Familia maldita
La historia negra de la saga de los Getty
John, nieto del magnate del petróleo, apareció muerto hace unos días. La suya es una familia que sigue acumulando tragedias y arrastrando una maldición
Lo encontraron muerto en una habitación de hotel en San Antonio, Texas. Nadie entiende qué hacía allí, lejos de su mansión de 3,9 millones de dólares en Los Ángeles, pero así es la existencia de los ricos herederos: nadie sabe lo que van a hacer con su vida al día siguiente. Lo que John Gilbert Getty, 52 años, nieto del magnate del petróleo John Paul Getty, hizo con la suya hasta llegar a esa habitación convertida en morgue fue emular el destino de gran parte de su familia: disfrutar del dinero y ser otro capítulo en la historia negra de la saga.
Su muerte recuerda a la de su hermano mayor, Andrew, a quien su ex novia encontró hace cinco años sobre un charco de sangre provocado por una hemorragia intestinal. Vivía casi recluido, solo, dedicado a los negocios a distancia y a su afición a la metanfetamina, que agravó las dolencias que habían hecho de él un anciano a los 47 años. El padre de ambos, Gordon Getty (87), el último hijo vivo del temido patriarca, se convierte así en el más doloroso testigo de la maldición que se relaciona con su apellido y cuya primera víctima fue su propio hermano, Timothy, fallecido a los 12 años por un tumor cerebral. Tal vez aquel niño fue el quinto y definitivo intento del gran Jean Paul Getty por tener un descendiente del que se sintiera orgulloso. No sentía gran afección por sus hijos, de modo que su prole solo contó como referencia paterna con una cuenta corriente que les llenó de privilegios y les vació los espíritus.
George, el primogénito, fue quien peor se enfrentó a sus carencias emocionales: «Probablemente no he pasado ni seis semanas con el señor Getty –así se refería a su padre– desde que tenía ocho o diez años. Me encuentro con él en habitaciones de hotel o recibo instrucciones por carta. Dice que está demasiado ocupado». El alcohol, las anfetaminas y los narcóticos fueron su refugio y su verdugo. Tras una pelea con su mujer, se encerró en el dormitorio. Lo hallaron muerto por sobredosis y antes se había clavado un tenedor en el estómago.
Heroína y mucho alcohol
Únicamente un mes después, en julio de 1973, se iniciaba el drama más mediático de la dinastía: Jean Paul Getty III, nieto del magnate y de 16 años, era secuestrado en Italia supuestamente por la mafia. La larga negociación con los secuestradores aireó las miserias familiares. Su padre, Jean Paul Getty II, no podía reunir la suma que exigían porque la mayor parte de su fortuna se había evaporado en alcohol y heroína compartidas con su segunda esposa, Thalita. A ella, la adicción le costó la vida dos años antes; a él, una dura rehabilitación y el repudio del patriarca, que se negó a pagar el rescate. Finalmente, el resto de los Getty logró reunir el dinero y Jean Paul III recuperó su libertad para seguir haciendo lo mismo: nada, a no ser que las fiestas y las drogas puedan considerarse actividades provechosas. Desde luego, no lo fueron para su salud: un derrame cerebral con 25 años le dejó en silla de ruedas, casi ciego y con graves dificultades para comunicarse. Y ahora, Jean Gilbert se ha sumado a esta lista de tragedias solo dos meses después de que falleciera su madre, Ann, quien formó con Gordon Getty la pareja más estable de la dinastía. En su momento, también la más escandalosa. Así, en 1999 la Prensa descubrió que Gordon había tenido tres hijas con Cynthia Peck, una amante que le obligó a dar su apellido a la secreta descendencia. Ann miró para otro lado y siguió compartiendo con su marido una vida de privilegio. Al fin y al cabo, para ser un Getty hay que estar curado de espantos.
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