Gente

Glamuroso, encantador, cálido y entrañable

Perderlo es una lástima demasiado grande

LA ACTRIZ ANA OBREGON Y ALEJANDRO LEQUIO DURANTE EL 19 CUMPLEAÑOS DE SU HIJO ALEJANDRO.
LA ACTRIZ ANA OBREGON Y ALEJANDRO LEQUIO DURANTE EL 19 CUMPLEAÑOS DE SU HIJO ALEJANDRO.KPDC©GTRESONLINE

Imagino cómo estará Ana porque llevamos un tiempo sin comunicación. Era una forma de respetar y entender su entrega, mejor no saber demasiado. Fue la razón de su vida. Por su hijo lo dejó todo, profesión, fama, contratos y amigos. Nacido de un gran amor entre ella y Lequio, en aquellos tiempos el galán más atrayente y apetecido en España. Destacó en lo que hizo por encima de belleza y simpatía a raudales. Él arrastraba sin romperlo su matrimonio con Antonia del’Atte que era de armas tomar y se las montaba enormes. Ana demostró calidad y clase artística. Encandiló. Cautivaba su naturalidad y eso propició todo el morbo cuando conoció al italiano descendiente de nuestra reina Victoria Eugenia. Más leña con que aderezar un romance que no tenía precedente en nuestros lares. Estaban en todas las comidillas, y ella, encantada. No cejaron. Luego nació Álex, niño más que deseado que colmó las ansias maternas que así veía hecha carne real el resultado de su gran pasión o locura. Parecía una telenovela. Ana deseaba ser madre por encima de todo. Nada le importó y tiró para adelante.

Alex creció y se hizo hombre, muy glamouroso y cálido con la simpatía materna tan solo frenada por alguna comprensible y necesaria autocensura. No quería sobresalir. Acusaba los palos dados sin merecerlos solo por ser «hijo de» y aprendió a sobrevivir imponiéndose con carácter aparentemente dispuesto «a todo». Pero no era así, tan solo apariencia, y mantenía sin perder nunca la prudente e inteligente reserva hacía quienes sin conseguirlo intentábamos ahondar en su intimidad. Sorprendía su buena educación, quizá impropia en alguien de tan poca edad, nadie puede decir que le hizo un desaire. Convencía siempre con buenos modales. Nunca se descomponía ni perdía la calma, más parecido a la «mamma» que a papá Lequio, mucho más vehemente e incontenible. Fue la mejor obra de su madre y ella se sentía orgullosa especialmente ante la relación afable y cordial que lo distinguía. Nunca dio escándalos ni estuvo cuestionado, qué difícil en su artificioso mundillo.

Se hizo querer y admirar desde una distancia que en seguida respetamos. Perderlo es una lástima muy grande porque no abundan seres tan entrañables, y es bastante injusto que se vaya con solo 27 años.