Neuropsicología infantil
Todo lo que necesitas saber sobre qué es el retraso madurativo
Entrevista con Cristina Sánchez Riaza, psicóloga en Neuropsik
-¿Cómo definimos el retraso madurativo?
-Me parece importante destacar que el “retraso madurativo” no es un diagnóstico, aunque puede ser utilizado para una mayor comprensión de los padres y cuidadores. Comúnmente, nos referirnos con “retraso madurativo” a los peques que no han alcanzado los hitos del desarrollo propios de su edad cronológica; su curso es normativo pero van por detrás en el tiempo a la hora de conseguir estas metas.
El manual diagnóstico DSM-5 aporta la categoría diagnóstica dentro de los trastornos del neurodesarrollo de “retraso global del desarrollo” como cajón de sastre para aquellos niños menores de 5 años que no cumplen con estos objetivos del neurodesarrollo y que no pueden ser valorados mediante pruebas baremadas y sistematizadas.
Quizás la diferencia entre ambos conceptos radicaría en que el retraso madurativo hace referencia a un área en concreto, como puede ser la lectoescritura; mientras que el retraso global del desarrollo hace referencia a un conjunto de procesos cognitivos implicados en la realización de una tarea (atención, memoria, lenguaje, etc). En cualquier caso, ambos deben valorarse longitudinalmente y ser atendidos en cuanto los padres detecten que algo no va bien.
-¿Tiene varios grados?
-Como tal, el retraso global del desarrollo no especifica diferentes grados, supone únicamente una hipótesis previa que debe ser comprobada pasado el tiempo prudente para que el niño pueda someterse a las pruebas pertinentes.
En caso de diagnosticarse una discapacidad intelectual, entonces sí hablaríamos de diferentes grados de severidad que irían en un continuo, desde leve hasta profundo.
Es importante recalcar, que al margen de cualquier puntuación en las pruebas, lo que va a determinar el grado de severidad es el nivel de funcionalidad, pues en base a ello se adaptarán los apoyos requeridos a cada niño.
-¿Cuándo se puede diagnosticar?
-Como norma general a partir de los 5 años, a pesar de que como explicaba anteriormente, contamos con criterios para dar a los padres un diagnóstico incierto con necesidad de reevaluación futura pero que nos abre la puerta a trabajar desde muy temprana edad.
No en todos los casos es así, contamos con baterías y pruebas fiables y validadas, que nos permiten hacer diagnósticos más certeros a edades tempranas. Es el caso de los niños con trastorno del espectro autista (TEA), la escala ADOS-2 permite diagnóstico de autismo en niños de 1 año. Además, en el caso de las cromosomopatías el trabajo diario con los peques es desde que son bebés.
Lamentablemente y como decía anteriormente, todo aquello de lo que tenemos una hipótesis en base a criterios cualitativos pero no disponemos de pruebas cuantitativas para dar un diagnóstico certero, va al cajón del “retraso global del desarrollo”.
Sería interesante que todos los padres y cuidadores principales tengan acceso a infografías, formaciones, expertos… que les enseñen a detectar señales de alarma; esto no facilitaría el diagnóstico, pero si la intervención desde atención primaria.
-¿Cuál es el experto que debe hacerlo?
-El pediatra es, quien desde una posición privilegiada, tiene acceso directo a los niños y padres. Debiendo ser conocedor del correcto neurodesarrollo de los niños se convierte en el primer asesor para los padres en caso de duda o sospecha.
Por supuesto, tanto la realización de pruebas complementarias como su derivación a otros profesionales para realizar una valoración en profundidad es primordial (neurólogo, psicólogo clínico y neuropsicólogo, audiólogo…).
-¿Con qué terapias contamos hoy día para mejorar ese retraso?
-Contamos con colegios especializados, terapeutas ocupacionales, maestros de pedagogía terapéutica, fisioterapeutas pediátricos, psicólogos y neuropsicólogos, centros de atención temprana, etc.
Una extensa red de profesionales y recursos al alcance de aquellos que quieran darle la mano a sus hijos, dejar al lado las expectativas y los deseos propios y caminar hacia una mejoría en todos los aspectos de su vida.
-¿Qué opinión le merece la educación especial?
-Cualquier concepto que lleve de la mano la palabra “educación” me resulta indispensable en una sociedad que quiere crecer. Parte de este crecimiento se debe a la inclusión y propuesta de mejora de niños con necesidades especiales.
La educación especial aporta unos apoyos a los alumnos con necesidades especiales para que su respuesta a las demandas emocionales, sociales, laborales, educativas… sean satisfechas con la mayor diligencia posible. Y esto es crear personas independientes, competentes y libres.
¿Está de acuerdo con la ley Celáa ?
-Considero la lengua castellana como lengua vehicular, puesto que en un mismo país todos deberíamos tener el derecho de poder comunicarnos (al margen de cualquier ley). Me imagino yendo a visitar el precioso Bilbao mirándonos los unos a los otros, como si de Berlín se tratase.
Partiendo de la no obligatoriedad de la enseñanza del Castellano como lengua común ¿cómo se plantean el concepto de integración y ausencia de segregación? No seremos capaces de hablar el mismo idioma, pero queremos que los niños con necesidades especiales tengan su cabida en un país segregado por la lengua. Si los hablantes no podemos comunicarnos, ¿cómo lo hará un sordomudo? ¿o es que se obligará a todos a conocer el lenguaje de signos? Y, ¿en qué idioma?
Un absurdo.
Además, las crecientes necesidades en los colegios públicos serán notable para lo cual pretenden contratar personal sin formación específica; y sin duda, los profesores de aulas normativas no tienen la formación ni los medios suficientes para portarle a los niños con necesidades especiales la atención que requieren. Personalmente, no le veo el beneficio.
No quiero hablar de política, simplemente hacer una reflexión sobre la coherencia de las propuestas de nuestros legisladores, sean del partido que sean.
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