votantes, y Ciudadanos debate cómo seguir disfrazando el pacto con Vox en Andalucía para no perder capacidad de ganar votos por la izquierda.

Pablo Casado ha ganado el primer asalto con Vox, pero en el PP saben que la Presidencia de la Junta de Andalucía no es garantía de que vayan a imponerse en los demás «rounds» porque de aquí a las elecciones autonómicas y municipales «no habrá un momento de paz» en su relación con el partido socio de investidura. El problema es a nivel nacional, ya que en el microcosmos andaluz la relación entre los líderes que se tienen que entender en la acción legislativa podría ser mucho más sencilla si el mando no estuviera en Madrid.

El futuro presidente andaluz tiene la facilidad de un carácter con pocas aristas, y en Sevilla sostienen que si de Juan Marín, del representante de Vox, Francisco Serrano, y de él dependiese, podría salir una gestión que sirviera de ejemplo en el escaparate nacional. Pero las llaves las tienen Rivera, Abascal y Casado, y esto es lo que hace impredecible el efecto del experimento andaluz a nivel nacional y que en el PP pongan el pie en pared antes de anticipar cuál será su estrategia final frente a Vox.

Desde las «baronías» se ha lanzado ya una advertencia a Génova sobre sus coqueteos con el discurso más duro de Vox. Pero la dirección nacional también ha marcado su terreno con la demanda de que no se anticipen lecturas ni juicios y se les deje trabajar. Casado ha ganado tiempo para seguir una línea de actuación opuesta a la que guió a Mariano Rajoy en su acción política. Eran otras circunstancias, y también es distinta la fuente ideológica que asesora al líder del PP. Con Rajoy, el símbolo era el sociólogo Pedro Arriola, que en los últimos días ha reprochado a la nueva dirección popular que se aleje del centro porque así no se ganan elecciones. Al lado de Casado está hoy Javier Fernández Lasquetty, uno de los representantes del «think tank» en el que se apoyó José María Aznar para alcanzar la mayoría absoluta. «Quien inspiró la falta de política que nos ha costado tanto votos viene ahora a dar lecciones sobre qué hacer para recuperar los votos que el partido perdió por algunas de sus decisiones», sentencian en la dirección popular.

Génova se enfrenta al difícil objetivo de frenar a Vox y desmontar su «populismo» sin alejarse más de esa parte de su electorado que se identifica con algunos de los planteamientos de Vox. Pero competir con este partido también le puede pasar una severa factura incluso de convivencia en la misma dirección del PP. No son sólo dirigentes territoriales los que dudan de la estrategia electoral. Dentro del núcleo duro de Génova también hay sensibilidades más moderadas, como la que representa el vicesecretario de Organización, Javier Maroto, que tampoco validarían que se crucen determinadas líneas rojas, ni siquiera en el plano discursivo, para restar espacio al partido de Abascal.