Opinión
Lo que va a pasar aquí
Empieza un larguísimo camino con curvas. La amnistía ha partido la sociedad y tejido un manto de tensión que yo sólo recordaba del País Vasco y Cataluña
Lo que importa en España son las familias, y la señal de que esto es grave es que la división ha entrado en las familias y pandillas: “Mejor no hablamos de política ¿os parece?”. La amnistía ha partido la sociedad y tejido un manto de tensión que yo sólo recordaba del País Vasco y Cataluña, donde ciertas conversaciones se evitaban en la mesa de Navidad. Siempre hemos sostenido que, por esta razón, Euskadi y Cataluña eran más desgraciados que el resto ¿de qué sirve ser rico si no tienes libertad? Ahora han conseguido ponernos a nivel.
“Hacer de la necesidad virtud” se ha convertido en el lema de la legislatura, para explicar que la mentira es el método político del Gobierno. “Sólo la verdad nos hace libres -ha replicado el obispo Jesús Sanz- y el engaño siempre esclaviza. Quien usa y abusa de la mentira como arma política no tiene credibilidad y es acusado por sus propias trampas”. Es un hecho: el juramento de Pedro Sánchez ayer ante el Rey ha desatado carcajadas en las redes sociales: “Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”. La jura, sin música de fondo ni doblaje alguno, sin sobre escrito ni nota al pie, se ha convertido en meme hilarante.
Así pues, ¿qué va a pasar ahora?, ¿es posible sobrevivir en la mentira? Por partes. El senado sólo puede ralentizar la amnistía, no puede cancelarla. Con el Constitucional no cabe contar, que ya se lo ha amarrado el Innombrable a través de Cándido Conde Pumpido. Y de las instituciones europeas, apenas cabe esperar más que alharaca, al menos del Parlamento y la Comisión. Si acaso, el Tribunal de Luxemburgo podría ampararnos para demostrar la inconstitucionalidad del texto y el ataque al sistema judicial, pero la cosa va para largo.
También los plazos son largos aquí, no cabe esperar la amnistía hasta primavera. Enero es inhábil jurídicamente y, entre atrasos y recursos, nos vamos hasta marzo-abril. Después, la implementación del indulto no va a ser general ni inmediata: cada tribunal tiene que solicitarlo y aplicarlo causa por causa, sobre caso sentenciado o caso en curso. Y cada pleito va generar polémica social. Es más que probable además que muchos de los tipos penales no puedan ser amparados, por ejemplo, el blanqueo de capitales. Que seguro se le imputa a Puigdemont, entre otros.
La conclusión es que empieza un larguíiiiiisimo camino con curvas. Los litigios penales van a inflamar las calles. Se necesita imaginación para pasar de las concentraciones en Ferraz a gestos más constructivos y sostenibles en el tiempo, como las caceroladas, que fueron tan eficaces en el "procés", o las manos blancas que identificaron el asesinato de Miguel Ángel Blanco y cambiaron la lucha contra ETA.
A lo largo de este recorrido, hay un muy débil eslabón del acuerdo ignominioso: Junts per Cat. La derecha catalana había subido en las encuestas por oposición a ERC, que había abrazado la vía posibilista de pactar con el PSC. Puigdemont era el emblema de la resistencia total, el president en el exilio, el que vindicaba el referéndum unilateral y salvaje que había encabezado. Ahora aparece como el vendido. La reacción de las encuestas ha sido inmediata: en unas eventuales elecciones bajaría mucho. En definitiva, Carles Puigdemont va a notar el aliento de la calle en la nuca y va a presionar y controlar al PSOE en consecuencia. Al menor fallo, tendrá que dejar de sostener al ejecutivo. Eso provocaría elecciones.
Y ojo, hay otra variable en ciernes. La reacción nacional cuando salga el contenido secreto del acuerdo con Bildu. Suponemos que entraña la libertad de los presos etarras y la entrega de Navarra en el proyecto de configuración territorial de Euskadi, pero sólo son rumores. Y todo se acaba sabiendo.
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