Castilla-La Mancha

Y los toldos volvieron a mojarse

La tradición se cumple y las intensas lluvias de los últimos días han hecho que los entoldados del Corpus se empapen, como es ya costumbre

Las calles de la Ciudad Imperial se engalanan para dotar al Corpus de mayor vistosidad si cabe
Las calles de la Ciudad Imperial se engalanan para dotar al Corpus de mayor vistosidad si cabeJesús G Feria

Los toledanos lo cuentan a quienes pasean por la Ciudad Imperial y quieren escucharlos. «Los toldos siempre se mojan… Si no, parece que no hay Corpus», señalan. Y es que la celebración que esta semana se dispone a vivir Toledo es tan grande que abarca varios meses del calendario y sorprende por la magnificencia y cantidad de detalles que se observan a su alrededor.

Uno de esos detalles –y no menor– es que durante dos meses, las calles principales del Casco Histórico de Toledo aparecen entoldadas. La aparición del primer toldo en la ciudad pasada la Pascua es el bofetón del tiempo, la sima del precipicio que anuncia nuevamente el hecho ancestral en que esta ciudad se reconoce a sí misma desde hace casi ocho siglos, la celebración del Corpus Christi.

Una fiesta a la que la Iglesia da el rango máximo que puede otorgarle, puesto que la denomina Solemnidad del Corpus Christi; es decir, no hay nada superior a ella, pues no es otra cosa que la propia celebración eucarística… La Sangre y el Cuerpo de Cristo. Eso es lo que paseará el próximo jueves por las calles de la ciudad y por ello mismo, los toledanos, conscientes de la importancia y la simbología del acontecimiento, cambian, modifican, embellecen aún más cada uno de los rincones por los que pasará el Sacramento. Si Toledo es hermosa per se… en Corpus se convierte en un enclave doblemente hermoso.

Los toldos no son más que la prolongación del palio que custodia el Cuerpo de Cristo dentro de la iglesia. Se utiliza para los grandes rangos y solemnidades y desde el principio se entendió que no había solemnidad más importante que el paseo del Sacramento por las calles de la ciudad. Por ello, a las dos semanas de oficiarse la Pascua, comienzan los preparativos del Corpus, con el inicio de la colocación de los primeros toldos por el recorrido

Para el turista un tanto extraviado, llama la atención que las calles se encuentren entoldadas y no es raro que pregunten más de una vez a qué se debe tal circunstancia. De hecho, es muy común que muchos de ellos piensen que se debe a una solución o estrategia de las autoridades municipales para reducir el intenso calor que en torno a los días de verano sacude ya a la ciudad de Toledo. La sombra que proyectan en las horas centrales del día son un alivio para las empinadas calles que cubren y más de uno lo agradece. Cuentan incluso que una famosa locutora de la ciudad, hace muchos años, recién llegada de fuera, dijo por la radio durante una retransmisión del Corpus algo parecido así: «¡Qué gran idea del ayuntamiento haber colocado los toldos para dar sombra!».

Pero nada más lejos de la realidad. La fiesta del Corpus Christi es una celebración viva, en constante movimiento, que hasta litúrgicamente conecta el Jueves Santo con su solemnidad, sesenta días después. Santo Tomás de Aquino compuso el más famoso himno eucarístico, el Pange lingua, que tanto un jueves como otro suele cantarse ante la adoración del Sacramento.

Dentro de todo este atrezo, la parafernalia de los toldos es fundamental porque es el primer aviso serio al toledano de que su fiesta grande ya está aquí. Sucede, en cambio, que al permanecer puestos durante casi dos meses –uno antes y otro después del Corpus– es habitual que muchos de ellos puedan mojarse por las lluvias de primavera.

Este año, pese a la sequía que venía agravando la situación de embalses y abastecimientos, el agua se ha hecho presente de manera muy intensa estos últimos días de mayo y primeros de junio. Si los toldos se han mooado, como manda la tradición, ya puede salir la procesión del Corpus Christi, uno de esos grandes acontecimientos que hay que ver al menos una vez en la vida.

La Custodia de Arfe es el gran monumento que acompaña al Cuerpo de Cristo, con sus míticas campanillas y sus miles de tornillos de oro relumbrando y reluciendo al sol. Sobre un pequeño ostensorio –como su propio nombre indica– descansa la Hostia y en torno a lo que un día fue pequeño pedacito de pan ácimo y hoy Cuerpo de Cristo, gira la enormidad de esta fiesta que hace de nuevo a Toledo ciudad sagrada y Jerusalén española.