
Relaciones
Por qué son tan importantes los primeros amigos en la infancia
Las primeras amistades en la infancia son clave para el desarrollo emocional, la empatía y la confianza. Psicólogos explican cómo los padres pueden acompañar este proceso y detectar señales de alerta

Cuando un niño pequeño llama “mejor amigo” a otro, está dando un paso importante en su desarrollo social y emocional. Las primeras amistades enseñan a compartir, a resolver conflictos y a crear vínculos de confianza que durarán toda la vida.
Según las psicólogas infantiles, estas relaciones tempranas ayudan a los niños a entender la convivencia, fortalecer la empatía y desarrollar habilidades sociales esenciales. Además, los padres juegan un papel clave al acompañar sin invadir, promoviendo encuentros naturales y ofreciendo modelos positivos de relación.
Cómo aprenden los niños a hacer amigos
Leticia, madre de un niño de cinco años, cuenta cómo su hijo Mauro formó su primer lazo de amistad a los tres años. “De pronto no dejaba de hablar de su amigo: jugaban a los superhéroes, compartían meriendas y aprendían juntos”.
Diversos estudios confirman que las amistades tempranas aparecen antes de lo que se piensa. Una investigación realizada en Castilla y León con casi 700 niños de entre tres y seis años reveló que un 9,9% de los pequeños son “rechazados” por sus compañeros y un 9,1% “preferidos”. Los comportamientos agresivos suelen estar relacionados con el rechazo, mientras que la afinidad y el apoyo emocional favorecen la aceptación.
Estos datos reflejan la importancia de promover relaciones saludables desde la primera infancia, ya que las experiencias negativas pueden afectar el desarrollo social futuro.
La importancia de acompañar sin intervenir
La psicóloga infantojuvenil María Frola destaca que la socialización comienza alrededor de los cuatro años. “Desde los primeros lazos de amistad se establecen valores que serán la base para vincularse con los demás”, explica.
Frola recomienda que los adultos intervengan lo menos posible en los conflictos infantiles, salvo que exista violencia física. En lugar de resolver las peleas, conviene ayudar a los niños a expresar lo que sienten y guiarlos para que aprendan a comunicarse.
Además, subraya que los pequeños aprenden observando. “Los niños imitan cómo sus adultos significativos se relacionan con otros”, por lo que el ejemplo de los padres y cuidadores es fundamental.
Respetar los ritmos y fomentar encuentros seguros
La psicóloga Fernanda Rodríguez Muguruza señala que entre los cinco y siete años las amistades se vuelven más estables: “A esa edad los niños eligen a su mejor amigo y fortalecen sus habilidades sociales”.
Sin embargo, cada niño tiene su propio ritmo. Algunos necesitan más tiempo para integrarse, y eso no debe preocupar. Los padres pueden facilitar espacios de convivencia —como juegos en casa o en el parque—, pero deben evitar imponer relaciones o intervenir constantemente.
Rodríguez recomienda observar, estar disponibles y dejar que los niños marquen el ritmo de sus interacciones.
Señales de alerta en las relaciones infantiles
Aunque las diferencias en la forma de hacer amigos son normales, hay signos que conviene atender:
Aislamiento frecuente.
Ansiedad ante situaciones sociales.
Rechazo reiterado por parte de los iguales.
Si estas situaciones persisten o afectan el bienestar del niño, lo mejor es consultar a un profesional de psicología infantil para recibir orientación adecuada.
Amistad y neurodivergencias: apoyo y empatía
En casos de niños con neurodivergencias (como TEA, TDAH o altas capacidades), la psicóloga Rodríguez sugiere adaptar el acompañamiento: crear entornos tranquilos, estructurar los encuentros y aprovechar los intereses del menor como puente para relacionarse.
Además, los padres pueden reforzar los avances, fomentar la confianza y ofrecer un entorno predecible que les brinde seguridad. Celebrar los logros, evitar comparaciones y promover actividades donde se sientan competentes fortalece su autoestima y sus habilidades sociales.
Las primeras amistades no solo son un juego: son el primer laboratorio emocional de la infancia. En ellas los niños aprenden empatía, negociación y confianza. Acompañar este proceso con respeto y atención es clave para que crezcan emocionalmente sanos y seguros.
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