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Miguel Bosé cuenta cuando su padre le llamaba “maricón”
El cantante hablará en una serie de temas sobre los que nunca antes se había pronunciado
Tres temporadas, veinticuatro episodios, morbo, secretos inconfesables, amores malditos, una muerte muy viva, mallas calcinadas, pasiones al rojo vivo, desamores intensos... La serie biográfica sobre Miguel Bosé promete descubrir esto y mucho más. El cantante rompe su silencio y se abre en canal para desvelar las mayores incógnitas de su existencia. Los guionistas cuentan con su asesoramiento en una producción que veremos en Movistar+ y que repasará desde su niñez a la actualidad.
En los primeros ocho capítulos, Bosé desvelará una infancia muy dura, marcada por la ausencia de un padre torero y una madre modelo y actriz que pasaba también poco tiempo en casa. Él mismo confiesa que «fue atormentada, solitaria y hermética». Aunque en ella aparecen personajes tan importantes como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Ava Gardner, Luchino Visconti, Ernest Hemingway, Andy Warhol o Sofía Loren. Todos influyeron en la vida de un niño que empezaba a descubrir sus condición sexual.
Picasso (al que, en principio, dará vida Antonio Banderas) fue una persona esencial para Bosé en sus inquietudes artísticas. Le regaló sus primeras mallas al conocer que aspiraba a convertirse en bailarín, mallas «confiscadas» por su progenitor y que acabaron quemadas. El torero, que presumía de ser muy hombre, quería un futuro distinto para su hijo y llegó a llamarle “maricón” al ver que se enfundaba los leotardos.
Al cumplir la mayoría de edad, Miguel, empujado por su padre, trabajó en la oficina que gestionaba los negocios de Dominguín. A los tres meses salió huyendo, ante el enfado paterno y la consiguiente, y grave, discusión familiar. En este sentido, incidirá el cantante en su afán por recuperar la relación padre-hijo, muy deteriorada por la incomprensión de un hombre cerrado ante la ya polémica modernidad de su vástago y que impidió encarnando un lugar importante, con el personaje de Tadzio, en la mítica película «Muerte en Venecia», dirigida por Visconti, su padrino.
Oceanógrafo y bailarín
El adolescente que soñaba con ser oceanógrafo y bailarín se dio cuenta de que también servía para cantante. Curiosamente, sufre de claustrofobia, pero, al mismo tiempo, entre sus grandes aficiones está el submarinismo.
Conocer a Camilo Sesto fue primordial al inicio de su carrera. El de Alcoy era íntimo amigo de Lucía Bosé. Dicen que sentía adoración y algo más por ella, y ese cariño tan inmenso se lo transmitió a su “niño”, al que se llevó con él a Londres para iniciarle en los estudios de canto e interpretación. Lo que ocurrió allí es una de las incógnitas que desvelará la serie. Aunque podemos adelantar que Camilo, viendo el gran nerviosismo de su “protegido” el día que iba a grabar por primera vez una canción, le entregó una copa de coñac para que se entonara y perdiera los miedos. Si no surgen contratiempos que lo impidan, Paz Vega hará el papel de Lucía. El resto del reparto se encuentra pendiente de un exhaustivo casting.
A su vuelta de la capital londinense y tras una estancia en Nueva York, a Miguel se le miraba con lupa y los partidarios más extremos del franquismo y los ultracatólicos no paraban de insultarle e incluso le amenazaban con darle palizas por su amaneramiento. De hecho, llegaron a escupirle en plena Gran Vía madrileña. Pero los improperios no frenaron una carrera marcada por el atrevimiento y la provocación. Es la época de las camisetas y las mallas coloristas y ceñidas. Miguel me dijo en una ocasión que “todos nos sentíamos chicos y chicas por igual, no distinguíamos de sexos y nos poníamos lo que nos daba la gana”. Inconformista, transgresor y con un carácter fuerte, defendía sus principios por encima de todo, y hasta llegó a escaparse de casa tras una fuerte discusión con su madre, para ser acogido durante tres meses en el piso de una buena amiga de su familia, Elena Benarroch.
Aparece el gran seductor y asegura que “solamente hace falta una simple mirada, mirar fijamente a la otra persona, darte la vuelta y esperar”. Seguridad en sí mismo y un currículum sentimental en el que aparecen pocos nombres, aunque, seguramente, son muchos más los que permanecen en el baúl de los recuerdos más profundos. En la serie descubriremos cómo fueron sus escarceos amorosos con Ana Obregón, su primera novia, la mexicana Rebeca de Alba o su unión tan especial con Nacho Duato, con el que, según el bailarín y referente del ballet español, vivió juntos en Nueva York.
La segunda y tercera temporadas se referirán a la carrera musical de Bosé, su crecimiento artístico y personal y su reconciliación con los problemas del pasado.
Movida Madrileña
Su contacto con los máximos exponentes de la movida madrileña y de la modernidad española en general le llevaron a un desfile de Francis Montesinos en Valencia que le cambió la vida sentimental. Allí, su vida se cruzó con la de un joven escultor, otro Nacho, de apellido Palau, con el que, tal y como ha desvelado este último, convivió a lo largo de veintiséis años. Conocer la versión de Miguel sobre esta larga relación promete ser muy interesante, porque nunca se ha pronunciado al respecto. Como tampoco suele hacerlo de su faceta de padre.
Pero sabemos que la educación que quiere para sus hijos es la misma que recibió él, en la que las normas más estrictas estaban a la orden del día. Esa es una de las incongruencias de un hombre que ama por entero la libertad, pero que no les pasa ni una a sus dos niños: “Mis padres eran muy exigentes –confiesa–, yo no tenía privilegios y tampoco deseo que los tengan mis hijos”. El amor le está siendo esquivo, y escucharemos de su boca que la culpa de sus fracasos sentimentales la tiene su fuerte temperamento: “Soy insoportable y me dejan siempre”.
Ahora parece ser que sale con un chico bastante más joven que él. Muchas anécdotas saldrán a la luz. Como la de aquella noche en la localidad chilena de Viña del Mar en la que Miguel bailó por bulerías con Alejandro Sanz a la guitarra y Luis Miguel cantando flamenco. O la larga conversación con su íntimo amigo Ricky Martin en la que éste le convenció para que se convirtiera en padre por gestación subrogada. Y una tercera, el dominio del mandarín y el japonés, reflejado en las versiones asiáticas de sus primeros discos.
Quizá la parte más morbosa nos conduzca a etapas «negras», como aquella en la que tuvo que aclarar que no tenía sida. Y veremos si decide sincerarse sobre los años en los que, abatido por las circunstancias, cayó en manos de adicciones nada recomendables hasta que un día, al borde del abismo, decidió regresar a la vida sana lejos de las malas compañías.
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