Opinión

Sensacionalismo oportunista

Pedro Sánchez ha decidido dar un golpe de efecto embarcando a España en un atropellado reconocimiento del Estado palestino

GRAFCVA591. VALENCIA, 19/05/2024.- La Comunitat Palestina de València y BDS País Valencià celebran una manifestación bajo el lema "Aturem el genocidi a Palestina!". EFE/Manuel Bruque
Manifestación contra la guerra en GazaManuel BruqueAgencia EFE

El adjetivo «sensacional» muestra claramente su origen y de qué palabra procede. Aunque el uso común que hacemos de él suele ser para referirse a algo que llama poderosamente la atención, lo cierto es que encuentra su base en las sensaciones. Las sensaciones nos suenan a algo más epidérmico, más superficial que las emociones. Por eso, en general, cuando lo que se persigue es exagerar emociones comunes que comparte casi todo el mundo, lo que se está haciendo es caer en el más puro sensacionalismo.

Todos (o casi todos) coincidimos en que el camino que algún día pueda abrir una solución al conflicto árabe-israelí pasa por la creación de dos estados. Pero la distancia que separa a ambos actualmente es tan grande que la tarea de dar forma a ese proyecto se antoja ardua y complicada. Como pudo comprobar Pedro Sánchez en su gira europea, la solución de los dos estados cuenta con simpatías generales, pero todo el mundo coincide en que ahora es el peor momento para dar ningún paso en ese sentido. Hay que esperar que la violencia se calme para poder tejer una solución como esa.

Sánchez, sin embargo, ha decidido despreciar ese consenso general y dar un golpe de efecto embarcando a nuestro país en un atropellado reconocimiento del Estado palestino. El objetivo es demostrar a sus votantes que está haciendo algo y, de paso, provocar una noticia sensacional que atraiga poderosamente la atención y la desvíe de los problemas más sórdidos y domésticos en los que se ha metido últimamente el gobierno socialista. Esos problemas (las cartas de recomendación de su señora, los chistes insultantes fuera de lugar del ministro de transportes que han provocado una crisis con Argentina…) parecen contratiempos menores, pero son de aquel tipo que corroen y dañan el prestigio de un Gobierno. Por eso se necesita una noticia mayor que los tape.

Obviamente, es una noticia sensacional que España, junto con Irlanda y Noruega reconozcan ellos solos al Estado palestino por su cuenta y riesgo. Pero las sensaciones que provocan son sobre todo de desasosiego, de insensatez, de egocentrismo y de improvisación.

Porque, vamos a ver, se nos dice que se reconoce un Estado, pero no se nos señala cuales son sus fronteras; donde empieza y donde acaba, ni cuál es –documental o cartográficamente– el proyecto que se avala entre los muchos que se han propuesto a lo largo de los años para la región. Cuando se pide más precisión, la vicepresidenta dice que desde el río hasta el mar. Y luego tiene que rectificar su frase porque ignoraba el significado profundo de la expresión allí. Pongamos que, pronto, otro país del entorno europeo deseara también reconocer el Estado palestino, pero prefiriera otra delimitación diferente de la frontera. Al no haberlas consensuado previamente, sino haberse lanzado España, Irlanda y Noruega a la piscina, toda esa falta de consenso enrarecería y retrasaría considerablemente todo el proceso.

Si seguimos preguntando por la forma de gobierno que tendría ese estado, la cosa empeora. Porque resulta que el poder en la comunidad palestina está en este momento en manos de unas gentes que no tienen mucho respeto por la democracia. Son conocidos por coaccionar y eliminar a los disidentes de su propio pueblo. Para reconocer nuevos estados, nosotros y los países de nuestro entorno hemos marcado claramente en los últimos tiempos la exigencia de unos mínimos democráticos imprescindibles. Hacer de golpe una excepción a esa tradición no se puede explicar de ninguna de las maneras y, lo que es peor, derriba directamente por su base los estándares democráticos si aceptamos reconocer a un Gobierno que perjudica cuando le conviene a su propio pueblo y no duda en desacreditar con sus acciones la causa palestina. Parece como si estuvieran premiándose asesinatos. Como si las rabietas de una criatura malcarada merecieran que se le otorgue lo que pide.

Tras el fracaso de su gira internacional en busca de apoyos, una vez más Sánchez, para combatir las acusaciones de nepotismo e incompetencia que le acechan, decide ignorar el consenso general que le rodea en Europa y saltar por la ventana, para hacer lo que él necesita o le conviene, en lugar de bajar por las escaleras.