Gente
Las lágrimas de Ana Obregón por el fallecimiento de su hijo
La actriz no se ha separado de Álex en ningún momento
Hace más de seis meses, una fuente muy cercana a la familia Lecquio Obregón ya me avisó de la gravedad del cáncer que padecía Alex Lecquio, pero, por respeto, opté por el silencio.
Hoy me enteró de su muerte y, sinceramente, me duele en el alma, por el cariño que siempre sentí hacia ese gran superviviente de la vida. Pero, desgraciadamente, no me pilla por sorpresa.
En las últimas semanas, el cáncer se había extendido y los médicos que le trataban en un hospital de Barcelona se dieron cuenta de que el caso no tenía solución. El nuevo tratamiento que comenzó hace un mes no dio el resultado esperado. Mal síntoma fue que Alessandro dejara el programa de Ana Rosa para estar al lado de su hijo permanentemente.
Y dignísima y elogiosa la actitud de Ana Obregón, hoy inconsolable madre de Alex, que lo dejó todo cuando le detectaron el cáncer a su hijo y no se ha separado de su lado en todo ese tiempo.
Me cuentan que no han visto llorar a Alex durante su trágica enfermedad, pero sí a su progenitora. Una tarde me llamó otro paciente de la Ruber, amigo mío, para desvelarme que Obregón se encontraba en un rincón derramando lágrimas de dolor. Intentaba ocultarse para que no la vieran llorar, pero no lo conseguía.
Su fortaleza y su ánimo eran admirables, siempre más pendiente de los suyos que de sí mismo, era él quien les animaba y expresaba su convencimiento de que iba a vencer al mal.
Pero, repito, las noticias que me llegaban desde el hospital eran malas. Ya durante el tratamiento en la Clínica Ruber Internacional madrileña, me avisaron de que la situación era muy negativa, el cáncer de colon ya se había extendido a los huesos y a otros órganos de su cuerpo. Las pruebas médicas eran alarmantes. Por eso se trasladó a Barcelona, a someterse a otro tratamiento novedoso que venía de Estados Unidos.
En la palestra se ha quedado múltiples sueños. Era trabajador hasta el límite y tenía grandes proyectos. Su obsesión se centraba en no dejar el trabajo, en seguir su labor aunque se encontrara internado en el centro médico.
Hoy, dos mujeres lloran especialmente su muerte, su madre y su novia. Su pareja le visitaba siempre que podía, porque vive y trabaja fuera de Barcelona. Habían planeado incluso una futura boda que nunca se llevará a cabo.
Ana estaba al tanto de la gravedad pero se negaba a pensar en un fatal desenlace. No dejó nunca de confiar en una recuperación. Era uña y carne con su “niño”.
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